Epílogo

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Como el día era demasiado soleado, yo rogué porque consiguiéramos un sitio bajo sombra y, para mi fortuna, los demás aceptaron.

Después de haber engullido un par de sandwiches y una porción de mousse de chocolate, decidí quedarme sentada sobre la gran manta de cuadros junto con Max.

La abuela cerca de nosotros, pero ella en lugar de sentarse sobre la manta, descansaba en una silla plegable que habíamos traído especialmente para su comodidad. Y, después de haberse abanicado por un par de minutos, el canto de los pájaros la arrulló y se quedó dormida.

Mientras tanto, Shane, George y mi mamá se turnaban para jugar bádminton. Yo me encargaba de vitorear a los ganadores y de abuchear a los perdedores, y Max no paraba de reír. Luego de un par de minutos, se aburrieron del bádminton; dejaron las raquetas y los gallitos a un lado, y sacaron el frisbee para comenzar un nuevo juego.

Cuando Max agarró su peluche de cocodrilo y empezó a jugar con él, yo saqué de mi mochila "Harry Potter y el prisionero de Azkaban" y me dispuse a leer por un rato. La brisa constante hacía que el clima fuera tan agradable, que aquel era un lugar perfecto de lectura. Sin embargo, no pude avanzar más de tres capítulos, porque Max se aburrió de su cocodrilo y comenzó a jalar de la falda de mi vestido veraniego.

-Está bien, está bien. Ya entendí -expresé entre risas.

Guardé mi libro de vuelta en mi mochila, y cargué a Max para dejarlo sentado delante de mí.

-Veo que te aburriste, ¿no es así? -cuestioné, provocando que Max aplaudiera. Después de pensar en cómo podría entretenerlo, comenté-: De acuerdo, entonces te volveré a platicar sobre mi aventura en el mundo de "Laberinto". Debes sentirte afortunado, Max. No cualquiera rechazaría al mismísimo Rey de los goblins, y tu hermana lo hizo por ti, ¿eh? -bromeé, haciéndole cosquillas.

Habían pasado un par de meses después de aquel curioso fin de semana, pero yo aún tenía muy presentes los recuerdos de lo que había vivido. Y todo ello aumentaba cuando volvía a ver la película. En algunas escenas, yo coincidía en que había vivido lo mismo, y en otras pensaba que a mí me había tocado vivir algo muy diferente.

Sin embargo, llegué a pensar que todo eso no había sido más que un impresionante sueño. De no haber sido así, contaría con espantosos raspones en las rodillas, no hubiera tenido mi cárdigan gris y seguramente también habría perdido mi teléfono celular. No obstante, aquel sueño me sirvió para valorar más a mi familia.

-Y entonces, ¡un ejército de goblins comenzó a perseguirnos! -relaté, haciendo un énfasis dramático con mis brazos. Max soltó un grito agudo de emoción y yo proseguí-: Pero no pasó nada, Max. ¿Sabes por qué? Porque Ludo llamó a sus amigas, las rocas, y empezaron a perseguir y a ahuyentar a todos esos goblins...

-¿Otra vez contándole a Max sobre tu película? -preguntó mi mamá, mientras tomaba asiento con nosotros.

En menos de veinte segundos, Shane y George también llegaron para sentarse sobre la manta de cuadros.

-Sí, claro -confirmé-. Le contaba a Max sobre la película -le guiñé un ojo a mi hermanito, y éste rio.

Poco tiempo después, la abuela despertó y todos compartimos un fresco vaso con jugo de uva. Charlamos un rato sobre varios temas en general: los últimos conciertos de Max, los libros que la abuela y yo habíamos leído últimamente, la experiencia paranormal de una de las amigas de mi mamá y un acertijo que George había visto en el periódico, y que ninguno pudo adivinar.

Cuando el sol empezó a ocultarse, guardamos la basura en una bolsa de plástico, y empezamos a recoger los utensilios, las sobras y la manta para dejarlos dentro de la cesta de picnic.

Mi mamá guardó las cosas de Max en la pañalera, mientras que Shane levantó los juegos que llevamos y George se llevó la silla reclinable de la abuela.

Nos dirigíamos hacia la camioneta, cuando me di cuenta de que había olvidado algo:

-¡Mi mochila! ¡Ahora vuelvo! -anuncié, antes de salir corriendo hacia el sitio en el que nos habíamos quedado.

Efectivamente, la había dejado recargada sobre uno de los árboles que nos habían dado sombra. La tomé y la colgué sobre mis hombros, estaba encaminándome de regreso, cuando me detuve al notar lo bello que se veía el cielo en tonalidades cálidas. De pronto, algo llamó mi atención: una lechuza blanca voló por el cielo hasta posarse sobre un arbusto pequeño.

Me sorprendí. No era normal ver lechuzas blancas en este parque; las aves que pasaban por aquí eran pichones, palomas o cuervos, pero jamás lechuzas. Y aquella era demasiado parecida a Jareth, el Rey de los goblins, bueno, al animal del que tomaba forma.

La lechuza me miró con sus grandes ojos y di un respingo. ¿Podría ser...?

-¡JULY! -La voz de Shane me devolvió a la realidad.

Cerré los ojos y cuando volví a abrirlos, la lechuza blanca ya había desaparecido. ¿Acaso lo había imaginado?

-¡YA VÁMONOS! -insistió mi hermano.

-¡S-SÍ! ¡YA VOY! -exclamé antes de echarme a correr hacia la camioneta.

♡♡♡

¡Hemos llegado al final! Tardé en subir esta última parte porque estuve en exámenes finales, pero ya estoy de vacaciones. Eso significa que podré seguir trabajando en un par de historias que espero traer para ustedes muy pronto. Espero que esta historia les haya gustado. Si fue así, no duden en comentarlo. Nuevamente quiero agradecer especialmente a GirlDragon19. Gracias por confiar en mí y en mis historias. Gracias por haber estado al pendiente de cada uno de los capítulos y por sacarme una sonrisa con cada comentario.

My Labyrinth | LabyrinthWhere stories live. Discover now