La oscuridad del bosque era alumbrada solo por la luna brillante. Las gotas de agua caían pacíficamente, acompañadas por el viento y de los arbustos apareció una loba blanca como la nieve, pero ahora mismo estaba empapada y lastimada. El pelaje tenía manchas por el lodo entre sangre. Estaba triste, mantenía la cabeza baja y la cola entre las patas.
Miró al cielo cuando finalmente llegó a la cima de una montaña. Sus ojos de color azul brillaron al instante y seguido, se transformó en humano. La chica soltaba gritos de forma desesperada mientras daba golpes a la húmeda tierra.
—¿Por qué?—Preguntó mirando a la luna. —Ellos no lo merecían, nunca hemos hecho daño a nadie. Dime porqué... —Las lágrimas no se detenían, el dolor en su pecho era inmenso, había perdido absolutamente todo; Su familia.
Luego de minutos en absoluto silencio, se levantó y secó cualquier rastro de tristeza en la cara.
La luna era opacada por nubes, la tormenta apenas empezaba.
No sabía a donde dirigirse, no había lugar seguro en ninguna parte. La iban a encontrar.
Decidió adentrarse al bosque nuevamente con truenos de fondo, indicando que la noche para ella iba a ser sumamente larga.
Aún con el dolor, se transformó y mantuvo una pequeña esperanza en el fondo de su corazón, esperando que haya una luz al final del tunel.
El bosque era tenebroso. Los relámpagos alumbraban figuras extrañas que la hacían sobresaltar. Intentaba pensar en algo, algo que la salve pero estaba sola, no tenía a nadie y los lobos sin manada normalmente mueren. "Tal vez sería lo mejor" Pensaba, aunque no eran los únicos. Ella vivía con su familia conformada por su madre, padre y hermana. Hace años que se alejaron de todos, formando una vida sin peleas o guerras.
Del otro lado se encontraba Lancelot. Caminando sin temor en busca de "La bruja sangre de lobo"
Aquella 'Pequeña' loba escuchó sus pasos y con curiosidad comenzó a seguirlo. No sabía quién era, pensaba en alguien normal por no vestir de rojo.
Después de todo, no tenía a quién más seguir.
El monje pudo escuchar cerca un par de ramas crugir y del cielo ya comenzaban a caer gotas nuevamente con más intensidad.
Lancelot sacó su espada con toda la suavidad del mundo, intentaba concentrarse en el sonido independiente del clima.
Volteó al sentir que ya estaba en la espalda. Frunció el ceño al ver un pequeño lobo color gris mirándolo fijamente para luego aullar.
Sabía que nada bueno podía esperar por lo que comenzó a correr, iba a matarlo pero no serviria de nada, los más grandes ya estaban en camino pero era tarde, una manada de lobos lo tenía rodeado gruñendo esperando un despiste por parte de él.
Dispuesto a matarlos con espada en mano, cada vez se acercaban más, hasta que un relámpago chocó en una montaña, alumbrando por unos segundos a la Loba blanca. Resaltaba de más sus ojos azules, y por primera vez, el monje sintió un poco de temor porque era casi de su tamaño, ¿Cómo iba a lidiar contra eso? Mirando sorprendido, estaba dispuesto a pelear igualmente.
La loba aulló para después saltar desde la montaña hasta él, dejándolo debajo, sus dos patas agarraban las manos de Lancelot para que no pudiera hacer nada.
Rugió en lo alto dando a saber que él era su presa con autoridad y los demás lobos asustadizos, comenzaron a retirarse con la cola entre las patas, soltando pequeños chillidos.
Intentaba salir de su agarre pero era demasiado fuerte y grande.
La loba lo observó comenzando a olfatear su cara mientras Lancelot seguía intentando safarse. Ella le dió la última mirada mientras de a poco lo dejaba en libertad. Él miró confundido cuando derrepente la loba comenzó a transformarse en una jóven
, pelo castaño ondulado, ojos azules y buen cuerpo. Él lo notó porque estaba completamente desnuda, sentada encima a horcadas.
Por instinto, Lancelot la empujó haciendo que ésta se retorciera de dolor en el suelo.
