Capítulo 63

104 12 8
                                    

Regalándole una media sonrisa que se veía más malévola por el brillo rojizo en sus ojos, Itagar pegó sus cuerpos hasta que sus alientos se mezclaron, bajó sus dedos por la espalda de ella hasta llegar a sus muslos, enviando electricidad hasta el pulsante centro de su cuerpo, y la levantó en el aire, obligándola a aferrarse a él con manos y piernas. El grito ahogado que lanzó lo hizo reírse entre dientes.

—¿Te gusta que tu empapada vagina se roce contra mi abdomen? —le preguntó, cargándola hasta el lado más oscuro de la caverna.

—Eres un bastardo, Diávolo —respondió ella, con una máscara de indignación en su hermoso rostro—. Pero se te olvidó algo, oh, gran maestro sexual. ¿Dónde quedó todo ese espectáculo de chuparme los senos?

Otra de aquellas diabólicas medias sonrisas apareció en su rostro angular.

—¿Te digo un secreto? —susurró contra su oído en una voz rasposa y cargada de deseo—. Esta vez te tomaremos los dos. En cuanto a tu pobre intento de provocarme, lo haré mientras te lo esté metiendo contra la pared.

Las preguntas que comenzaron a formularse en la mente de ella se esfumaron al oír la frase final.

—¿Vas a seguir con eso? —Adara odió cómo su voz salió un poco más débil de lo que deseaba, pero era imposible intentar ocultarle la aprensión con la que sus músculos se tensaban cuando el hombre ya debería haberlo percibido. Maldita conexión—. Si tu intención era imitar a mi atacante, ¿no crees que debería mamártelo primero? —Trató de distraerlo al sentir la pared de roca fría y húmeda presionar contra su espalda desnuda.

—Ya hay bastante de mi semilla desperdiciada entre mis piernas, no voy a desperdiciar más entre tus lindos labios.

El elfo la miró directamente a los ojos y fue entonces que ella se dio cuenta del cambio en aquellos orbes metálicos. El ojo derecho permanecía con el anillo rojizo que identificaba a Diávolo, pero el izquierdo había vuelto a su color plateado, el cual anunciaba a Itagar. ¿Qué estaba pasando? Nunca antes el Ello había compartido el control del cuerpo con el Yo.

Una corriente bajó por su columna, erizándole los vellos del cuerpo y haciendo crecer sus pezones, lo que la obligó a preguntarse si tenía miedo o se había excitado.

—¿T-tus ojos…? ¿Q-qué te-e sucede?

—Ya te lo dijimos, ambos estamos aquí contigo. No tienes por qué temernos, sa’qar —murmuró el drow en un tono tan oscuro como su piel, presionándola contra la roca, y volvió a conjurar las manos fantasmales. Éstas levantaron los brazos de la mortal sobre su cabeza mientras él la alzaba hasta que la vagina rozaba su ombligo, logrando que los redondeados pechos quedaran alineados con su boca—. Itagar no te lo admitirá jamás, pero sin mi ayuda no te hubiéramos encontrado a tiempo, mi colmillo. Creo que quiso recompensarme al liberarme de mi prisión para este momento —terminó en un tono meloso, lanzando aire tibio sobre los pezones de la chica antes de agarrar la punta derecha entre sus dedos y cubrir la izquierda con su boca.

Adara soltó un quejido, arqueando la espalda en un descarado ofrecimiento de su cuerpo. Sin embargo, el elfo solo gruñó contra el pecho en su boca, incrementando la fuerza con la que succionaba un pezón y torturaba el otro con sus dedos. Otro gemido desesperado llenó la cueva antes que Itagar decidiera sacarla de su miseria y deslizara su erección entre los mojados labios, pero sin llegar a penetrarla. Su colmillo reaccionó con molestia, moviendo las caderas tan bruscamente que su miembro entró en ella hasta la raíz sin ninguna ayuda externa. Fue entonces que ambos dejaron su excitación resonar por la cueva al sentirse unidos por completo por primera vez desde que el cruel destinó los separó.

—Extrañaba esto, chicos —murmuró la chica, retorciéndose en un intento de liberar sus brazos de las manos mágicas que la sostenían contra la caverna—. Quiero tocarlos. 

—No —respondió Itagar, liberando los pechos de su duendecilla para luego bajar las manos a lo largo de los costados hasta detenerse en las suntuosas caderas—. Harás lo que yo diga —gruñó entre dientes, hundiendo sus dedos en las caderas de su colmillo y comenzando a moverse en su interior.

Un suspiro escapó de su garganta a la vez que lanzaba la cabeza para atrás y cerraba los ojos. Se sentía tan delicioso volver a estar dentro de su niña… con sus cálidas paredes cerrándose alrededor de su pene mientras éste se deslizaba dentro y fuera, siguiendo el ritmo de ese baile antiguo que ambos amaban. Era el sentimiento más sublime, perfecto en cada momento, justo como lo era ella.

Adara volvió a demandar más a través de sus caderas y sus labios se movieron, rogando por un ritmo más fuerte. El miembro se fortaleció en el interior de ella como respuesta e Itagar no pudo más que cumplir sus deseos, gruñendo suavemente contra su oído.

—Te amo, mi secundo colmillo de la araña —murmuró el drow entre jadeos, percibiendo la llegada de su inminente orgasmo en cada centímetro de su cuerpo—. Solo tú eres la dueña de mi alma.

El calor en su interior se tornó una llamarada, cubriendo todo a su paso y empujándolo al borde del abismo cuando escuchó un grito femenino de placer partir la quietud de la cueva con su sensualidad. Sin embargo, él no se quedó atrás; con solo sentir la vagina de Adara contrayéndose alrededor de su miembro, la represa de su pasión se rompió, arrojándolo a las rápidas aguas. Chorros de semen se liberaron al él empalarse hasta lo más profundo de su amada humana, llenándola como nunca lo había hecho. Solo paró de moverse cuando se sintió vacío y contento.

Adara jadeaba con los brazos entumecidos y las piernas de gelatina cuando el drow le tomó la barbilla, forzándola a mirarlo a los ojos.

—¿Viste cómo mi bicho te hizo olvidar todo tu trauma? Ya te había dicho que él sería tu cura, pero no me hiciste caso, muñeca —le dijo con un tono ronco y áspero que la hizo mojarse de nuevo.

—Oh, cállate y suéltame los brazos para que pueda descansar sobre tu pecho.

Él rió entre dientes; el tono tan oscuro y retorcido como él insistía en ser.

—¿Quién dijo que tendrías tiempo de descansar? —cuestionó el maldito con una ceja arqueada, liberándole los brazos para luego cargarla y depositarla en el suelo frente a la estatua del hombre cornudo. Un instante después, una enredadera de suaves hojas azules comenzó a brotar con rapidez bajo su trasero, sirviendo como un mullido colchón—. Voy a dártelo tanto que cuando tu ovulación termine, no podrás caminar.

******************
N/A: La próxima actualización será doble o triple, todo depende de cuán largo me salga el pedazo que conecta esto con los dos capítulos que ya tengo terminados. 😁😁😁

Detrás del Espejo (Generales Oscuros #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora