S T O R M | ❝Deja de buscar los monstruos debajo de la cama. Ellos están en el espejo.❞
¿Qué pensarías si te digo que el fin del mundo será en diez días?
¿Tratarías de evitarlo?
Seguramente habrías hecho todo lo contrario a lo que yo hice.
Y es qu...
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C A P Í T U L O D E D I C A D O A: srtagallagher_
20 Noviembre 1963, Dallas - Texas. 13:02 p.m.
Jude pagó el taxi y bajó del vehículo seguida por número seis, acomodó la falda de su vestido que se había arrugado un poco en el viaje. Con asombro contempló la gran e impresionante mansión que se situaba frente a ella.
—¿Estás seguro de que es la dirección correcta? esto no parece para nada una secta —pronunció la castaña aún embelesada por la hermosa y deslumbrante fachada.
—Si, es aquí —le contestó Ben con ambas manos dentro de los bolsillos de su chaqueta.
—¿Puedo ayudarte? —la voz dulce de una joven de no más de 30 años la hizo bajar de su nube de pensamientos en los que aquel hermoso lugar la había dejado.
Le dio una rápida mirada a Ben, pero como comenzaba a ser costumbre, él había desaparecido del lugar. Maldijo por lo bajo al fantasma que la había dejado sola y volvió su vista a los ojos verdes de la chica que aún esperaba por su respuesta.
—Yo... quisiera ver a su maestro —le dio su mejor sonrisa inocente y aleteo sus pestañas en dirección de la rubia que vestía completamente de color azul cielo.
Ella también le sonrió de forma amable y la guio dentro de la mansión, donde muchas otras personas vestidas de igual manera les sonreían de forma agradable apenas pasaban junto a ellos a forma de saludo.
Todos se encontraban haciendo algo diferente, desde limpiar los retratos de el maestro Klaus, meditar, regar algunas plantas que estaban dentro de la mansión, o sólo charlar entre ellos de forma amistosa seguramente de la sabiduría de su líder.
Todo funcionaba de una forma armoniosa, todos tenían una razón y un lugar el cual llenar y todos estaban plenamente felices de su rol dentro de esa extraña comunidad, tanto, que todas esas blancas y radiantes sonrisas comenzaban a perturbar a Jude.
Nadie puede ser tan feliz, pensó ella.
Finalmente, llegaron hasta una de las grandes puertas donde después de golpear suavemente con los nudillos, la rubia abrió dejando ver en su interior una habitación bastante bien iluminada, con flores por todas partes, algunos muebles antiguos y sobre todo, a Klaus con una bata color vino de rodillas frente a uno de sus retratos abrazándose a si mismo tratando de calmar los escalofríos.
Ah, y Ben también estaba ahí, mirando sus manos con estupefacción.
—Disculpa... ¿Te molestamos en mitad de una plegaria? —le preguntó la rubia con el ceño ligeramente fruncido.
Klaus giró la cabeza hacia la puerta aún temblando, al ver a la castaña sus cejas se arquearon y una sonrisa de oreja a oreja iluminó su rostro.
