Te vas a casar con mi hija.

28.1K 1.9K 206
                                    


#Marcos

No tuvimos sexo esa noche. Yo no le toqué físicamente y ella a mí tampoco, pero por dentro nos arañamos, nos arrancamos y nos cosimos miles de recuerdos. Mía estaba tan metida dentro de mí como la sangre que corría por mis venas. Yo ya no concebía un solo momento de mi vida en el que no estuviera ella. Y esperaba que eso le quedase claro.

- ¿Qué hora es? - pregunta levantando la cabeza de mi pecho para buscar el móvil y averiguarlo por ella misma. Pero yo la freno y vuelvo a colocarla tal y como estaba.

- Las cinco de la mañana - comentó antes de volver a dejar el móvil por cualquier lado de ese sillón.

- Marcos, llevamos horas aquí sentados sin decir absolutamente nada.

- Yo estoy bien. Estoy más que bien. Creo que empiezo a cogerle cariño a este sillón, sofá o lo que sea. 

Cierro los ojos cuando ella se ríe escondida en mi cuello. No hay ningún otro lugar en el mundo en el que prefiera estar.

- ¿Sabes?, tú madre ha llamado hoy diciéndome que le reservase el día de mañana. Bueno, ya de hoy.

- ¿Y eso? - pregunto fingiendo lo mejor posible a pesar de que el plan que tenían pensado hacer mañana, lo había planeado yo mismo.

- No lo sé. No ha querido decírmelo, solo sé que después del colegio los niños se quedan con Ramón. ¿Crees que va a poder el pobre con los cuatro?

- Mis hermanos ya no son tan niños, nena. Prácticamente solo va a cuidar de los nuestros.

- Claro. ¿Y tú? ¿Porqué no le ayudas tú?

Porque tengo que arreglar asuntos que no me apetece arreglar, con el imbécil de tu padre. Pero lo hago por ti, porque te quiero. Porque si fuera por mi, ya les habría partido la boca.
Pero ella no tenía que saber nada de eso, le diría que su padre estaba aquí cuando supiera sus intenciones con ella y con el resto de mi familia.

- Porque tengo trabajo nena.

- Está bien - susurra antes de acomodarse en mi pecho. Sé que es solo cuestión de segundos que se quede dormida, pero no pienso moverme de esta posición hasta que me duelan las piernas.

- Te amo.

Y no sé cuánto tiempo paso así con ella, pero me decido dejarla en la cama, ducharme y vestirme en cuanto me doy cuenta de que el sol está saliendo. Hoy elijo un traje gris que ni siquiera he estrenado, me peino lo mejor posible y me subo a mi último Tesla con las manos sudorosas. Por muy cabron que me pareciese ese hombre, no dejaba de ser un suegro al que tenía que dar buena impresión

- Señor, sí que ha madrugado usted hoy - me dice uno de mis empleados cuando aparco el coche en mi plaza de garaje.

- Sí, tengo asuntos importantes que resolver.

Me meto en el ascensor con mi llave y me dirijo directamente a la última planta. No mucho podían utilizar el mismo ascensor que yo, sino estaría siempre colapsado y yo no tengo tiempo para eso. Así que agradezco mentalmente que nadie interrumpa mi camino hasta mi despacho, excepto Eugin. Quien me espera impaciente nada más salir del ascensor.

- Eugin, cuéntame- le digo sin parar de caminar hacia mi despacho.

- Señor Marcos, espere, espere. Tiene visi...

Mis oídos dejan de escuchar a la pobre mujer desde el mismo momento en el que mis pies se paran para quedarme estático al observar al hombre que tengo frente a mi. Lo reconozco perfectamente, lo reconozco por fotos que Mía me ha enseñado, por haberle investigado yo mismo antes de saber a quién me enfrentaba, y lo reconozco porque tiene el mismo aire de extranjero que tiene Mía. Sabía que su madre era española y por eso vivían allí. Pero ¿y su padre? ¿De donde venía el apellido Hills? ¿Y porqué nunca había hablado de esto con mi mujer?

- Buenas. Usted debe ser Hector, el padre de Mía - le digo estrechándole la mano.

- Hector Hills, encantado.

- Pase, por favor - le invito amablemente mientras abro la puerta de mi despacho y le indico a Eugin que no me pase ninguna llamada entre gestos.

- Trátame de tú, por favor. Ahora somos familia, ¿no? - me dice mientras se sienta frente a mí con aires de superioridad. Como si esa silla y esta oficina fuese suya.

- Claro.

- Eres el padre de mis únicos nietos - comenta mientras mira todo a su alrededor. No va a encontrar nada más que arquitectura moderna, no sé qué está buscando.

- Y el prometido de su hija, nos vamos a casar - anunció firmemente sin apartar la mirada de su rostro. Él se gira para volver a centrar su atención en mi lentamente, parece no estar muy contento con lo que acaba de oír.

- Te vas a casar con mi hija - dice como si le acabasen de derrotar en una competición a vida o muerte.

- Se lo propuse hace tiempo, mucho tiempo. Se lo he propuesto dos veces, y las dos veces ha dicho que si.

- ¿Dónde está mi hija? ¿Qué está haciendo Mía ahora mismo? - dice pillándome completamente por sorpresa.

- Mía debe estar ahora mismo llevando a Olivia al colegio, o volviendo a casa para amamantar a Evan.

- Evan - susurra como con tristeza.

- Tenemos dos hijos. Evan apenas va a cumplir sus tres meses, Mía lo paso muy mal en el parto - comentó intentando ponerle en situación de lo que se va a encontrar. Intentando familiarizarle, estoy dispuesto a contarle todo lo que quiera, pero parece que a él eso le ofende. Y contraataca.

- Por lo menos este parto no te lo has perdido.

Aparto la mirada con tal de no escupirle. Perderme el nacimiento de mi hija ha sido una de las cosas más dolorosas que he vivido, pero él no era absolutamente nadie para recriminarme nada.

- Tú te has perdido muchas cosas más de tu hija, no vengas a darme lecciones a estas alturas - le digo sin titubear ni un segundo. No creía que nos íbamos a llevar tan mal.

- Sí, supongo que a mi hija solo le ha tocado vivir con hombres incompetentes a su alrededor en esta vida.

- Pues escúcheme bien, señor Hills - digo tan Claro como puedo y acercando mi cuerpo al suyo aún con la mesa entre nosotros - Yo no pienso contribuir a ello. No soy ningún incompetente.

TUYA (III)Where stories live. Discover now