②⑥ «𝚄́𝚕𝚝𝚒𝚖𝚘 𝚒𝚗𝚜𝚝𝚊𝚗𝚝𝚎.»

2K 276 351
                                    

El pesado aroma del incienso empeoraba las cosas aún más.

Durante toda la mañana recibió los incomodos pesares con una mueca huraña en el rostro. Su abuela tenía el privilegio de no ser molestada, manteniéndose sentada frente al ataúd semiabierto.

Katsuki nunca se puso a pensar en lo querido que fue su abuelo hasta ese momento. Llegaron muchas más personas de las que imaginó que Taichi conoció. Amigos de la adolescencia, antiguos colegas de trabajo e incluso vecinos. Todos igual de canosos y con un vivo buen recuerdo de su abuelo.

La foto que retrataba Taichi era rodeada por velas que ensuciaban el suelo debido a la cera derretida. Esa fotografía era la misma que salía en todos los artículos de herbología que escribió. En ella aparecía con menos marcas de edad y la sonrisa sutil que tanto lo caracterizaba.

Sus padres se encargaron de todo, gracias a los superpoderes de gente adulta, consiguieron un lugar donde velar a Taichi en pocas horas, además del féretro del tamaño adecuado.

Posó su vista en el cajón de madera rodeado de un centenar de hermosas flores. Taichi era un hombre curioso que rozaba lo tétrico, según su abuela había dejado, exclusivamente, las flores escogidas para ese día. La anciana mujer, a pesar de haber sido unas palabras dichas hace muchísimo tiempo, aun las recordaba. Dos arreglos con lirios blancos, amarantos rojos, pensamientos amarillos y hojas frescas de los arbustos que rodeaban la entrada de la casa*

"Todas las flores tienen un significado particular, mucha gente las usa para decir cosas sin palabras directas" Le explicó su abuelo a sus diez años, cuando le preguntó por el enorme libro que revisaba "Aunque, Katsuki, siempre puedes crear nuevos significados"

Kiyohara, levantó la cabeza y terminó de murmurar las palabras que estuvo repitiendo durante bastante tiempo. Katsuki no la interrumpió en ningún momento, ya que parecía estar orando con mucha devoción. Sus abuelos eran una pareja creyente la prueba de esto se encontraba a la entrada del hogar donde te dabas con frente con un sitio dedicado solo a su fe.

En realidad, nadie quiso molestar a su abuela. Tenía los ojos hinchados y labios resecos. Sus padres tampoco la agobiaron con otros problemas, según Masaru debían dejar a las dos mujeres más cercanas a Taichi enfrentar el luto por al menos una semana, a su manera.

La inmensa casa se transformó en un problema. Taichi ya no se encontraba para hacerse cargo de los animales y ya desde antes que esa imponente construcción era demasiado grande para una pareja. No podían dejar a Kiyohara sola. Iba siendo tiempo de venderla

—Es una pena. Ahora se quedó con una casa tan grande, será mejor que se mude cuanto antes.

Katsuki no entendía porque la gente, incluso en esa oportunidad, era tan interesada en los bienes ajenos. Su padre solo respondía con una sonrisa incomoda y cambiaba el tema de la conversación.

Todavía no se atrevía a mirar dentro del ataúd. Aun sabiendo lo que se iba a encontrar y no se encontraba del todo seguro si iba a soportarlo demasiado bien. La última vez que había estado en un velorio fue en su infancia y le provocó tanta impresión que, por accidente tropezó, ocasionando que el ataúd se diera contra el suelo... junto a la persona dentro.

Se ganó un gran regaño por parte de Mitsuki. La mujer que, en ese momento, ni siquiera mostraba fuerza para negarse.

Tantas horas había pasado y aun así mostraba esa mirada fija en un punto inexistente, pronunciaba el mínimo de palabras posibles, asintiendo la gran parte de las veces. Por primera vez, Katsuki podía decir que Masaru era el extrovertido de la familia. Y eso ya era mucho que decir.

Por un Libro (TodoBaku)Where stories live. Discover now