8. francotirador

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Keith y Lance dejaron la moto en el aparcamiento ya repleto detrás del carnaval. Desde allí, ya podían distinguir el típico olor de la comida de feria mezclado con el nauseabundo aroma de animales de granja, un olor familiar que se hizo más y más fuerte a medida que avanzaban a través de los otros coches del estacionamiento para llegar a la entrada. Keith miró a Lance por el rabillo del ojo. Los ojos del moreno estaban tan grandes como platos, y sus labios ligeramente separados por el asombro. Keith sonrió para sí mismo: esperaba que Lance se divirtiera.

—Hola —dijo Keith de repente, volviéndose hacia Lance—. ¿Puedo echarle un vistazo a tu cartera un momento?

Lance arqueó una ceja.

—¿Mi cartera? ¿Por qué?

Keith extendió su mano.

—Solo confía en mí.

Cautelosamente, Lance cogió su cartera de su riñonera y se la entregó a Keith. La cartera era simple, solo eran algunos pliegues de cuero, pero estaba muy gastada y obviamente era bastante vieja. Keith la colocó rápidamente en su bolsillo trasero, sonriendo encantadoramente a Lance antes de continuar hacia la feria.

Lance, desconcertado, aceleró el paso para alcanzarlo.

—Keith, ¿qué...? ¡Devuélveme mi cartera! —Keith siguió sonriendo y caminando.

—Esto es venganza, bicho raro. —Lance arrugó la nariz ante el nombre.

—¿Venganza por qué? —preguntó incrédulo.

—Por mi café del otro día —respondió Keith sin perder el ritmo.

Lance gimió, mirando su cartera (y el culo de Keith).

—No te dejaré pagar por todo esta noche —le informó inútilmente. Keith sonrió.

—¿Y qué vas a hacer al respecto, cariño? —preguntó sedosamente.

La boca de Lance colgaba abierta. No estaba acostumbrado a que aquel precioso chico de las greñas fuese tan directo. ¿Así era Keith realmente? Si era así... Lance definitivamente no estaba decepcionado.

De todos modos, aquel juego no era solo para uno y Lance se estaba muriendo por jugar. Había pasado un tiempo desde que había conocido a alguien tan interesante como Keith y quería ver hasta dónde podía llegar.

Sin previo aviso, Lance se volvió hacia Keith y, en un movimiento fluido, apretó la sudadera de Keith en sus puños y lo empujó contra un camión aparcado a su lado. El aliento de Keith dejó sus pulmones y sus ojos se encontraron con los de Lance. Maldijo en silencio. Seguía siendo más bajo que Lance, incluso con sus botas Air Force.

Los ojos de Lance eran oscuros y cautivadores, de un azul brillante y tormentoso enmarcado por largas y espesas pestañas. La expresión del moreno era de pura mofa. Se inclinó hacia adelante, sus labios rozaron la oreja de Keith y enviaron un escalofrío por su columna vertebral.

—Dame mi billetera, greñas —susurró Lance en voz baja y ronca.

Keith dudaba que pudiera moverse. Estaba cautivado por la pura presencia del cuerpo de Lance y ni siquiera sabía si estaba respirando. Lance estaba muy cerca, su aliento caliente en el cuello de Keith, sus puños presionados firmemente contra el pecho de Keith. Nadie había actuado así con él. Nunca se había sentido así antes. Nunca había sentido nada parecido a esto. Era extraño, pero joder, se sentía bien.

Keith ni siquiera había procesado las palabras de Lance hasta que volvió a hablar.

—¿No? Lo haré por ti, entonces —ronroneó Lance, haciendo que los ojos de Keith se abrieran. Sus piernas comenzaron a flojear y sintió cómo sus rodillas comenzaban a temblar. La mano derecha de Lance soltó la sudadera de Keith, deslizándose lentamente por el pecho de Keith, sus abdominales, más y más hasta que...

BEAT DROP. klanceWhere stories live. Discover now