29. Cirujano

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-¿Poché, necesitas algo? -hace aparición Juana.

-No Juana, gracias, estoy bien -vi como asintió y cerró la puerta de mi oficina.

Estaba en la empresa, no salía de allí. Literalmente desde que se llevaron a Daniela hace casi tres días, no he regresado a casa, hay veces que no paraba de llorar lo que me causaba dolores de cabeza infernales, no quería comer ya que mi porcentaje de apetito estaba en cero. No quería regresar a la mansión, no quería que me bombardearan de preguntas en casa así que decidí quedarme en la empresa, digamos que mi oficina se ha convertido en mi refugio. Desde lo sucedido, Juana, al pasar como mi guardespaldas personal, ha tomado la decisión de incrementar el grupo, ahora mismo puedo parecer la mismísima hija del presidente; sinceramente ni me importó, no tenía ganas de nada.

No había día, hora ni minuto que no pensara en Daniela, en cómo estará, en que si está bien o simplemente si Daniela sigue estando en este terreno... ¡Para de pensar así María José! Claro que ella aún está viva, es lo único que les puede asegurar que yo vaya a entregar el chip. Aunque bueno, eso no me asegura de que no le pongan un dedo encima...

Estaba estresada, angustiada y todo lo que vaya en relación a esas palabras. Me sentía idiota, si entriego el chip y Calle vuelve a mí, no sé que sería capaz de hacer esa mujer y sus hombres con eso, no podía darselos, pero por otro lado estaba Daniela, mi Daniela, que si no entregaba el jodido chip, ella no regresaría a mí, y eso, eso no lo puedo tolerar aunque pueda sonar egoísta.

He hablado con Juana estos días, había decidido extraer el chip de mi brazo, la pelirosa no estaba segura de mi decisión, a decir verdad, yo tampoco lo estaba pero no tenía opción, ya que después de todo lo que he visto, he captado que esa mujer es capaz de hacer todo por conseguir su objetivo, y ahora mismo, ese objetivo es el chip enterrado en mi brazo.

Ayer llamé al doctor que me había ayudado con mi accidente de hace casi un año. Me dijo que aunque el estaba en la sala, él no fue el único que operó, sino también un cirujano que fue el que ingresó el chip en mi cuerpo. El doctor me dió su número teléfonico para poderme contactar con él y así pedirle que extragera aquel pedazo de plástico.

No quería que otro doctor o cirujano me operara ya que tendría que responder preguntas a las cuáles no quería contestar y tampoco sabría cómo. No podía llegar a un hospital y decir "Buenas tardes, necesito que extraigan un chip enterrado en mi brazo porque si no entriego ese pedazo de plástico, la chica que me gusta podría no volver a verla más nunca y cómo un plus, si lo entriego, jodo a todo el mundo"...

Patético.

Por lo cuál, decidí comunicarme con los que ayudaron a la descabellada idea de mi padre.

Tomé mi teléfono y cuando presioné el botón de desbloqueo, no hacía nada.

"Muy bien, está descargado"

Busqué rápidamente un cargador y lo conecté, mientras cargaba, decidí utilisar el teléfono de la empresa. Tomé el papel en el que anoté el número del cirujano y comencé a marcarlo en el teléfono.

Un timbre, dos timbres, tres timbres...

-Buenas tardes, habla con la secretaria del señor Pérez ¿En qué le puedo ayudar?

-Buenas, ¿Es la oficina del cirujano... -regresé mi vista al papel ya que había olvidado su nombre -Raymon Pérez?

-Sí señorita, está hablando con su secretaria, ¿En que le puedo servir?

-Necesito hablar con él -dije simplemente.

-Lo siento, pero el señor Raymon no se encuentra ahora mismo, está en proceso de una cirugía ¿Desea que le agende alguna cita? -suspiré.

Llegaste sin avisar | CachéWhere stories live. Discover now