Capítulo 4: Parte 1

187 38 0
                                    


«Han pasado mil años desde la ultima vez que te vi, hija del sol»

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

«Han pasado mil años desde la ultima vez que te vi, hija del sol»

Hebras pelirrojas ondeaban de aquí para allá, los del cabello de Julie y de un ente espiritual observándola desde lejos; escondido detrás de una ventana, entre ramas y hojas de un frondoso árbol extendiéndose hasta el segundo piso de la casa Anima.

Veía un cuarto de paredes blanquecinas tirando a lilas, debido a la oscuridad de la noche y la poca luz de la luna reflejada en los cristales. Había una chica de cabello carmesí y ondulado parada frente a una puerta, en cuya madera estaba dibujado un diamante. No le importaba ver nada más allá de ella: la muchacha de radiante sonrisa, la joven de aspecto delicado como una rosa, la única descendiente del sol.

Julie Ross, sí, se había aprendido su nombre; ella sería su protegida en la nueva historia de «los Descendientes Eternos».

Las cortinas níveas se movían con gracia ante la suave brisa, siendo sopladas muy lejos del suelo, lo cual le ayudaba a camuflarse más.

¿Cuánto había esperado para este momento? ¿Una semana? ¿Un mes? No, fueron mil años rezando por su regreso y ahora, ante los nervios, solo se limitó a observarla desde que agarró el anillo.

«Todavía recuerdo cuando se me asignó una sola misión: Buscarte, entregarte la sortija y guiarte».

De pronto, el ente se sumergió a sus recuerdos de todos esos años anhelando el resurgir de los descendientes del sol y la luna. Se transportó al momento majestuoso donde tuvo su encuentro con la Diosa Arcalia, quien le dio un motivo para su existencia, la razón de todas sus esperanzas y sufrimiento.

Fue en «Etheris», el plano intermedio entre el terrenal y el espiritual. Todo alrededor era de un centellante azul claro, algunos pequeños orbes blancos levitaban por todos lados y, arrodillado en el suelo, se encontraba él con su cabeza agachada. Estaba ensimismado en una increíble paz, alejado de todo temor y tristeza.

—Julius Pyrrhus de Solaria —A oídos del muchacho hizo eco la voz adulta de una mujer.

—¿So... laria?

«En ese momento no comprendí sus palabras, mas, en el fondo se me hacían muy familiar. Era el clásico déjà vu del cual no dejas de pensar una vez lo sientes al ver o escuchar algo, según para ti, familiar. Te dices: Tal vez no deberías darle importancia; sin embargo, tampoco pierdes las ganas de querer hallarle una explicación»

Él mantuvo sus ojos cerrados, pues se sentía como en un trance o un pacífico sueño del cual no tenía prisa de despertar. Una suave y fresca brisa acariciaba sus mejillas y su cabellera, en tanto, el tarareo de una canción de cuna resonaba por todo el mundo.

Ya había escuchado antes esa música, ¿no?

—Alza la mirada, Julius.

—¿Julius? —se atrevió a interrogar y a abrir los ojos— ¿Ese es mi nombre?

Descendientes EternosWhere stories live. Discover now