Capítulo 69

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Itagar caminaba por uno de los túneles abandonados que llevaban a la superficie bajo la protección de la invisibilidad mientras se movía con cautela sin perder de vista los filosos cristales que crecían imitando plantas de las paredes rocosas a su alrededor. La idea principal para tomar tal ruta había sido evadir las patrullas de guardias imperiales que recorrían la salida principal buscando a la Sombra de Kaesir, el elocuente apodo que le había sido otorgado al responsable de las muertes en el Templo de Loth… en otras palabras, su nuevo apodo. Sin embargo, el que la actual ruta estuviera desierta no la hacía menos peligrosa.

Después de todo, había sido abandonada por dos buenas razones. La primera eran los cristales azulados que se formaban en las paredes, techo e incluso en el suelo del túnel, dándole el nombre del camino de los espejos. Estos eran una trampa mortal a pesar de lucir hermosos e inofensivos pues sus delicadas bases podían romperse a la menor vibración, convirtiendo a los cristales que colgaban del techo en lanzas ansiosas de empalar a viajeros descuidados. La segunda, en cambio, era más una leyenda urbana que un verdadero peligro. Se rumoraba que el camino de los espejos era el hogar de un monstruo mitad drow, mitad araña que protegía un enorme nido de arácnidos gigantes como si se tratara de su progenie. Él no estaba seguro de cómo tal rumor había comenzado, pero luego de una decena de desapariciones la gente había dejado de utilizar esa ruta para entrar y salir de la Ciudad Oscura.

Y ahora la estoy usando yo para escapar de las autoridades. Al menos el drider no ha aparecido para devorarme aún, pensó mientras luchaba para contener sus deseos de reírse.

Sin importar de dónde provinieran, las personas siempre inventaban los cuentos más increíbles para explicar sus miedos sin parecer idiotas. Los driders eran tan irreales como el cuco con el que los midgardianos asustaban a sus niños. La única diferencia era que los magos de su gente sí habían tratado de crear tales monstruos en un intento por replicar la apariencia despiadada de su diosa, sin embargo, ninguno de sus experimentos dio frutos alguna vez.

Una pena en realidad porque criaturas así en su ejército los harían invencibles. ¿Una araña gigante con el cerebro para usar una espada y magia? Sus enemigos huirían despavoridos con tan solo verlos.

Itagar se ajustó el bulto que llevaba en su espalda, lleno con provisiones y las uvas que añoraba Adara, cuando vio una figura rodear un grupo de cristales que nacían a los pies de una enorme columna mineral. Sus manos fueron de inmediato a las dagas de hierro negro amarradas a cada lado de su cintura y sus pies se separaron instintivamente, tomando una postura de defensa.

—Soy yo, Itagar.

La asustada voz de su duendecilla hizo eco en el túnel, provocando que él relajara su postura y levantara su vista a los cristales que colgaban del techo en alarma mientras ella corría a su encuentro. La ahora inmortal saltó a sus brazos, envolviendo las piernas alrededor de su cintura y los brazos en su cuello antes de besarlo con pasión. Tomado por sorpresa, permitió que la lengua de ella entrara en su boca para acariciar la suya a la vez que se aferraba a él como una serpiente que intenta devorar a su presa.

—Te necesito —murmuró ella entre besos mientras se rozaba contra la armadura que cubría su ingle—. Necesito que dejes un bebé en mi vientre.

Esa simple oración fue como un balde de agua fría a su libido.

Rompiendo el beso, el drow le agarró la barbilla a la mujer con la mano izquierda y la observó. El rostro era el mismo excepto por dos cosas muy importantes: los tatuajes de Loth eran inexistentes y el cabello era todo azul con solo las raíces negras. La criatura en sus brazos era una copia exacta de Adara cuando se conocieron hacía tres semanas, si se contabilizaba con la medida de tiempo de Svartálfaheim.

—¿Quién eres? —gruñó entre dientes mientras desaparecía en el aire, haciendo que el ser cayera al suelo rocoso con un aullido de dolor al golpearse el trasero, y reapareció tras ella, ahora todo visible—. No cualquiera ve a través de mi hechizo de invisibilidad.

El doble de su sar’gek se levantó, sacudiendo una túnica oscura y llena rasgaduras que de seguro la había ayudado a esconderse entre los callejones del barrio pobre, antes de arquear una ceja negra mientras reía entre dientes. Lo miró de arriba a abajo y se mordió el labio, mostrando el deseo que se reflejaba en aquellos irises azules.

—¿Tan mal lo hice? Había un tiempo en que te morías por mis atenciones —dijo la criatura, caminando alrededor de él y esbozando una cruel sonrisa cuando sus ojos plateados se abrieron en sorpresa.

—No, no es posible —Itagar dio dos pasos hacia atrás, meneando la cabeza de lado a lado—. Yo te arranqué el corazón, lo tuve entre mis dedos y…

—Y lo exprimiste como si de una fruta se tratase —terminó la mujer, quien se hallaba frente a él de nuevo—. ¿Lo disfrutaste? Todo fue una ilusión, querido —dijo, acercándose hasta tomar la mano del exgeneral entre las suyas y llevarla a la máscara humana que portaba—. Una compleja ilusión que me llevó mucho tiempo lanzar, pero que me dio el tiempo suficiente para escapar con vida.

—No —respondió el elfo casi en un suspiro.

—Sí, amor, pero estoy dispuesta a perdonarte si vuelves a mí, Itagar —Frotó aquel rostro falso contra la mano del elfo, sintiendo la suavidad de los guantes de seda arácnida que él portaba y deseando que el contacto fuera de piel a piel—. Todo será perdonado… el que me traicionaras con otra humana, el que atacaras mis guardias, incluso el que intentaras asesinarme. Todo será perdonado si vuelves a mí y me embarazas —hizo una pausa, estremeciéndose tan solo de imaginarlo y percibiendo cómo su ropa interior se mojaba en respuesta—, eso es todo lo que debes hacer y a cambio la dejaré vivir. Es más, puedes tenerla como esclava si te da la gana, lo único que debes hacer es entregarte a mí.

Detrás del Espejo (Generales Oscuros #1)Where stories live. Discover now