Capítulo 28

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«¡No! ¡Julie! ¡Rápido, pide ayuda en la Plaza Central!»

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«¡No! ¡Julie! ¡Rápido, pide ayuda en la Plaza Central!»

«¿Dónde está Archer?»

La pesadez impedía a la jovencita abrir los ojos. Solo escuchaba las voces a su alrededor conversar acerca de ella y su desaparecido compañero.

Si tuviera la fuerza suficiente para escapar de las cadenas que la aferraban a un sueño profundo, podría responder a sus interrogantes y sus preocupaciones; sin embargo, hacerlo significaba enfrentar la dura realidad: Archibald quizás había muerto.

«Las sacerdotisas hicieron todo lo posible. Julie debería estar más estable, pero, creo que no quiere despertar»

«¿Julie?»

«Ehm... Patriarca, hay algo que necesita saber »

¿Clair estaba con ella? ¿Daren la acompañaba? ¿Después de haber desconfiado tanto de ambos? ¿Cuánto había pasado? ¿Una hora? ¿Dos? ¿Podía dormir por toda la eternidad de ser posible?

En esos últimos días se esforzó tanto por parecer una mereña, para escapar de su pasado, que se olvidó de quién era realmente. Su nueva familia en Puerto Mer cuidó y se encariñó de una falsa identidad suya.

Tal vez, Clair revelaría todas sus mentiras. Al despertar habría perdido la confianza de los habitantes de esa aldea, a su compañero y amado Archer, y, a su posibilidad de salvar Saxdeia. Mantenerse en esa penumbra era mejor, pues, ahí no existían las preocupaciones o tristezas. No lloraría por un amor prohibido o traiciones de sus amigos. Podría descansar hasta el final de sus días.

Sí, un mundo ideal, sin penas y tragedias; aunque, nada de eso sería real.

«Sé que puedes escucharme. Por favor, no importa si no nos hablan, despierta y ayúdanos a encontrar a Archer. Te lo ruego, Julie»

Lúa sufría, quizás Julius también. No era justo para ellos estar en esas condiciones, mientras intentaba huir de los problemas.

Con ese pensamiento en mente, en su mundo vacío y sin color, caminó hacia una diminuta luz en plena oscuridad y se topó con una versión suya más adulta; pero, con ciertos rasgos diferentes. La muchacha poseía una cabellera fulgurante, usaba un hermoso vestido blanco, sobre su frente caía una tiara con el dije del sol y sus violáceos iris estaban fijos en su rostro.

—¿Yo? No... ¿Solandis?

—Soy tú y a la vez no. Soy tu pasado y futuro; mas, al parecer, no tu presente.

—¿Más acertijos? —Rio— ¿Qué quieres de mí?

—Unirme.

La mujer se acercó a la pelirroja y ella, aunque quisiera salir corriendo, no pudo moverse ningún centímetro. Sintió a Solandis abrazarla por completo y ser rodeada por una sensación cálida, nostálgica y sobre todo familiar. Entonces, le pareció ver a la dama adentrarse a su cuerpo y desaparecer, tal cual, si fuera un espíritu apoderándose de ella; sin embargo, no se sentía diferente, más allá de la tristeza y los recuerdos floreciendo en su interior.

Descendientes EternosWhere stories live. Discover now