Cuando finalmente llegué a su lado él no me miró.

—La clase de cálculo es para allá —señalé con mi dedo índice.

—Debí de haber usado una sudadera negra y ocultarme de ti —aunque el comentario fuera gracioso su cara seguía sin demostrar emociones.

—Eso fue un golpe bajo —lo acusé.

—¿No te parece que eres la menos indicada para decir eso? —Haría que comenzara a nevar con el frio de sus palabras.

—Escucha —me puse frente a él. —Yo solo quiero pedirte perdón.

—¿Debo alegrarme de que no me lo dijeras en otro momento, como en el baño? —copos de nieve caían.

—Lo que hice fue una estupidez, una locura, ya lo sé; creo que quise saber más de ti de la manera incorrecta —me crucé de brazos. —De verdad lo siento —lo vi fijamente a los ojos, él no me haría apartarlos, aunque tuviera por respuesta la mirada más profunda del mundo, esa que lograba avergonzarme siempre.

Parecía que poco a poco el hielo se derretía.

—Odio que me espíen —se pasó la mano por su cabello y soltó un suspiro. —Ya hay mucha mierda en mi vida, no necesito que me estés acosando, ¿bien?

—Perdón —me sentía tan pequeña.

—¿Qué hay en la bolsa? —hizo un gesto con la barbilla.

—¡Oh, sí! —le extendí su regalo. —Un presente de paz.

Steven tomó la bolsa y sacó la caja de un interior.

—¿Es en serio? —alzó la ceja.

—No me podía decidir entre ese o el juego de química —me balanceé un poco sobre mis talones.

—Es para niños —en sus manos sostenía el kit de magia que le había comprado.

—Dice de doce años en adelante —lo corregí.

Sin que lo esperara soltó una pequeña carcajada.

—Pues gracias —lo guardó en la bolsa.

—¿Eso significa que me perdonas? —estaba un tanto ilusionada.

—Eso significa que algún día, cuando sea un mago famoso, tendrás que ser mi sexy asistente —me guiñó un ojo.

—Eres un pervertido —mi comentario hizo que él comenzara a reír.

Sentí que mi pecho comenzaba a sentirse ligero.

—Vamos —comenzó a andar, pero ahora a mi ritmo.

Podría haber saltado todo el camino hasta el aula.

Para nuestra fortuna el maestro aún no había llegado. Rápidamente tomé mi asiento y Steven el que estaba justo detrás de mí. Estábamos bien. ¿Qué era ese sentimiento de querer siempre estar feliz con esa persona? Solo no quería pensar en esa palabra.

Ahora la presencia de él no me parecía escalofriante o atemorizante. La sensación abrazadora seguía allí pero ahora parecía llenarme de confianza, todo era tan extraño, pero nuevamente pensar en eso no me llevaría a ninguna parte.

La clase terminó y yo comencé a guardar mis útiles cuando él se puso de pie a mi lado.

—Estuve pensando en cómo podrías disculparte —puso el dedo índice en sus labios.

—Te compré un obsequio, ¿recuerdas? —señalé la bolsa.

—La ironía material no cuenta —sonrío de medio lado. —Pensaba en algo más…

No te despiertes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora