Capítulo 16 ✔

299 29 7
                                    

N/A: Usualmente no pongo las notas acá arriba, pero lo hice para recordarles que nos quedamos a mitad de un recuerdo de Itagar. Sus memorias de lo que sucedió con Yira, la hechicera a la que Adara se parece y cuya foto se encuentra en la multimedia. Y ahora comienza el capítulo... ¡Feliz mes de las brujas!
********************

El general apretó los dientes ante la testarudez de su ama y se dirigió hacia la hechicera. Agachándose frente a la joven, rodeó aquel rostro con sus manos y lo levantó para que sus miradas se cruzaran. Ella intentó zafarse de su agarre, pero él lo impidió y le ordenó que no cerrara los ojos.

Como había predicho, al buscar dentro de su alma por algún acto impío que pudiera condenarla ante Loth, Itagar no halló nada más que inocencia y un pozo de magia tan puro que sólo podía significar que la chica descendía de los dioses mismos. ¿Podría ser esa la razón del desprecio y crueldad que la sacerdotisa exhibía hacia la joven humana?

Fuera por las razones que fuera ese desprecio terminaría siendo la perdición de Yira si él no lograba convencer a su ama de la verdad.

-Acabo de ver su alma y no hallé ni un solo pecado por el que la diosa pudiera castigarla, su Exaltadísima -aseguró el general, abriendo los grilletes con un ademán de su mano sin esperar a que la sacerdotisa se lo ordenara-. No hay razón alguna para retenerla; debe volver a la superficie.

-Claro que ha cometido un pecado -murmuró la elfa mirando con odio cómo su amante favorito se acercaba a la mortal-, y es el peor de todos. Esa mosquita muerta ha logrado que un drow la ame.

Los ojos plateados del guardia se agrandaron por un brevísimo instante, que no pasó desapercibido por su acompañante, sus mejillas se volvieron más oscuras y terminó clavando la vista en el suelo. Su secreto había sido descubierto.

-La Ar'gik Chysmallar no condena... -comenzó él, pero fue interrumpido con brusquedad.

-Las leyes antiguas sí y yo no pienso desobedecerlas -La voz de la Gran Sacerdotisa de Loth se volvió fría y cortante; como si el hielo hubiera reemplazado sus cuerdas vocales. Materializó una daga, cuya hoja tenía grabadas las imágenes de una araña, un murciélago y una serpiente, y se la tendió al elfo que había destrozado su corazón-. La ley dicta que ambos deben morir, sin embargo, debido a los servicios que has prestado hasta el momento, estoy dispuesta a perdonarte la vida si la asesinas a ella -decretó, señalando a la hechicera humana con la punta de la daga.

El color negro de la piel del elfo pareció tornarse gris mientras miraba a su ama como si se hubiera transformado en una elfa de luz frente a sus ojos. No podía creer lo que acababa de escuchar. ¿Tan ciega estaba su sacerdotisa? ¿Se atrevería a ir en contra de la propia Señora de los Ojos Brillantes sólo para probar que no estaba equivocada?

-No, no lo haré. Prefiero morir -dijo, negando suavemente mientras formaba un muro con su cuerpo entre la débil muchacha tras él y la drow que echaba chispas en frente.

-No me obligues a hacerlo, Itagar.

Los irises de su querido general se volvieron cromados con una fina banda rosada a la misma vez que unas ráfagas de viento comenzaron a girar en torno a la inaceptable pareja. Sus ojos se achicaron y apretó la mandíbula. ¿Cómo te atreves a traicionarme con tanto descaro?

-Mi respuesta no cambiará -sentenció él entre el ruido del viento que poco a poco aumentaba en intensidad.

-Recuerda que fue tu obstinación la que forzó mi mano. Mata a la humana ahora, Yis L'Itagar Gamel'le -ordenó la Gran Sacerdotisa de Loth con una media sonrisa dibujándose en sus labios pintados de escarlata y el cabello dando latigazos por el viento mágico.

Las paredes del calabozo parecieron cerrarse sobre Itagar, aplastando tanto su corazón como la esperanza de poder salvar a su hermanita humana de aquella situación. Los vientos que había convocado se desvanecieron cuando su concentración falló por la lucha interna entre sus deseos y la imposición mágica que lo obligaba a acatar la orden de su ama.

«Darle tu nombre a otro es darle poder sobre ti.» Las palabras de su madre hacía siglos atrás retumbaron en su cabeza como si su consciencia tratara de torturarlo aún más.

¡Qué imbécil había sido al confiarle su nombre verdadero a esa bruja de sangre fría! ¡Fue asquerosamente inocente pensar que la sacerdotisa no usaría esa información en su contra! Y ahora pagaría las consecuencias por su estúpida decisión.

Sus pies se movieron por sí solos, girando sobre sus talones para quedar de frente a la chica mientras levantaba la mano derecha con la palma hacia arriba esperando que su ama le entregara la daga ceremonial. Cuando sintió el gélido metal contra su piel, cambió el arma a la mano izquierda y apretó la empuñadura hasta que sus nudillos se tornaron grises. Ojos azules, tan profundos que lucían como zafiros, lo miraron con tristeza mientras él se agachaba, para estar al nivel de aquellos irises del color del océano, observando la hoja plateada en sus manos como si de la peor escoria se tratase.

-Mátala ya, Yis L'Itagar Gamel'le.

El elfo respiró hondo, levantando la vista al oscuro techo del calabozo para luego retornarla a su víctima. Sus ojos se humedecieron al ver las lágrimas de ella dejar marcas sobre sus sucias mejillas. Él no quería lastimarla, pero la necesidad de acatar las órdenes de la Gran Sacerdotisa estaba comenzando a causar estragos en su cuerpo. Un puñal parecía hundirse en su pecho cada vez que respiraba.

-Hazlo, Itagar -Yira le suplicó en un hilo de voz-. No quiero que la magia antigua te lastime por intentar luchar en su contra.

Ella puso una mano sobre su mejilla y le dedicó una triste sonrisa antes que el drow hundiera la daga en su estómago. Las lágrimas que intentaba retener se liberaron mientras observaba al rostro de ella dibujando una mueca de agonía, sacó el arma de la joven sólo para enterrarla una vez más. A lo lejos escuchó la risa de la sacerdotisa y su alma gritó, suplicándole que parara, pero ya era muy tarde... ya no podría detenerse; no cuando cada apuñalada aliviaba el dolor en su pecho.

Detrás del Espejo (Generales Oscuros #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora