Capítulo 25: Parte 1

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Julie y Archibald no pararon de bailar, charlar con los demás pueblerinos y deleitarse de los alimentos que ofrecía cada puesto

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Julie y Archibald no pararon de bailar, charlar con los demás pueblerinos y deleitarse de los alimentos que ofrecía cada puesto. En sus rostros se notaba la felicidad y tranquilidad de sus almas, muy distinto a sus primeros días como Descendientes Eternos, cuando Lúa y Julius solo les provocaban agobio y sorpresas difíciles de procesar; sin embargo, los espíritus esperaban hacerles una gran confesión a ellos, aunque, era muy complicado conseguir intercambiar más de tres oraciones desde que el príncipe les preguntó si estaban ocultando algo.

—¿Cómo conseguiremos decirles la verdad si apenas nos escuchan? —cuestionó el pelirrojo.

Él y su compañera se encontraban sentados sobre el borde de la azotea del edificio, ubicado detrás del puesto de vinos.

—Es mi culpa, le mentí en su cara y lo notó —murmuró desanimada la fémina de hebras rosadas, con su rostro descansando sobre una camita hecha con sus nudillos, mientras los codos de sus brazos se apoyaban sobre sus piernas.

—¡No! No, no, no. Es imposible que Archer sepa acerca de...

—¡¿Qué tal si lo recordó, Julius?!

—¡No es posible!

—¡Lo es! ¡Este es nuestro castigo! ¡Cometimos un grave error y ahora pagamos la consecuencia de nuestros actos!

—¡No podemos rendirnos! ¡Somos sus guardines y prometimos protegerlos hasta el final de su misión!

—Entonces ¡¿Qué hacemos?!

El pelirrojo se quedó callado ante su interrogante, pues, no sabía cómo acercarse a los adolescentes y conseguir una conversación con ambos. Si tan solo no hubieran guardado secretos desde el inicio, quizás, ya habrían superado esa dificultad y su relación sería más estrecha; sin embargo, pensar en el «¿Y si?» no les otorgaba un beneficio.

—Dejarlos por ahora —agregó una nueva voz entrando a la azotea.

Clair y Daren hicieron aparición. La falda blanca del vestido de la fémina ondeaba con la brisa fresca de la noche y la camiseta negra del muchacho le daba un toque de misterio en plena oscuridad. Los dos se acercaron a los espíritus y apoyaron sus brazos sobre el barandal para ver a los descendientes en la plaza. Julie y Archibald se encontraban bailando una pieza con un ritmo muy gracioso y repetitivo, pero, parecían disfrutar el momento en compañía del otro.

—Nos insistieron tanto en revelarles la verdad y ¿Ahora debemos hacer lo contrario? —El ente pelirrojo lucía confundido.

—Así es —contestó el muchacho sombrío— ¿Siquiera notaron sus heridas?

—¿Heridas? —Lúa se enderezó y se cruzó de brazos— Sus cuerpos estaban sanos.

—No nos referimos a eso —La albina suspiró—. Cuando la señora Sue y su esposo los llamaron mereños parecían tristes, y, a la vez felices.

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