Capítulo 55

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Luego de un rato, el dueño de aquella hermosa voz intercambió algunas palabras con su hermano y de un momento a otro, sus apariencias cambiaron por completo. Frente a ella se hallaban dos jóvenes criaturas que parecían salidas de un cuento de hadas en vez de dos adolescentes rubios. Su cabello había cambiado a un tono caoba que imitaba a la sangre cuando era iluminado por los rayos de sol que se colaban entre las copas de los árboles. Sin embargo, lo más impactante era su piel. Por todos lados donde sus ropas no los cubrían, el color violeta grisáceo era salpicado por una variedad de manchas de distintas formas y tamaños en el tono pálido de su coloración humana.

Lucían como caballitos pintos.

No. Era casi como si padecieran vitíligo.

Sin poder evitarlo, sus dedos se acercaron a la mano que sostenía su otra muñeca y rozó sus yemas sobre las pálidas manchas que salpicaban los nudillos hasta extenderse al dorso de la palma. El extraño elfo se detuvo de inmediato y volteó hacia ella, dándole vista de primera plana a unos orbes tan rojos como la sangre fresca, sin blanco ni negro por ninguna parte. 

—¿Qué sucede, señorita Luciano? —preguntó Arian con el entrecejo fruncido por la preocupación.

Ella no respondió, pero ladeó la cabeza y tendió la mano hasta tocarle la mancha que le rodeaba el ojo izquierdo. Sus ojos aguamarina se abrieron antes que una sonrisa le surcara el rostro de lado a lado, iluminándola con un brillo de absoluto deleite.

—Pareces un poni pinto, Ary —dijo la maestra entre risitas.

Mordiéndose el interior de su mejilla, Arian apartó la vista de la mortal en busca de su gemelo, quien estaba a un par de metros, recostado del tronco de un gigantesco roble.

—Creo que se te pasó la mano al hechizarla, hermano.

Aaron soltó un bufido.

—Claro que no. Solo está drogada por la magia, estará bien una vez le levante el hechizo —Hizo un ademán con la cabeza en dirección a la mujer—. Mantenla vigilada mientras yo activo la brecha estelar.

—Aaron, ¿qué haremos si al levantarle el hechizo ella quiere volver con el drow? —inquirió el menor mientras su maestra continuaba trazando el patrón de su piel totalmente maravillada.

—La mantendremos encerrada hasta que se enamore de papá. No debe de ser tan difícil olvidar a un engendro de las tinieblas —terminó con una media sonrisa, sus ojos tomando un brillo malicioso y se dirigió a unas viejas ruinas de piedra envueltas en enredaderas.

La estructura parecía parte de un castillo medieval europeo, específicamente los restos de una pared, la cual exhibía un tipo de entrada en el medio. Un arco con nudos celtas a modo de adorno enmarcaba la estilizada abertura que asemejaba a una triqueta con círculo estirada, dejando ver la arboleda que se extendía tras la olvidada ruina. Las enredaderas subían la pared desde el suelo, atravesando el arco anudado hasta abrazar la triqueta, adornándola con una miríada de hojas en verde monte, lima y esmeralda.

El lugar vibraba con energía antigua y poderosa, remanente de civilizaciones que habían sido confundidas por dioses y otras que sí lo eran.

Aaron se arrodilló frente a la reliquia del pasado mientras sus ojos irradiaban brillo rojizo y sus labios entonaban una canción en el olvidado dialecto de los Vanes. El arco anudado comenzó a iluminarse en un tono azul cielo y un sonido de chisporroteo provino de la triqueta hasta que una pequeña esfera, del mismo color con que brillaba el arco y la cual levitaba a aproximadamente un metro del suelo, se formó para luego estallar, esparciéndose hacia los bordes de la triqueta como una ola hasta convertirse en una especie de puerta de energía azul.

Satisfecho con su trabajo, se volteó y una sonrisa que mostraba sus dientes curvó sus labios al ver a su gemelo trayendo a la mortal hasta el portal. Lo único que restaba por hacer era cruzarlo y esperar en Álfheim a que su padre se reuniera con ellos, lo cual no debería tardar mucho más tiempo. Para un ljósálfar que descendía del propio Yamrar, no debería ser muy complicado el asesinar a simple drow.

Nadie podía arrebatarles lo que habían estado planeando por todo un año. Nadie.

Una vez Arian se detuvo a su lado con Adara de la mano, Aaron tomó la extremidad libre de la mortal y le dedicó una mirada tierna, de esas que solían derretir el corazón de las mujeres humanas.

—Vamos a dar un paseo por un lugar que amarás, Adara —dijo, guiándola hacia el portal estelar—. Solo tienes que atravesar esta pared luminosa y te prometo la mejor de las aventuras.

Ella asintió con los ojos grandes y llenos de una emoción infantil que hacía latir su corazón igual que una locomotora. Sin embargo, en el momento que los gemelos tocaron la pared de energía azulada, la adrenalina que burbujeaba bajo su piel se volvió en su contra, apuñalando su pecho con impunidad y logrando que sus pies se detuvieran en seco. Ya al otro lado, los niños intentaron halarla, pero ella se mantuvo firme mientras sufría para llenar sus pulmones.

—¿Qué es esto? —murmuró entre bocanadas de aire antes que los gemelos la llamaran y tiraran de ella por segunda vez. Sin poder afirmarse con rapidez, su cuerpo cedió y atravesó aquella barrera energética, sintiendo punzadas por todo su ser y un grito en su cabeza.

La voz que la llamó, desgarrada en agonía, le era familiar a pesar de que una espesa niebla en su mente le impedía recordar su identidad. Dolía respirar mas también dolía pensar.

Sus piernas se tornaron de gelatina y se desplomó al suelo cubierto por hojas violeta y hierba amarilla.

—¡Adara! —exclamó Arian, inclinándose con intenciones de ayudarla, pero fue detenido bruscamente por su hermano.

—No la toques. Está luchando contra mi hechizo, así que debo reforzarlo.

—¿Estás loco? —El menor se plantó frente a la mortal, quien hundía sus dedos en la hojarasca y jadeaba al intentar retornar su respiración a la normalidad—. Ya está drogada por la magia, si refuerzas el hechizo podrías quebrar su mente.

—¡Y si no lo hago podría recuperar la suficiente consciencia para atravesar el portal de regreso a Midgard! —gritó Aaron, sus ojos se encendieron con un resplandor rojizo y las ramas de los árboles cercanos se enroscaron en los brazos de su gemelo, levantándolo en el aire mientras el jovencito pataleaba y gritaba insultos en el idioma de los Vanes.

Detrás del Espejo (Generales Oscuros #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora