Capítulo 7 ✔

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Itagar rió entre dientes al oír rugir una vez más al estómago de la pequeña humana peliazul.

—Ven, te conseguiré algo de comer.

—¿Y qué tú comes aquí abajo? Por favor no me digas que te alimentas de carne humana porque yo no podría ser caníbal ni aunque el infierno viniera a la Tierra.

El elfo agitó la cabeza de un lado a otro y el asomo de una sonrisa curvó sus labios mientras la soltaba.

—Normalmente como hongos y los ocasionales pedazos de carne provienen de serpientes o murciélagos, no de humanos.

Ella hizo una mueca de asco, pero no comentó nada más, sólo se concentró en vestirse. Sintió los ojos del elfo encima de su cuerpo todo el tiempo y cuando terminó, él dijo algo en su lengua nativa para luego arrastrarla dentro del túnel nuevamente.

—¿Acaso no vas a vestirte?

—Las ropas son molestas en estos momentos. Además, ¿ahora te ofende mi cuerpo desnudo? —preguntó, deteniéndose y agarrándole la barbilla para forzarla a mirarlo directo a los ojos—. Porque hace unos minutos atrás no pareciera que lo hiciera.

Ella enrojeció de pies a cabeza y evadió su mirada.

—N-n-no p-pe-pero...

¡Humanos! Siempre tan cohibidos, pero si les dabas la motivación correcta, llegaban a ser criaturas extremadamente pasionales. Y ella había resultado ser toda una llama ardiente… Si tan solo pudiera quedársela para siempre y poseerla todos los días por el resto de su vida, no le importaría permanecer preso por la eternidad.

¡Por la Señora de los Ojos Brillantes! ¿En qué demonios estaba pensando? Adara era humana, su lugar no se hallaba entre las cuevas de la Ciudad Oscura ni entre los drows. Ella debía volver a su hogar cuanto antes, aunque su partida lo dejara marcado para siempre.

Con un largo suspiro que provocó que la joven frunciera el seño, Itagar se apartó de ella y, agarrándola por la muñeca, la condujo a través de la laberíntica prisión hasta llegar a su dormitorio. Sin mediar palabra, hizo que la humana se sentara frente a su mesa— la base de una antigua estalagmita cuya punta había sido cortada con magia—, se dirigió a la estantería donde almacenaba su comida y tomó el bolso hecho con piel de serpiente para luego volver a la mesa.

Ella alzó una ceja ante el bolso, pero parecía más interesada en el rostro de él.

—¿Qué pasa, Itagar? ¿Hice algo que te ofendió?

No, claro que no. Al contrario, le gustaba demasiado todo lo que ella le hacía, especialmente cuando agarraba su miembro con las manos y comenzaba a moverlas de arriba abajo.

Suspiró hondo pues casi se le escapa un gemido debido a la vívida imagen mental y se sentó al lado opuesto de Adara para ocultar su nueva erección.

—No — respondió mientras sacaba algunos hongos azules y otros amarillos del bolso—. De todos los hongos que crecen en éstas cuevas sólo puedes comer éstos dos colores. Si te atreves a probar…

—No me cambies el tema. ¿Qué te sucede? Pareces…

—¡Nada! —la interrumpió y sus ojos se tornaron fríos como el hielo—. No me pasa nada.

—Sin embargo, te ves y suenas enojado —dijo ella sin apartar la mirada de su rostro—. ¿Estás enojado conmigo?

—¡Basta! —gritó él, levantándose de la mesa. Sus constantes preguntas estaban logrando que sí se enojara con ella.

Adara estuvo a punto de gritarle para atrás cuando vio la dura erección que se alzaba entre las piernas del elfo. Los colores le subieron al rostro y apartó la mirada a los hongos sobre la mesa antes de levantarse e ir hasta el drow para luego rodearle la cintura con sus brazos.

—No tenías que esconderme tu deseo —murmuró mientras bajaba una mano hasta rozar la cabeza del pene con sus dedos.

El elfo inhaló hondo mientras lo que parecía una descarga eléctrica le recorría la espalda.

—No es mi deseo lo que te oculto.

—Entonces, ¿qué? Por favor, dime, Itagar. Permíteme entender qué te sucede.

Él dudó por unos instantes en los que se imaginó ordenándole a que permaneciera junto a él y luego metiéndoselo tan brusca y desenfrenadamente que ella terminara aceptando por la influencia del éxtasis en su cuerpo; pero al final, terminó sacudiendo cabeza y apartando aquellos suaves brazos de su cuerpo.

—Siéntate a comer —murmuró sin mirarla—. Yo aprovecharé para darme un baño.

La chica lo siguió con la mirada, anclada al suelo, añorando sentir su calor corporal de nuevo. Fue entonces que se dio cuenta de la hermosa cascada de agua fosforescente que bajaba desde el techo hasta formar un pequeño charco al lado izquierdo de la cámara. Su belleza pareció hipnotizarla por un momento, mucho más cuando el suculento elfo oscuro entró a aquellas brillantes aguas que daban la impresión de haber sido creadas con las perlas más puras del planeta y sumergió la cabeza bajo el chorro de la cascada.

Adara se mordió el labio mientras la humedad inundaba su sexo. ¡Dios santo que estas en el cielo, este hombre me va a volver loca si no regreso a casa pronto!

Un puñal atravesó su corazón de tan sólo pensar en regresar a su hogar, haciendo que sus ojos se llenaran de lágrimas sin derramar. Su cuerpo se sintió pesado de pronto y la excitación de hacía unos segundos la abandonó por completo. ¿Acaso sentía tristeza por su pronta separación?

Intentó imaginarse su despedida, pero otra vez apuñalaron su corazón, provocando que desistiera. Si ahora sentía dolor, ¿qué pasaría con ella cuando llegara el momento de marcharse? ¿Lloraría su pérdida como si hubiesen sido novios por años?

No. No era posible que desarrollara sentimientos por él tan rápido. Eso que sentía era sólo una reacción a sus libidinosas hormonas. Su cuerpo no quería abandonar aquel que le había hecho sentir verdadero placer en meses, pero, al final, tendría que abandonarlo sin importar lo que sintiera. ¿O era que había otra manera?

La idea trajo consigo mariposas que revolotearon en su vientre sin cesar. No perdía nada con preguntar excepto, quizás, su ilusión. Olvida el miedo al rechazo, Adara, y concéntrate. Sí, mujer, concéntrate porque tener ese bizcochito de chocolate con glaseado de vainilla en casa sería taaaan rico. Viviríamos en el paraíso.

Detrás del Espejo (Generales Oscuros #1)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt