Extra II: Un nombre para Jude

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Todo comenzó un 1 de febrero de 1912 en Kingston, Inglaterra

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Todo comenzó un 1 de febrero de 1912 en Kingston, Inglaterra.

Comenzó en una pequeña casa en medio del campo, con un fuego en la chimenea y la peor tormenta de nieve jamás vista en los últimos cincuenta años. Fue casi al anochecer, con el violento tintineo de la campana de viento en el porche y el suave aroma de las amapolas recién cortadas que descansaban en un florero en medio de una pequeña mesa, comenzó con el nacimiento del tercer hijo de los comerciantes de flores más importantes de Kingston, comenzó con el nacimiento de un pequeño niño de cabellos rubios y ojos ambarinos en los que se podía apreciar el brillo de algo que le cambiaría la vida por completo: la curiosidad.

Stefan creció en silencio, sin llorar o balbucear, sin socializar con otros niños, sin tocar los innumerables juguetes que sus padres le obsequiaban. Solamente mirando a su alrededor, como las mariposas se posaban en su ventana, o las motas de polvo se acumulaban en las repisas más altas de los libreros de su hogar, miró como el sol se escondía detrás de los campos de flores y luego se quedó observando como las innumerables estrellas en el cielo llegaban con cada cielo nocturno cuando el péndulo del reloj del pasillo se movía sin dejarlo dormir.

Stefan no habló hasta que cumplió los cinco años, pero incluso para ese entonces, la cosas que podía comprender eran mucho mayores a las de un niño que le doblaba la edad. Apático, solitario, indiferente, esquivo, nervioso, raro. Eran solo algunas de las cosas que escuchó con regularidad mientras crecía. Stefan sabía que era diferente, especial lo había llamado su abuela, pero la verdad es que realmente nunca se interesó mucho en lo que las demás personas tuviesen para decir acerca de él.

Era raro, lo sabía. ¿Qué otro niño habría leído todos los libros de su casa a los siete años?

¿Apático? Solamente no le gustaba que los otros niños fueran increíblemente tontos.

¿Nervioso? ¿Quién no lo estaría si pusieran un poco de atención en el tic-tac del reloj? Cada segundo, cada minuto. Se iba y nunca daba marcha atrás, era aterrador. Discúlpenlo si se ponía un poco nervioso de vez en cuando al saber que estaba diez segundos más cerca de morir.

Sin embargo, la vida de Stefan fue relativamente tranquila (claro solo si descartas a sus dos hermanos mayores que eran algo molestos y ponían ratones muertos en sus zapatos). Su padre era un hombre amable, su madre era una hermosa mujer que siempre colocaba flores nuevas sobre la mesa y tarareaba una bella canción mientras cocinaba, su abuelo le conseguía nuevos libros de vez en cuando, su abuela le dejaba tomar una galleta del jarrón sobre la alacena sin que su madre lo notara y cada mañana cuando se sentaba junto a ella en su mecedora a mirar las flores y disfrutar del sol le daría un pequeño dulce de miel y limón. A Stefan le gustaba estar con su abuela, tenía una voz suave y creía que su cabello blanco se veía bonito cuando daban paseos por el campo, como si fuera otra nube esponjosa en el cielo azul.

Hasta que un día su corazón se detuvo, y los paseos en el campo y los dulces de miel y limón también lo hicieron.

Una noche en especial, cuando miró la fotografía de su abuela fallecida, y luego a su lado las flores marchitas, se percató de que el péndulo del reloj no se había detenido, seguía sin dejarlo dormir y ahora su eco se sentía tan ensordecedor en una casa tan grande. Stefan miró las estrellas por su ventana y se preguntó ¿Por qué?

𝐒 𝐓 𝐎 𝐑 𝐌 | The Umbrella AcademyWhere stories live. Discover now