Capítulo X

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El joven rubio se acomodó en la banca, y comenzó a contarle lo que instantes antes, le había confesado aquél maduro sacerdote.

-es que... El padre me contó que... Antiguamente, en el siglo XIV, justo aquí donde estamos, había un monasterio de Franciscanos. Ellos se encargaban de recibir y acoger a los peregrinos que venían desde distintas partes de Europa al Vaticano. Al parecer se sospechaba que eran, secretamente franciscanos espirituales. Justo cuando comenzaron a acusarlos de heregía, azotó aún más la peste negra en esta región. Ellos a pesar de todo siguieron recibiendo peregrinos, hasta que al final, el monasterio se convirtió en un hospital, recibiendo a peregrinos y personas afectadas por la peste. Todos los monjes, incluyendo el abad, murieron de peste negra. En 1349. Pero eso no es todo padre Juan, hay algo más extraño aún.

-¿qué padre Berger?-. Preguntó seriamente

-Que el abad de ese monasterio, se llamada Fray Avelino da Bologna.

Hubo un silencio. El viento comenzó a soplar.

-¿cómo qué... Se llama igual que...?-. Dijo Juan entrecortado.

-así es...

-¡no, no puede ser... Aunque... Puede ser otra coincidencia! ¿No? -dijo Juan tratando de convencerse.

Hubo otro silencio.

-no lo sé padre Juan, pero yo no quiero volver a la iglesia, al menos por unas horas -profirió el padre Berger con temor -¿y si son...?

-¿sabe padre Berger? Por un momento lo pensé, pero después lo descarté, es que esos frailes se veían como usted y como yo, de carne y hueso.

-si, lo sé, pero no puedo dejar de inquietarme.

-bueno padre Berger, ánimo, esto debe ser solo otra coincidencia, ¿que le parece si llevamos los ramos de flores a la iglesia? -dijo Juan simpático

-admiro su optimismo padre Juan... Bien vamos.

Ambos se levantaron con los grandes ramos de hermosas flores que tenían  cada uno.

El joven Alemán quería tardar más de lo normal en llegar a la iglesia. Pero Juan le daba ánimos de seguir a pesar de que por dentro, el también sentía algo de temor.

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Llegaron a la parroquia, lentamente abrieron el portón el cuál, ya no se veía sucio ni con telarañas. Se miraron entre sí un poco confundidos. Muy juntos, uno al lado del otro se dispusieron a ingresar cual novias con ramos en sus manos y a paso lento pero firme.

La gran puerta de madera gruesa tallada, crujía provocando una vez más, ese eco tan escalofriante.
Una vez dentro, sus ojos no podían creer lo que veían.

El tercer lugar [Terror]Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora