Capítulo 66

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Adara respiró hondo. Tales palabras, sumadas a la profundidad de los sentimientos que fluían hacia ella debido al aramek’lam y a su reciente roce con la muerte, lograron que su control se derrumbara al suelo y las lágrimas, que había luchado para contener desde hacía días, se derramaran en una cascada de pura emoción. Ambos habían sufrido tanto y superado tantas pruebas en el corto tiempo desde que se conocieron, que no podía más que llorar de alegría al saber que finalmente podían estar juntos como ambos anhelaron desde el principio.

Percibiendo la perturbación de su niña, el exgeneral levantó la cabeza para encontrarse su rostro rojo y mojado por las lágrimas. Su respuesta fue regalarle una mirada triste antes de envolverla en sus brazos, apretando todo lo que era capaz sin lastimarla.

—Te amo, Adara. Mi vida nunca tendrá sentido si tú y ese bebé no están en ella.

La respuesta de la chica fue sollozar y agarrarse con fuerza de aquellos hombros masculinos mientras su cuerpo se sacudía con su llanto. Luego de largos minutos, ella recuperó el control sobre sus emociones y, sonriendo, posó sus labios sobre los del elfo, disfrutando de su suavidad.

Sin embargo, el momento fue más breve de lo que ella hubiera deseado pues él se apartó de pronto con los músculos tensos y la mirada atenta a la naturaleza a su izquierda.

—¿Qué sucede, Ita? —preguntó la joven, mirando con recelo los relucientes arbustos y árboles en los que él se hallaba concentrado.

El aludido retornó su mirada a su colmillo antes de masajearse la parte trasera del cuello, moviendo su pesada trenza de lado a lado.

—Pensé que algo nos acechaba, pero solo son pixies teniendo sexo.

—¿Qué? —Adara volteó el rostro hacia la izquierda, intentando divisar algo entre las sombras oscuras de la noche o, al menos, escuchar otra cosa que no fuera la cacofonía nocturna usual, la cual esperaba que solo fueran inofensivos insectos, mas no tuvo éxito—. ¿Cómo lo sabes?

—Puedo distinguir sus gemidos de placer —respondió él, golpeteando la punta de su oreja con su dedo índice antes de aferrarle la muñeca—. Ven, en la posada me dijiste que querías vivir en la superficie, pero yo conozco un lugar que nos puede mantener contentos a ambos. Además, Cerias y mis carceleros ya están muertos así que nadie más conoce de su existencia excepto nosotros. Tampoco está conectado por ningún lado a la Ciudad Oscura por lo que no tendrás contacto con otros drows a menos que vayas a la ciudad.

La mujer se detuvo de inmediato, obligándolo a que hiciera lo mismo. No estaba segura, pero creía haberlo escuchado insinuar que se dirigían a su cárcel privada, aquel sistema de cuevas donde se habían conocido.

—¿Tu gente no lo usa como prisión?

El drow se giró hacia ella y le acarició una mejilla mientras le capturaba la mirada con aquellos irises metálicos que parecían lumbreras en la noche.

—No temas, mi colmillo, no permitiré que nada te lastime, mucho menos ahora —Se inclinó sobre ella rozando sus labios en algo menos que un beso, pero más ardiente que uno. Él podía sentir cuán rápido su miembro crecía dentro de sus pantalones de cuero marrón—. Originalmente iba a ser mi hogar junto a Yira, pero la sacerdotisa se enteró y terminé encerrado en lo que iba a ser un regalo para mi hermana.

—¿Hermana?

—Yira era humana, sin embargo, yo la amaba como si compartiera mi sangre —Levantó el rostro hacia las estrellas por unos segundos y se volvió con una sonrisa hacia la mujer que le recordaba a la hermana de alma cuya muerte aún atormentaba su alma—. Yo te serviré de guía en la oscuridad y si no te sientes cómoda o no te gustan mis viejas cavernas, buscaremos otro lugar para establecer nuestro nido de amor.

Suspirando, ella asintió y se dejó conducir entre el follaje.

****

El brillo perlado de una cascada la recibió al internarse en aquella cueva, la cual iluminaba la mitad de una cámara que ella recordaba muy bien. El cuarto de su chico seguía igual que la primera vez que había pisado aquel lugar.

La hermosa cascada y el pequeño estanque de brillantes aguas perladas se encontraba a su izquierda como un faro que la llamaba a la relajación. Una sonrisa curvó sus labios antes que sus ojos bebieran más de la familiar recámara. Su alegría se desdibujó de su rostro una vez sus orbes cayeron sobre la formación rocosa que se alzaba unos pies más allá de la cascada. La estalagmita convertida en mesa mostraba una grieta no muy honda que se alzaba como una serpiente desde el suelo hasta el centro y que ella no recordaba haber visto antes. ¿Acaso había sido el resultado del ataque de la difunta sacerdotisa o siempre estuvo allí?

Itagar apareció a sus espaldas segundos antes que algo se moviera en la sección oscura de la cámara. Un grito ahogado se escapó de sus labios y apuntó con un dedo tembloroso a la esquina mientras se aferraba al antebrazo del elfo como si su vida dependiera de ello.

—Tranquila. No tienes por qué temerme, Adara Liz Luciano Mendoza —clamó una melodiosa voz femenina antes que un rostro etéreo emergiera de las sombras—. Soy Loth, la diosa a la cual le sirve tu esposo.

—¿Itagar? —llamó Adara, apretando levemente a su drow, pero sin quitarle los ojos a la fémina frente a ella.

—Es cierto, sar’gek. Estás frente a la Señora de los Ojos Brillantes.

La mujer delante de ella parecía una drow cualquiera con la característica cabellera blanca y piel oscura, lo único que la separaba de sus seguidores eran los ojos negros como pozos de alquitrán y el brillo diamantino que despedía su piel. Por supuesto, tampoco podía olvidar la inmensa aura de oscuridad rodeando a la deidad, la cual hacía que sus piernas se sintieran como gelatina y la forzaba a sostenerse de Itagar para poder mantenerse en pie. Un aura que asaltaba sus instintos, identificando a Loth como un depredador y despertando una intensa necesidad de huir lo más lejos posible de la diosa.

¿Cómo Itagar podía considerar bondadosa a esa fémina cuando su mera presencia despertaba un miedo primordial en sus espectadores? ¿O acaso aquel terror en sus huesos era cosa de humanos?

Detrás del Espejo (Generales Oscuros #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora