Capítulo 8 | Solicitud.

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PIERO

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PIERO

El sol me quema la espalda mientras camino hacia casa. En la vereda de enfrente veo alumnos y alumnas hablando, y no puedo evitar sentirme triste, porque en los días que llevo en el colegio no he hablado con nadie, ni hice amigos.

La cabeza me da miles de vueltas pensando la situación que viví hoy más temprano en el instituto. Aparte de que le generé mucho daño a Gia, mi regreso y todo lo que hice desde que volví la lastimó un poco más. Obviamente esa no era mi idea, y me duele pensar que le estoy haciendo daño a una persona importantísima para mí, pero no pude evitarlo. Seguramente mi forma de arreglar las cosas no fue la mejor, y la estaría cagando grandemente, pero todo lo que hice fue de impulsivo. Debería pensar más mis acciones y sus futuras consecuencias.

Cuando me faltan menos de dos cuadras, veo a Gianna abrir la puerta de su casa, y mi yo impulsivo propone que vaya a hablarle, pero mi raciocinio hace que me quede donde estoy y siga caminando.

Llego a casa y veo a mamá tarareando una canción en la sala, eso hace que sonría de lado.

—¡Llegué! —digo, cerrando la puerta.

—¡Hijo! —mamá se acerca a mí—. ¿Cómo te fue hoy? —pregunta con una sonrisa.

Desearía poder contarle cosas nuevas, pero mi vida en el colegio es muy monótona.

—Nada fuera de lo normal —le sonrío—. A la tarde iré a la biblioteca del colegio a buscar unos libros para hacer una tarea de biología que tengo pendiente.

—Oh, okey, me alegro por ti —deja un cariñoso beso en mi mejilla, como los que siempre me dio desde que soy pequeño—. Tardaste mucho hoy, ¿se debió a algo? —no lo pasó desapercibido.

—No, nada importante, di un paseo por el instituto porque desde que llegué no lo hice.

Asiente y vuelve a sonreír. Le aviso que subiré a mi cuarto, dejo mis cosas y me cambio. Después de unos veinte o treinta minutos bajo a almorzar.

                            [...]

La alarma de las 4:30 p.m suena, y estoy tan cómodo en mi cama que, intentando apagarla, tumbo el celular al piso. Me levanto rápido y me mareo por la brusquedad. Mierda, mierda y más mierda.

Cuando siento que ya me recompuse, vuelvo a pararme de mi cama y busco en mi armario algo de ropa, un poco más decente de la que llevo puesta, para vestirme, y después de unos diez minutos ya estoy saliendo hacia la biblioteca.

En el camino, me permito disfrutar de la suave brisa que es protagonista de esta tarde. Cierro los ojos y me relajo cuando la siento en mi rostro y a la vez despeinando mi cabello.

Mi cabeza da tantas vueltas en cuanto a Gia, que por lo menos necesito relajarme por fuera. Ella hace acto de presencia en todos los momentos de mi día, incluido ahora, que imagino su risa cálida y contagiosa.

Olvidándome de ti ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora