Capítulo 17: Parte 1

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«No pudiste salvarlos»

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«No pudiste salvarlos»

La voz de Amber hizo eco en la mansión rodeada de llamas. Archer, con sus manos ensangrentadas, atravesaba el filo de un puñal en el abdomen de un hombre. El adulto clavó sus oscuros ojos en el chico y esbozó una sonrisa maliciosa, mientras unas gotas carmesíes se escapaban de su boca. Su rostro era irreconocible, bañado por la negrura ocultando su cara, a excepción de sus iris sombríos.

—No pudiste salvarla —murmuró con una áspera voz.

El muchacho volteó la mirada a detrás suyo, solo para contemplar el trágico momento en que una daga viajó horizontalmente por el cuello de su madre. Archibald soltó un grito de horror y aflojó el arma sostenida en sus manos, luego corrió donde su progenitora y agarró entre sus dedos la cabeza de la mujer; sin embargo, al observar su cara notó una gran diferencia en sus facciones. De pronto, ya no era Lily Priamross, sino la pequeña Amber viéndolo con ojos llenos de frialdad y rencor.

—No me salvaste.

Aterrado, dejó caer el cráneo de la fémina y este se esfumó en el aire en pequeñas partículas de polvo. El suelo era de roca y temblaba como si estuviera en un terrible terremoto. Al levantar la cabeza se topó con la experimentación de los Chaos en Julie. Aquella pelirroja colgaba entre cables y pinzas, sus gritos de agonía se convirtieron en un impulso para ir tras ella y salvarla de la tortura.

«¡No, mis padres, mi familia!», imploró la joven, en tanto, era testigo del descenso en picada de una embarcación hacia la montaña.

—¡Julie! —la llamó Archer, pero, al intentar alcanzarla con sus manos la máquina explotó.

El cuerpo del príncipe fue empujado lejos de su amiga, golpeándose contra un suelo de tierra húmeda y rocas. Su respiración se cortó por un instante y su corazón se detuvo durante unos minutos; mas, al recobrar la consciencia se levantó de inmediato del piso. Él apoyó las manos en el lodo y sintió su ropa empaparse por la tormenta. Delante del príncipe se encontraba un montón de graba y quien yacía enterrada en este era Julie Ross, sin vida, cubierta de suciedad y con la piel helada.

«¿Por qué no hiciste algo?», susurró la voz de la pelirroja en su mente, «Pudiste evitarlo».

—No... —Acarició la mejilla ajena con una temblorosa mano y las lágrimas brotaron de inmediato— ¡No!

«¡Julie!», vociferó en su cabeza y despegó los párpados de un segundo a otro. Las imágenes de hace unos segundos desaparecieron por completo, dejando una negrura pesada esparciéndose alrededor suyo. Los truenos de la tormenta seguían resonando a las afueras del refugio de piedra, pues, se encontraban dentro de un templo rocoso similar a una caverna en plena selva; sin embargo, parecía ser una construcción antigua que, por milagro, permaneció intacta a lo largo de los años. Él se encontraba descansando en una superficie sólida; aun así, se enderezó hasta sentarse en el mismo sitio, sintiendo a la vez su cuerpo rígido por haber dormido en el piso duro.

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