Capítulo L

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Una semana después:

Berger se encuentra en las oficinas del Vaticano, frente al cardenal. El hombre le entrega un papel. Ambos hablaban en italiano. 

—es una pena lo que ha pasado, cuando me enteré no podía creerlo, era tan joven, ¿cuantos años tenía? 

—veintinueve.

—que Dios lo tenga en su santa Gloria. Enviaré un ayudante para tí, la semana entrante. 

—no, no lo haga, deje que Dios se encargue de buscar un ayudante para mí —dijo con lágrimas en sus ojos—. Tengo que agradecerle el apoyo que me ha dado y por permitir que los restos de Juan, descansen en el Sagrado Corazón del sufragio. 

—era lo menos que podíamos hacer, estoy seguro que su familia querrá trasladar sus restos a Buenos Aires, mientras tanto puede descansar allí. Ahora tú eres el nuevo párroco, ¿estás seguro que podrás hacerlo? 

—que sea la voluntad de Dios, Juan dió su vida por mí y por los pecados del mundo, debo hacerlo, que su sacrificio no sea en vano. 

Se despidieron, con un apretón de manos.

Al salir de allí, Berger se dirigió a la florería, luego con varios ramos en sus manos, caminó hasta la iglesia.
Ingresó hasta el altar, colocó las flores en cada florero y luego se agachó bajo la  figura de Dios, allí estaba la tumba de Juan.
Colocó el ramo de flores sobre el mármol grabado con el nombre de su amigo.
Se arrodilló y lloró una vez más.
Repentinamente escucha unos pasos, alguien había ingresado a la iglesia.
Se pone de pie y ve que en medio del templo se encuentra el padre Joüet.

El rubio corre a él.

—¡padre Joüet, gracias a Dios que está aquí! ¿Donde está Juan? ¿Cuando podré verlo?

—Juan está en el infierno en este momento...

—¡¿Qué?! —lloró el joven aún más—. ¿Cómo es posible?

—espera, no me has dejado terminar la frase, Juan está junto a Jesús en el infierno, están de visita,
Dios debe mostrarle todo, es su voluntad, Juan se encuentra en paz, lo podrás ver cuando estés listo y Dios le dé permiso. No te preocupes, él siempre estará contigo.

—¿puede confesarme? Por favor.

—a eso he venido.

Luego de la confesión, el padre Joüet se despide del joven y le dice que volverá la próxima semana.

Berger, ahora más fuerte que nunca, llevará adelante solo la palabra de Dios. Sabe que las visiones de almas del purgatorio lo acompañarán por el resto de su vida, está dispuesto a ayudarlas sin importar los sacrificios. Toma de ejemplo a Juan, el cual jamás dudó de su fe, a pesar de todo.

Luego de la misa de las diez de la noche, el joven se dispone a cerrar la iglesia.
Con su sotana impecable en todo su esplendor, camina hacia las rejas de la iglesia, las cierra con un grueso candado.
Luego, toma firmemente las dos grandes puertas de madera, una en cada mano, lentamente comienza a cerrarlas pero se detiene. Detrás de él, ya se podía ver el alma de Juan esperándolo en el altar.

Berger alza su mirada, sus ojos celestes se clavan en los tuyos y te dice:

—el tercer lugar es real, ¿estarás listo cuando mueras?

Luego ambas puertas se cierran frente a su rostro.























" ...Te digo que no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo”.

Mateo 5, 25, 26. Lucas 12,58-59








Gracias por haber leído, esta historia, Que Dios te bendiga siempre.

El tercer lugar [Terror]Where stories live. Discover now