¿De que se ríe tanto?

30K 1.8K 309
                                    


#Mía

-Al final parece que se han quedado los dos dormidos -me dice mi suegra mientras salgo de la rotonda.

Eva había llegado a la casa poco después de que Marcos se marchase con los chicos, a pesar de que yo me las podía arreglar perfectamente sola con mis hijos. Pero supongo que para Marcos toda ayuda era poco cuando se trataba de los niños, me había costado horror es hacer que Carmen se fuera cuando terminó su jornada diaria y no más tarde... a saber con que le habrá chantajeado mi marido.

- Después de toda la insistencia que ha puesto en salir a cenar - respondo mirando a mi suegra rápidamente por el espejo. La pobre iba en medio de ambos niños, pendiente por si Evan se despertaba. A Olivia se le había antojado cenar Mcdonals con su abuela, y yo a un plan entre ellas dos no me podía negar. Además, a mí también me apetece... aunque vaya a necesitar muchas horas de sexo para bajar lo que coma.

- Si quieres nos podemos volver a la casa Mía, seguro que se le olvida en cuanto se despierte.

- Si, pero no te preocupes. Igualmente me apetece y ya estamos aquí. Mejor pedimos para llevar.

- Como quieras cariño - responde mi suegra lanzándome una pequeña sonrisa.

Sigo conduciendo con el coche unos cinco minutos más hasta meterme en la enorme cola de coches que hay en el Mcdonals para pedir, le digo a mi suegra lo que quiero yo y lo que seguramente vaya a querer Olivia cuando se despierte. Y le recuerdo también que compre nuggets de pollo porque sé que si Marcos vuelve a casa un poco más bebido de la cuenta, lo va a agradecer.

- Le encantan los nuggets de aquí. Nunca lo entenderé, a mí me parecen como cualquier otros - le digo a mi suegra cuando me mira extrañada por lo que le digo.

- Mi hijo y sus cosas. Tan raro como brillante.

- Desde luego Eva.

Yo me río ante sus palabras, sabiendo que lleva toda la razón del mundo. Cuando al avanzar hasta la ventanilla para pedir, me quedo observando la gente que viene y va de un lado a otro con sus bandejas mientras algunos comen y otros hablan. Seguimos esperando a poder ser atendidas cuando d repente mis ojos centran la atención por completo en algo, o más bien en alguien. Alguien que me hace dar un pequeño salto sobre mi asiento... Cloe. Cloe, la misma Cloe que había estado más de un año con Marcos, la misma mujer por la que ha sentido algo de verdad que no había sido yo, la mujer con la que había vivido y convivido tanto tiempo. Ahora estaba ahí frente a mí y a mi suegra, tan guapa, alta y delgada como siempre. ¿Qué podía estar haciendo ella un fin de semana sola en un Mcdonals con ese vestido pegado tan despampanante y ese pelo perfecto? ¿Y de que se ríe tanto?

- Mía, tienes que echar el coche un poco más hacia delante, desde aquí la chica no me escucha- suelta de un momento a otro Eva haciéndome salir de mis pensamientos.

- Sí, claro. Perdón.

Vuelvo a encender el motor del coche torpemente y avanzó un poco más hasta dejar la ventana trasera a la altura del puesto para pedir. Y aunque me regaño y me reprimo a mí misma mil veces en cuestiones de segundos, no puedo evitar volver mi vista hacia Cloe y observarla un poco más. Solo un ratito más. Quería ver que había a través de ella, como se movía, que hacía, como andaba. Que había tenido Marcos todo ese tiempo que no estuvo conmigo a su lado... pero me arrepiento al instante cuando veo la razón de su risa, cuando veo cómo va saliendo del local con un niño agarrado a sus manos porque seguramente no sepa andar todavía, un niño que seguramente no había visto porque las mesas le habrían tapado, un niño precioso, un niño algo más grande que Evan, un niño muy parecido a Evan, un niño exactamente igual que... Marcos.

- Mía, Mía, ¡Mía!

- ¿Qué? - contesto completamente aturdida. Dios mío, esto no podía ser. Mi cerebro tenía que dejar de imaginar cosas que no podían ser. Marcos sabría algo, Marcos me lo habría dicho. Me lo habría dicho, ¿no?

- Mía los coches no paran de pitar, llevan un rato esperando. ¿Estás bien? - yo asiento poniendo el coche en marcha de nuevo y colocándonos en el puesto de pago.

- No me he dado ni cuenta Eva, estaba entretenida en las personas que entran y salen por ahí - digo señalando la puerta de entrada del local con la esperanza de que se crea mi mentira.

Ella me mira como si no se terminara de creer lo que le acabo de contar, y seguramente no me crea, pero no me fuerza. De hecho, se limita a asentir y recoger las bolsas de nuestro pedido por la ventana mientras me impide pagar.

- He dicho que voy a pagar yo - dice mirando fulminantemente al chico para que no coja mi dinero.

- Claro, a quien iba a salir el hijo- susurro. Pero ella me escucha, y sorprendentemente, se ríe a carcajadas. Yo sonrío en su dirección mientras saco el coche de allí dando gracias a Dios porque Eva no haya presenciado lo mismo que yo.

Y para rematar la noche, por si no fuese poco y mi cuerpo pudiera soportar algo más, vuelvo a verla al salir del parking, ahora con el niño en brazos  casi de espaldas a mi. Me obligo a apartar los ojos dolorosamente de ese niño que parece el mío, y que además parece mirarme como si me conociera. Joder, que mal rollo. Acelero de un momento a otro deseando llegar a casa y olvidarme de la imagen de esa mujer y de ese pequeño lo antes posible. Me enfado conmigo misma cada vez que aparecen imágenes de Marcos con ella en Nueva York... en el restaurante donde les vi, caminando por la gran manzana, todas las cosas que Marcos me ha contado de ella...

- Mía, ¿estás bien? - pregunta mi suegra con preocupación, y en cuanto me asomo por el espejo para decirle que sí, me doy cuenta del porqué de su pregunta. Tengo toda la cara mojada, están cayendo lágrimas por mis mejillas.

TUYA (III)Where stories live. Discover now