VII. ☆ Cerca a la aceptación ☆

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Pero es una teoría que tiene sentido, me dije. Antes de mí, Karma ya había sufrido por el tal Andrew, ya había visto de lo que era capaz su padre y yo sabía que ella odiaba su trato con Ray, era muy lógico que su energía fuera negativa porque tenía que cargar con ese dolor, esa rabia y esa impotencia cada día.

—¿Cómo está Karma ahora? Me refiero... Diego debió decirte qué sintió de ella cuando la visitó hace unos días. ¿Cómo está?

Gris agachó la mirada y respondió en voz muy baja.

—Mal. No se lo dijo a Beth, obviamente, pero a mí sí. Tiene su energía mucho más pesada que el día en que la conocimos. Físicamente está bien y según Diego frente a su padre se muestra muy animada, casi como si nada pasara. Pero su aura... bueno, es como la tuya pero multiplicada por mil. Diego dice que es porque tú todavía lo estás asimilando y no ha llegado lo peor, mientras que ella ya se siente en el hueco final sin salida. Lo siento, Marco.

Gris me soltó para rodearme los hombros y me dejé abrazar en silencio. Asentí para hacerle saber que agradecía que me lo contara, pero no quise decir nada al respecto porque no deseaba hacer una escena de llanto en el gimnasio de Midwest.

—Las cosas mejorarán —aseguró mi amiga—. Ya lo verás. Mejorarán antes de que lo notes... pero mientras tanto cuenta conmigo, ¿sí? Para lo que quieras, incluso si lo que quieres es estar solo, te aseguro que lo respetaré y que estaré a una llamada de distancia cuando sea, donde sea.

Gris apretó más el abrazo que me daba y sentí como si intentara juntar los pedacitos agrietados de mí para devolverlos a la normalidad. Gris era una amiga a la que amaba con todo mi corazón y aunque las cosas se nos dieron de manera no ideal con el tema de Karma y sus recelos mutuos, me quedaba la certeza de que su apoyo sería uno que jamás perdería sin importar qué.

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Los días siguieron pasando sin pena ni gloria. No había una hora del día que pasara completa sin que Karma viniera a mi cabeza, pero consideraba que estaba dando el paso lento hacia la aceptación, al menos durante las horas escolares. Las primeras dos semanas mi atención en las clases era casi nula y me atrasé varias notas, así que con ayuda de Gris y de Beth, la tercera semana empecé a ponerme al día.

Los días eran regulares, las noches eran malas porque en la oscuridad de mi habitación y de mis sueños no estaban mis amigas ni los maestros para distraerme. Pero me iba acostumbrando, mi vida pasó a ser una rutina aburrida pero al menos más llevadera que la desolación total del comienzo.

Había tomado por necesario asomarme cada noche a la ventana y mirar la luna que, llena, menguante o ausente me recordaba los ojos y la mirada de Karma. Tenía mañanas en las que despertaba y por unos segundos me convencía de que ella no existía, que mis sueños la habían inventado y que mi tristeza era pasajera e ilusoria, mas unos minutos después volvía a mi realidad y empezaba de nuevo mi rutina.

Me convertí en un zombi, pero uno funcional que debía atravesar con bien el día a día. Eso estaba bien, supongo, me daba esperanza de que el tiempo lo mejorase todo. Beth no volvió a proponer visitar a Karma y yo no se lo pedí tampoco, sentía que de saber noticias recientes de ella haría que mi corazón y mi mente regresaran al punto cero donde todo dolía a montones en carne viva.

Una noche a mediados de julio el timbre de mi casa sonó. Mi padre estaba ya en su habitación descansando, pero yo seguía en la sala mirando televisión; sin embargo, luego de escuchar el timbre mi padre se asomó al inicio de las escaleras desde donde podía verme para preguntar con la mirada quién podría ser a las casi diez de la noche.

Miré por la ventana de la sala y vi en el jardín la inconfundible moto de Diego, así que asumí que era Gris pese a que desde ese ángulo no veía a nadie en la puerta.

—Solo son Gris y Diego —le informé a mi padre que asintió y regresó a su habitación.

Abrí la puerta y me sorprendió ver solamente a Diego. Observé tras él de todas formas buscando a Gris, pero él me leyó la pregunta en los ojos.

—Cristal no vino, solo yo.

—Oh, de acuerdo. ¿Y esta visita es porque...?

—¿Puedo pasar? Hace un frío de puta madre acá afuera.

Me encogí de hombros y le di paso; lo vi temblando ligeramente y más curiosidad me dio sobre qué hacía tan tarde en mi casa. Lo miré mientras buscaba lugar en uno de los sillones y se frotaba las manos una con otra; al tiempo yo busqué lugar también frente al televisor.

—Primero que nada, te digo que Cristal no tiene ni idea de que estoy acá y agradecería que no fueras un chismoso y se lo dijeras. Segundo, Beth sí que lo sabe y lo apoya.

—¿Algo pasó?, ¿le vas a preparar a Gris una sorpresa o algo?

Diego se inclinó hacia delante para apoyar los codos en sus rodillas. En la penumbra de mi sala y con él todo vestido de negro sumado a su expresión por siempre antipática, daba la impresión de que me diría algo sobre el día próximo de mi muerte o de la muerte de algún familiar. Pensé vagamente que Diego sería terrible trabajando en atención al cliente porque cada cosa que hacía o decía daba miedo.

—No, esto es sobre ti y sobre lo que me parece una locura, pero yo no soy nadie para juzgar.

—¿Qué cosa?

Diego hizo una pausa que me tuvo ansioso, no sé si lo hizo a propósito, pero cuando al fin habló sentí que todos los ruidos ajenos a su voz se desvanecían.

—Tu única oportunidad de estar con Karma. 

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Karma de Estrellas  •TERMINADA•Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz