Capítulo 29 | Abejas.

89 17 6
                                    

GIANNA

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

GIANNA

El bullicio de todos los alumnos del taller de redacción es más fuerte que el sonido del autobús encendido. La profesora Ross intenta controlar a los alborotados humanos mientras que yo me mezclo entre ellos buscando a Axel.

—¡Ax! ¿Dónde te metiste? ¡Ven aquí! —grito intentando sobresalir de las conversaciones del resto.

Enojada con mi mejor amigo camino más rápido y recorro los alrededores —sin alejarme demasiado para que no me castiguen o algo parecido—.

—¡Axel Ignacio Kern, ¿dónde estás?! —Es mas un regaño que un grito; o mejor dicho ambas.

—¡Donde no puedes verme! —me responde una voz detrás de mi. Me giro lo más rápido posible y lo veo en la otra punta con mi bendito zapato en manos.

Este chico tiene una manía con robarme mis cosas.

—¡Te estoy viendo, imbécil! —vocifero con un furia.

Corro —con un pie sólo en media, vale aclarar— en dirección a un rubio ladrón que desaparece detrás del vehículo que nos llevará hoy al pueblo cercano.

Voy para el mismo lado y, justo antes de que vuelva a escaparse, lo tomo de la camiseta y lo detengo.

—¡La ropa no, se arruga! —chilla.

—Maldito sapo ladrón —le gruño. Axel se carcajea en mi cara. Sinvergüenza—. Como vuelvas a hacerme otra trampa de esas y quitarme un calzado, te podrías quedar sin descendencia —amenazo con un tono de chiste. Sólo un poco.

Tras una serie de burlas por parte de mi amigo me devuelve mi zapatilla y por fin puedo ponermela.

—Alumnos, ¡acérquense al autobús! —nos llama la profesora.

Nos hace formarnos a todos en fila e ir entregando nuestros pequeños bolsos a uno de los conductores para que ellos puedan ponerlos en la parte del equipaje.

Busco entre la gente a un castaño y logro mi cometido cuando dicha persona acepta mi mirada traviesa y me responde con una sonrisa.

Por favor, órgano palpitatorio, quédate en tu lugar, deja de dar volteretas. Gracias.

Llega mi turno de subir al autobús con Ax pisándome los talones; buscamos asientos juntos y nos ubicamos.

                              [...]

Diez. Esa es la cantidad de ampollas que posiblemente tenga en los pies de tanto caminar. Llegamos al pueblo hace no mucho —cuarenta minutos quizá—, dejamos los bolsos y maletas con las pocas pertenencias necesarias en las cabañas donde dormiremos las dos noches que tenemos por delante, y salimos a recorrer el adorable lugar.

Pero el problema es que no dejamos de caminar y todo el grupo de chicos está más que cansado. Abro la botella de agua que está casi vacía y tomo un trago que baja por mi garganta devolviéndole un poco de vida a mi agotado cuerpo.

Olvidándome de ti ©Where stories live. Discover now