Sé que el coche es blindado, aún así no es fácil retener tantas balas como las que están dirigiendo hacia nosotras. Mi intuición lleva mi vista hacia mi puerta, un hombre que no es parte de los guardias, me apunta con un arma.

Me interpongo entre él y Alice.

Sal, nuestra señora quiere verte.

Habla ruso.

— ¿Ana?

Muévete — repite, apuntando el arma a mi cabeza.

Trago saliva para mantener el control.

— Señora — Alice jadea detrás de mí.

Presiono su mano una sola vez y ella me suelta. Sabe que debe quedarse en el coche. Me buscan a mí. Con las manos en alto salgo del coche. Los disparos se han detenido. Con mi pie cierro la puerta, alertando de nuevo al hombre. Ambos mantenemos la vista en el otro.

— Me quieres a mí, no metas a la chica.

— Qué noble por parte de una asesina como tú.

— Tengo mis principios — bromeo mientras él tira de mí para alejarme del coche.

Edmond y el resto están de rodillas, en el suelo, siendo apuntados por un grupo de hombres de negro. Observo alrededor, la calle está desierta, no hay absolutamente nadie. Le hago un gesto a los chicos para que no intenten nada. Prefiero evitar muertes innecesarias.

Recuerdo haber pasado por un desvío de obras hace dos minutos. Existe alguien con el suficiente poder para desviarnos hacia un lugar de la ciudad que ha sido desalojado previamente y dejándolo totalmente desierto.

No tienen intenciones de matarme.

Es bastante claro.

El tipo cuya arma se presiona contra mi cabeza, me conduce hacia una zona más apartada, en un callejón secundario separado de la avenida principal, una vez nos detenemos hace una reverencia hacia el coche aparcado en vertical a mitad de la calle. Del vehículo, un caro modelo lanzado este año, aparece una mujer de cabello castaño oscuro. Labios gruesos y rasgos definidos. Es alta, igual que yo.

— Hola — susurra, retirando las gafas de su rostro y dejando ver ese color verde del que no he podido olvidarme.

Hace seis años que la vi por primera vez. Y las sensaciones agolpadas en mi pecho chocan contra mí. Siento rabia, porque uno siempre espera ser amado por sus padres. Siento asco por el sufrimiento al que me sometió. Siento miedo porque no sé a qué ha venido. Y otra parte de mi quisiera, suplica, que este fuera un encuentro de película donde ella viene a protegerme.

Ojalá estuviera en un mundo ficticio lleno de felicidad.

— Abigail — suspiro — ¿tenías que crear todo este escándalo para verme? Ya veo que lo tuyo nunca será el refinamiento.

Ella me fulmina con la mirada — ¿cómo tengo que llamarte, Seraphine? — demanda, ignorando mis palabras.

Pero lo ha hecho durante tantos años, ¿qué puedo esperar?

Sonrío — mi madre me puso Ángel, lo que una perra como tu me llame, no es problema mío.

El hombre que tiene un arma en mi cabeza, la empuja contra mí para golpearme a modo de aviso.

— Déjala — le ordena ella — después de todo, te debo soportar un par de insultos tras tantos años de abandono.

¿Es consciente de que lo menos doloroso que he pasado ha sido el abandono?

Mi pie choca contra el suelo — tienes unos quince minutos hasta que Alex llegue a por ti, los aprovecharía si solo has venido a algo más que soportar mis insultos, además, si lo que quisiera fuera insultarte te hubiera seguido hasta tu escondite de ratas.

Sumisa ©Where stories live. Discover now