Capítulo XXIX

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Ese día Juan se encontraba melancólico, había hablado con su madre por teléfono y la extrañaba demasiado, también a su família. Aun así no podía, ni tenía pensado dejar de lado su misión. 

Luego de haber escuchado una vez más ese canto gregoriano que provenía de aquel supuesto sótano, se propuso descansar luego de la misa de las diez de la noche. 

Durmió plácidamente hasta que como a las dos de la madrugada, escuchó un silbido dentro de su habitación que lo hizo despertar. 

Encendió el velador y lo que vió, lo dejó perplejo. 

Una gruesa serpiente negra, se encontraba enrollada a los pies de su cama. 

Pegó un salto del susto, pero aquel reptil se le abalanzó, enredándose entre sus piernas fuertemente. 

Pensó que se trataba de un demonio, por ello, preso de la desesperación, tomó su rosario, el cual tenía en su mesa de luz, y comenzó a orar. 

La gruesa serpiente no perdió un segundo y se enredó en su cuello. Juan se sentía en una auténtica pesadilla. 
Intentaba con todas sus fuerzas sacar a ese reptil de alrededor de su cuello, pero cada vez lo apretaba más y más. 

El pobre joven casi se sentía morir, en su mente pensó… 

"No podrás llevarme, le pertenezco a Dios"

En cuanto dejó de pensar eso, la serpiente se salió de su cuello y se deslizó hacia un rincón oscuro de la habitación. 

Juan lloraba y temblaba del susto. Agradecía a Dios el haberlo liberado de eso. Tosía llorando, mientras apretaba con su mano izquierda, su rosario, con la otra mano tocaba su cuello que aún le dolía sobremanera. 

-¡Atrás transgresor… en el nombre de Dios padre todopoderoso, te ordeno que te alejes de mí y no vuelvas! 

La serpiente comenzó a llorar, su voz era masculina, lloraba sobremanera hasta quedar casi sin aire… entre sollozos le dijo a Juan, desde el oscuro rincón de la habitación:

-si yo te trato así… ¿quién me ayudará? Juan por favor, perdóname. No quise hacerlo 

Juan corrió con todas sus fuerzas, descalzo y preso del terror. Ya no sabía si acaso se estaba volviendo loco, pero llegó hasta el altar y se arrodilló ante Dios. 

Temblando comenzó a orar. Temía que en cualquier momento, la serpiente se le apareciera a su lado, y lo intentara atacar denuevo. 
El pobre sacerdote rezó un rosario y pudo calmarse. Aunque aún seguía temblando del pavor, ya no pudo volver a su habitación. 

Y es que era una locura, una serpiente le había hablado, eso no tenía lógica. Tuvo miedo de estar loco y que el estar en ese lugar, lo llevara hasta lo más profundo de sus pesadillas. 

Se hicieron las tres de la madrugada y el padre Berger apareció listo para comenzar la misa de las tres de la madrugada, pero se sorprendió al ver a Juan sentado en el primer banco de la iglesia, descalzo y con un rosario entre sus manos. 

-padre Juan ¿ha pasado algo? 

El joven argentino lo miró preocupado. 

-padre Berger, usted pensará que estoy loco, pero hace una hora atrás, una serpiente negra se apareció en mi habitación y me atacó. 

-¿qué? -dijo con miedo

-sí, al parecer era… no lo sé, pero creo que era un alma. Su forma era horrible, como una gran serpiente negra con ojos tan rojos como el fuego. 

Berger comenzó a temblar de miedo. 

-Padre Juan, usted no está loco, en este lugar pasan cosas muy extrañas, estoy seguro de que esa entidad, era un demonio -profirió sentándose al lado del angustiado joven. 

-¡Es que, la serpiente comenzó a llorar y después me pidió perdón por haberme atacado, todo esto me está confundiendo, no sé que hacer! -dijo sin poder evitar llorar, mientras se tapaba el rostro con ambas manos. 

Berger frotó una de sus manos, en la espalda de Juan, intentando calmarlo. Luego de unos minutos, comenzaron con la misa. 
Como siempre, al cantar los cantos litúrgicos, se podía escuchar una multitud cantando junto a ellos. Se sintieron acompañados durante toda la misa. 
Luego de terminar, Juan ni siquiera pensó en volver a su habitación, seguía con miedo. 
Asique no tuvo más remedio que descansar un rato en el cuarto de Berger. 

Ambos sacerdotes compartieron la misma cama, y siguieron hablando del suceso aterrador. Acordaron que, en unos días más, irían directamente a la Santa Sede a recibir respuestas, y averiguar el paradero de el antiguo párroco desaparecido. 

Entre los pasillos se pudo escuchar el llanto de la serpiente, que con su amargura, se deslizó hasta el enorme patio y luego se desvaneció. 

El tercer lugar [Terror]Where stories live. Discover now