Capítulo 8

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Busan, abril de 1816

Querido J:
Acabo de ir a despedirte y enseguida vine adentro para escribir.
En realidad, no tengo nada que decir, nada que cualquier otra persona en Busan no haya dicho ya. Parece una tontería decir «Lo siento», ¿verdad? Por supuesto, todo el mundo lo siente. Es horrible lo que ha pasado.
Sin embargo, no lamento solo tu pérdida; lamento que no pudiéramos hablar mientras estabas en tu casa. Lamento que no pudiera asistir al entierro, es una regla estúpida, y me gustaría no haber nacido doncel para poder haber estado allí (tengo la intención de tener una charla con el vicario Compton respecto a esta idiotez). Lamento no haber podido estar más con un amigo.
Estoy aquí ahora, sobre la hoja, donde los donceles están permitidos. Por favor, escribe cuando tengas tiempo. O el deseo.

Tu amigo: T

(Sin respuesta)

1831

Seguramente nunca había habido un viaje en carruaje más largo que este, cuatro interminables horas y en un silencio sepulcral desde Busan hasta Seúl. Taehyung preferiría haber quedado atrapado en un vagón postal con Junkyu y una colección de revistas.

Deslizó una mirada por el amplio y oscuro interior del vehículo, captando a su marido de cuatro horas de antigüedad reclinado contra su asiento, las largas piernas extendidas, los ojos cerrados, quieto como un cadáver, y trató de tranquilizar sus agitados pensamientos, que parecían enfocados en un puñado de cosas extraordinariamente inquietantes. A saber: Estaba casado.

Lo que lo conducía a...

Era el Marqués de Jeon.

Lo que explicaba por qué...

Viajaba en un vehículo lleno hasta arriba con sus pertenencias, y pronto estaría en Seúl, donde viviría con su flamante marido.

Lo que lo llevaba a...

Jungkook era su flamante marido.

Lo que significaba que...

Él compartiría su noche de bodas con el Marqués.

Tal vez, él le volvería a besar. Lo volvería a tocar.

Más.

Uno pensaría que Jeon tendría que hacerlo, ¿verdad? Si estaban casados. Después de todo, era lo que hacían los esposos.

Jeon Taehyung lo deseaba.

Oh, Dios.

La idea era suficiente para hacerlo desear tener el coraje de abrir la puerta del carruaje y arrojarse del vehículo.

Habían sido casados de manera tan rápida y eficiente que apenas recordaba la ceremonia; apenas recordaba prometer amar, consolar, honrar y obedecer, lo cual era probablemente lo mejor, dado que la parte de amar de la promesa era algo así como una mentira.

Se habían casado por la tierra y nada más.

Y no importaba que lo hubiera tocado y hecho sentir cosas que nunca había imaginado que un cuerpo pudiera sentir. Al final, este era precisamente el tipo de matrimonio que había sido criado para tener, un matrimonio de conveniencia. Un matrimonio de obligación. Un matrimonio de decoro.

Jeon Jungkook había dejado eso más que claro.

El coche rebotó sobre una parte particularmente accidentada del camino y Taehyung dio un pequeño gemido mientras casi se deslizaba del asiento tapizado de manera extravagante. Recuperando la compostura, se reacomodó, plantando ambos pies en ángulo recto sobre el suelo del coche y echó un vistazo hacia Jungkook, que no se había movido, excepto para abrir una rendija de los ojos, presumiblemente para asegurarse que no se había lastimado.

𝐄𝐯𝐞𝐧 𝐢𝐟 𝐢 𝐝𝐢𝐞, 𝐈𝐭'𝐬 𝐲𝐨𝐮¹ °ᴷᴼᴼᴷᵀᴬᴱ°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora