Capítulo 11: Parte 2

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No se alejó de ella, le permitió acortar la distancia entre ambos, a su vez, moría de timidez en su interior. Cuando creyó que faltaba menos de un metro para lo obvio, Lúa apareció en medio de ellos transformada en un colibrí rosado.

—¡Mi corazón le pertenece a Julius, arpía!

Renee chilló asustada al no esperarse esa interrupción.

—¿Lo conoces? —prosiguió el ente— Es el guardián de Julie, la chica que pasa casi todo el día con Archibald.

La rubia tensó su mandíbula sintiéndose incómoda y molesta por esa frase.

—¡Lúa, no la molestes! —ordenó el príncipe.

—¡Humph! —Ignoró al muchacho y clavó sus pequeños ojitos de colibrí en la estudiante— Agradece que en nuestra época la mujer ya no vive tan sumida al hombre o te juzgarían brutalmente.

Archibald comprendió muy bien el mensaje de dicha oración, pues, anteriormente la población femenina vivía bajo muchas normas: Ser puras e ignorantes de las relaciones sexuales antes del matrimonio, no caminar a solas con un hombre, mantener una distancia prudente, no agarrarlos del brazo o tocarlos si no se trata del esposo, no invitarlos a sus casas o si iban no podían quedarse mucho tiempo, además, el cortejo era con fines de conseguir marido y subir en la escala social.

Ahora eran más libres en el romance, la distancia no era una exigencia, tenían más conocimiento sobre las relaciones y podían coquetear sin ser juzgadas; sin embargo, todavía hay familias conservadoras rigiéndose por las etiquetas antiguas.

—Es un alivio eso, Lúa —agregó Archer al incómodo ambiente—. La mujer es independiente.

Él se alegraba por el avance de la sociedad, las señoritas tenían más voz y muchas normas desaparecieron. Se preguntó cómo habría sido vivir en la época donde debía esperar a alguien que le presente una dama y, si empezaban a salir, era acompañados con una persona y teniendo intenciones de contraer matrimonio a futuro.

Observó a Renee, la cercanía de hace un rato habría sido motivo para juzgarla si estuvieran controlados por las viejas reglas de comportamiento.

Ella parecía molesta, a pesar de agachar la mirada, igual a una niña después de ser regañada.

—Ignórala —comentó Archer apoyando su mano en el hombro ajeno y apartando al colibrí con la otra.

La rubia alzó su vista y sonrió aliviada.

—Usted es un hombre increíble, príncipe Archibald.

—Por favor, trátame de «tú» y dejemos las formalidades. Nos tenemos la suficiente confianza para tener una amistad más informal.

Ella parpadeó intentando disimular el dolor de su corazón tras escuchar esa última frase.

La veía como una amiga.

—Oh, ahm... De acuerdo —Se giró para bajar las escaleras—. Ehm...

Renee clavó sus ojos en el ave rosado, gracias a ella no pudo tener un momento íntimo con el chico y, para peor, se mantiene en la posición de una compañera en vez de una amante como desea. Se iba a vengar por ello, lo expresó con claridad en su rostro.

—Tienes razón, Archibald —hizo énfasis en el nombre, Lúa enfureció—. Es un alivio que la cultura haya avanzado hasta dejar las normas de etiquetas tan estrictas y poder conocer a un hombre sin tantas restricciones; además, no soportaría vestirme como antes todos los días.

También la moda cambió para las damas en gran medida. Antes la crinolina, ensanchando las caderas y la parte posterior, era muy usual de usar. La ropa femenina estaba muy cargada de capas, y, el corsé era incómodo y asfixiante.

Descendientes EternosOù les histoires vivent. Découvrez maintenant