El teléfono celular vibra en mis manos.

Un mensaje.

Es él.

Tristan: ¿Qué pasa, Maisie

Necesito explicarle todo.

Comienzo a escribir muy rápido, como si mi vida dependiera de ello. Me sentía muy amedrantada por lo que estaba haciendo, pero necesitaba intentarlo. Tenía que intentar salir de aquí antes de que mi cuerpo me traicione y se deje sucumbir por el deseo y la lascivia.

Tristan, no sé en donde estoy. Solo sólo se que una noche iba al supermercado y ya no regresé. Un hombre me tiene cautiva y lo peor de todo, es que no puedo verlo. A veces me venda los ojos para que yo no lo pueda ver y otras veces, él se coloca una máscara para cubrirse el rostro. Dice que soy suya, que le pertenezco. Ayúdame por favor.

Termino de escribir.

Intento enviar ese mensaje, y con éxito, así fue. Espero recibir respuesta alguna.

Los minutos pasan y no llega una respuesta. Con los nervios a flor de piel, camino de un lado a otro, para que él, el desconocido no descubra lo que estoy haciendo.

Mi teléfono vibra.

Recibí una respuesta.

Tristan: Tranquila, Maisie, todo estará bien. Veré que puedo hacer para sacarte de donde sea que estés. Ten paciencia, nena. 

Sentí un gran alivio recorrer mi cuerpo. Quizás sí tenia esperanza de salir de aquí.

Tocan la puerta de mi habitación.

—Pase—digo sentada en la cama.

—Señorita, ya puede entregarme el teléfono—ordena Mary.

Asiento.

Elimino el mensaje sin que ella se fije y así no meterme en problemas.

Se lo entrego.

—Gracias, señorita. El jefe cenará con usted—me informa—. Así que puede comenzar a darse una ducha y luego bajar para la cena.

Solo me limito a asentir.

Hago lo que dice.

Este cuarto de baño podría ser del tamaño de mi apartamento. Es impoluto, realmente bien cuidado. Las paredes son muy blancas y frente a mí, hay una enorme tina. Por otro lado, está una ducha normal, con paredes de cristal. Muy bello.

Si me daba una ducha en la tina, probablemente, saldría en una hora o más. Así que decido mejor darme una ducha sin usar la tina.

En veinte minutos salgo y voy a cambiarme.

En mi cama hay un vestido de color blanco con algunas flores. Jamás había usado ese vestido. Fue un regalo de mi madre hace unos meses, pero jamás había tenido la ocasión para usarlo.

Seguramente el desconocido urgó por mis cosas y lo encontró.

Hay una nota sobre el vestido.

Preferiría haberte comprado un vestido, pero me parece que este es hermoso para ti. Tengo un regalo para ti, baja a cenar.

No tiene firma o al menos una inicial de su nombre.

Me pongo el vestido y unas zapatillas blancas que casi nunca uso.

Salgo de la habitación y Sonia ya está en la puerta.

—Lo siento, señorita—dice. Tan pronto como lo dijo, coloca una venda en mis ojos.

INEFABLE Where stories live. Discover now