35. Paquete

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Sentía unos labios merodeando por todo mi rostro. Estaba entre media dormida y media sintiendo ese suaves labios en mi rostro.

-Amor -sentí un pico en mi nariz.

A los segundos no sentí nada a lo que me quejé soltando un leve bufido.

-Continua -comenté con voz ronca. Escuché una leve risita a lo que me hizo sonreír también. Abrí mis ojos y me encontré con la mujer más perfecta de todas -Así quiero estar todos los días -dije mirando sus ojos que me miraban con un brillo único.

-¿A que te refieres amor mío?

-Me refiero a estar así, todos los días despertando a tu lado, que lo primero que vea al despertar sean esos hermosos ojos avellana que me transportan a ese lugar que no quisiera salir jamás, despertar con esos labios tan suaves y adictivos que me hacen desearlos y sentirlos cada vez más o despertar con el cuerpo de la mujer más perfecta que he conocido en mi vida -sus ojos estaban cristalizados y los míos la miraban con un amor que ni yo mismo sabría explicar -Quiero despertar contigo a mi lado todos los días de mi vida o por lo menos hasta que tú me lo permitas -le di un pico em los labios y ella se encargó de profundizarlo -Me encanta sentir la calidez de tu cuerpo en las frescuras de las sábanas -dije finalmente dandole un pico en los labios y traté de ponerme de pie para pararme de la cama. Dije "Traté" porque en serio no pude.

-Dios, me duelen partes que ni sabía que existían -dije con una mueca extraña para luego escuchar la risita de Daniela, esa risita que me encanta.

-Lo siento amor -me giré para verla y vi que estaba jugando con sus manitas y sus mejillas tenían un comor rojo carmesí. Me acerqué a ella lentamente y tomé sus manos entre las mías.

-Nunca -solté una de sus manos para tomar su mentón suavemente y elevarlo para que me mirase a los ojos -Pero nunca te disculpas por haberme dado una de las mejores noches de mi vida -le di un pico en los labios -Jamás me pidas perdón por haberme hecho tan feliz -le di otro pico en los labios pero esta vez un poco más duradero -Y mucho menos jamás te lamentes por haberme hecho tuya -esta vez acuné su cara entre mis manos y la besé con ganas dándole a entender que todo lo que hacia, me encantaba a sobremanera.

-Amor, no es que no quisiera que nos quedáramos aquí pero, tu padre ya debe de estar llegando en un par de horas -abrí mis ojos como platos recordando aquel hombre.

-Cierto -tomé una respiración profunda para luego tratar de ponerme de pie lentamente.

-¿Necesitas ayuda en el baño? -di media vuelta y la miré con una ceja alzada.

-¿No te cansas, cierto? -reí pícaramente.

-Si se trata de tenerte desnuda sobre mí, pues no -dice ella mientras se encogía de hombros y mordía su labio inferior.

-Amor, no terminaríamos ahora así que mejor, entro primero y luego vas tú -le lancé un beso y continué mi caminar hacia el baño.

...

-¡Calle!, ¿Estás lista? -grité desde afuera de su habitación. Me había dicho que iría a su cuarto a cambiarse.

-¡Un momento! -escuché del otro lado de la puerta.

Unos minutos después, oí como la cerradura de la puerta era retirada para luego escuchar el rechinado de la puerta al abrirse y trás de ella, ver a la mujer más hermosa que mis ojos hayan divisado.

Llevaba nuevamente un traje. Una camisa blanca con un saco color negro, unos pantalones de seda del mismo color y una corbata color negra, esa maldita corbata que aún no la he estrenado con ella.

Llegaste sin avisar | CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora