EPÍLOGO

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Hell House, febrero de 1831

Querido V:
Sabes que las guardé todas. Cada carta que has enviado, incluso aquellas que nunca contesté. Perdón por tantas cosas, mi amor: por dejarte, por no haber vuelto nunca a casa; porque me llevó tanto tiempo darme cuenta que tú eres mi casa, y que contigo a mi lado, nada de lo demás tenía importancia.

Pero en las horas más oscuras, en las noches más frías, cuando sentía que lo había perdido todo, aún tenía tus cartas. Y a través de ellas, de alguna manera, todavía te tenía.

Te amaba, entonces, mi querido Taehyung, más de lo que podrías imaginar, como te amo ahora, más de lo que puedas saber; Porque siempre fuiste tú, incluso si muero, eres tú.

Jungkook

Una semana más tarde...

Namjoon se despertó como siempre, en una improvisada litera dentro de su oficina en The Angel, situada entre una estantería desbordante y un globo terráqueo macizo, rodeado de papeles.

Sin embargo, no era usual que hubiera un doncel sentado en su escritorio.

Eso estaba de más. No, un doncel, con cabellos rubios y gafas.

Él leía el libro mayor.

Kim se incorporó, ignorando el hecho de que no llevaba puesta camisa y que, convencionalmente, los caballeros no saludaban semidesnudos a los donceles. Suspende convencional. Si el doncel no hubiera querido verlo semidesnudo, no debería haber invadido sus oficinas durante la noche.

Que la mayoría de los hombres no tuvieran la costumbre de dormir en sus oficinas era de poca importancia.

—¿Le puedo ayudar?

El chico no levantó la vista.

—Usted ha calculado mal la columna F.

¿Qué diablos?

—No, no lo he hecho.

El rubio empujó sus gafas hacia arriba de su nariz, concentrado por completo en el libro mayor.

—Lo ha hecho. El cálculo correcto debería ser ciento doce mil trescientos cuarenta y seis libras con diecisiete peniques.

Imposible.

Namjoon se puso de pie, moviéndose para mirar por encima de su hombro.

—Eso es lo que dice.

El doncel negó con la cabeza, colocando el índice sobre la línea tabulada. Namjoon advirtió que la punta del dedo estaba ligeramente torcida, inclinada una pizca a la derecha.

—Usted ha escrito ciento doce mil trescientos cuarenta y cinco libras con diecisiete peniques. Usted... — levantó la mirada, los ojos vivaces detrás de sus gafas abarcaron su altura y su pecho desnudo—. Usted... usted ha perdido una libra.

Namjoon se inclinó sobre él, apretujándolo deliberadamente y disfrutando del modo en que su respiración se atascó con su cercanía.

—Eso es un seis.

El rubio carraspeó y volvió a mirar.

—Oh. — Se inclinó y volvió a verificar el número—. Supongo, más bien, que usted ha perdido sus habilidades caligráficas —dijo con sequedad y Namjoon se rió entre dientes mientras el doncel agarraba un lápiz y corregía el número.

Lo observó, con los ojos puestos en el callo en la punta del segundo dedo, antes de susurrar bajo en su oído:

—¿Eres un ser tentador de los libros enviado en la oscuridad de la noche para revisar mis cifras?

El doncel se inclinó alejándose del susurro y se volvió para mirarlo.

—Es la una de la tarde —dijo con total naturalidad y Namjoon tuvo un deseo intenso de quitarle las gafas de la cara y besarlo sin sentido, solo para ver qué diría este extraño joven.

Aplastó el deseo.

En lugar de eso, sonrió.

—¿Enviado en la oscuridad del día, entonces?

Él parpadeó.

—Soy Kim Seokjin.

Los ojos del hombre se abrieron de par en par y dio un enorme paso atrás, chocando contra un perchero para sombreros y volviéndose para rescatarlo antes de caer en la cuenta que definitivamente no podía estar de pie en su oficina, en una casa de juego, sin camisa, con el cuñado de Jeon. El cuñado prometido de Jeon.

Namjoon trató de alcanzar una camisa. Estaba arrugada y usada, pero serviría. Mientras buscaba infructuosamente la abertura en el lino, volvió a recular. Más lejos.

Seokjin se levantó y rodeó el escritorio, yendo hacia él.

—¿Le he alterado?

¿Por qué la camisa no tenía una abertura? Como último recurso, sostuvo la prenda delante de él, un escudo de sus ojos enormes, que lo veían todo.

—No en absoluto, pero no acostumbro a tener reuniones clandestinas con los hermanos de mis socios, medio desnudo.

Seokjin pensó en las palabras antes de inclinar la cabeza a un lado y decir:

—Bueno, usted estaba dormido, así que no podría haberlo evitado.

—De alguna manera, dudo de que Jeon lo viera de ese modo.

—Al menos deme una audiencia. He venido hasta aquí.

Namjoon supo que debería negarse. Supo, con el agudo sentido de un apostador, que no debería continuar con este juego. Que era imposible de ganar. Pero había algo acerca de este joven que hizo imposible detenerse.

—Bueno, dado que ha venido hasta aquí... ¿cómo puedo servirle?

Seokjin respiró profundo y exhaló.

—Necesito la ruina. Y he oído que usted es un experto en la materia.




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Ahhhhh, este epílogo siempre me ha encantado alv, no puedo creer que haya terminado de publicar esta adaptación, en serio muchas gracias por leerlo, por darle una opurtinidad a este arte, así que igual pido todo el crédito a la autora original, Wa! Les recomiendo que lean el libro original "Un canalla siempre es un canalla", pero bueno a pesar de solo haber cambiando los nombre, y algunas cosas (pues obviamente esta historia era originalmente hétero) me da un inmenso dolor terminarlo —puchero— BUENO LXS AMO Y GRACIAS
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𝐄𝐯𝐞𝐧 𝐢𝐟 𝐢 𝐝𝐢𝐞, 𝐈𝐭'𝐬 𝐲𝐨𝐮¹ °ᴷᴼᴼᴷᵀᴬᴱ°Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt