4. ejercicio

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—Una vuelta más —Shiro instó a Keith a continuar, sin perder el ritmo. Keith estaba a punto de arrebatarle de un golpe aquella sonrisa del rostro del mayor. No era justo que Shiro se viese tan bien cuando estaba corriendo (e incluso le gustaba) y Keith parecía que podría desmayarse en cualquier momento. Keith soltó una serie de improperios, pero asintió y movió sus gelatinosas piernas por la pista.

—Bueno, y ¿quién es ese tal Lance? —preguntó Shiro con indiferencia.

Keith se encogió. Debería haber sabido que Hunk le contaría lo de Lance a Shiro antes de que él mismo pudiese. No era culpa de Hunk, pero sabía que Shiro le iba a molestar con preguntas y, sinceramente, hablar y correr no eran una buena combinación para los doloridos pulmones de Keith.

—Nadie.

Shiro suspiró y golpeó a Keith ligeramente en el hombro, lo que casi lo hizo caer en su débil estado.

—Shiro, me has hecho daño. —Keith se puso serio y Shiro se echó a reír.

—Bueno, estás reteniendo información importante.

Keith y Shiro no solían hacer ejercicio por la tarde. A Shiro no le gustaba que el sol todavía estuviera lo suficientemente alto en el cielo como para irradiar una buena cantidad de calor y a Keith simplemente no le gustaba. Normalmente, quedaban en el YMCA local a las 6 de la mañana, corrían algunos kilómetros juntos, estiraban y luego se separaban. Shiro nadaba durante una hora y Keith subía al gimnasio para hacer pesas. Sus bíceps aún estaban bastante delgaduchos, pero desde que Shiro comenzó a obligarle a ir al gimnasio cuatro o cinco días a la semana, dormía mejor y se sentía mejor y... en fin. Sin embargo, Keith nunca lo admitiría ante su amigo; odiaba que Shiro tuviese razón.

Afortunadamente, la tarde no era demasiado calurosa, por eso Shiro había llamado a Keith a aquellas horas para entrenar. Keith supuso que Shiro sería probablemente la única persona con la que correría alguna vez. Le daba vergüenza ya que corría en público, pero los increíbles abdominales y los músculos de la espalda de Shiro le hacían sentir mejor, sabiendo que si alguien les miraba, estaban mirando a Shiro. Desafortunadamente para las chicas universitarias que se reían cuando Shiro pasaba, el hombre era completamente ajeno a cualquier tipo de coqueteo.

Takashi Shirogane era un estudiante de medicina de 23 años que Keith había conocido en la escuela secundaria. Hasta entonces, Keith había sido una especie de perdedor sin amigos, pero Shiro se interesó en él y le molestaba a diario. Finalmente, el mayor sacó a Keith de su caparazón y, bueno, el resto era historia. Habían sido mejores amigos desde entonces y, cuando Shiro se mudó a la costa para estudiar, Keith fue con él. Era conveniente que la escuela de medicina a la que asistía Shiro estuviese a solo 20 minutos del arboreto y de la universidad de Keith, por lo que podían verse con frecuencia. Durante el año escolar, era un poco más difícil porque casi siempre estaban trabajando o en clases, pero siempre se hacían tiempo el uno para el otro.

Keith sabía que le debía mucho a Shiro. Estaba en un lugar horrible cuando Shiro lo conoció y había recorrido un largo camino desde entonces, probablemente gran parte de ese desarrollo surgió de la actitud positiva y el estímulo constante de Shiro. Keith no era una persona blanda ni emocional, ni mucho menos, pero se aseguraba de que Shiro supiera lo agradecido que estaba por su amistad.

Aparte de Shiro, Hunk y Pidge, Keith no tenía muchos amigos. Había personas en la escuela con las que sabía que podía hablar y chicos que le saludaban si pasaban por el campus, pero a Keith le gustaba ser una especie de lobo solitario. De todos modos, siempre había sido más introvertido, y sabía que los amigos que tenía le apoyaban y eran leales hasta el final. Eso era todo lo que necesitaba.

BEAT DROP. klanceWhere stories live. Discover now