Capítulo 16.

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Cuando volví a abrir los ojos, me encontré en el mismísimo salón de baile de la película. Había soñado tantas veces con ese sitio, que jamás imaginé que se vería tan bello y majestuoso. Tampoco pensé que alguna vez terminaría visitando ese lugar en persona.

Todo era maravilloso. Del techo del salón colgaban elegantes y delicados candelabros y, en alguna que otra esquina, también habían lámparas de piso del mismo estilo; varias telas plateadas y brillantes cubrían los muros de cristal; a lo largo del salón, habían cojines de seda y muebles hechos con el mismo material.

En cualquier dirección a la que volteara, me topaba con grupos de personas. Algunas bailaban en pareja y otras se limitaban a charlar y a reír estruendosamente. Todas aquellas personas invitadas, vestían elegantes prendas; los hombres usaban llamativos trajes de gala y las mujeres llevaban impresionantes vestidos. Además, todos ellos usaban extraños antifaces en los rostros; tal vez sus máscaras hacían alusión a las criaturas de la Ciudad: los goblins.

Cuando empecé a recorrer el lugar, para admirar cada detalle con atención, pasé frente a uno de los muros y pude ver mi reflejo. No podía creer lo que había delante de mis ojos; me veía como una verdadera princesa. En efecto, lucía tal como en la esfera de cristal: portando el hermoso vestido rosa oro y preciosas joyas, con el cabello recogido y con un ligero toque de maquillaje en los ojos y en los labios. Si no me hubiera sentido hechizada y desorientada y si mi teléfono funcionara aquí, definitivamente me hubiera tomado una foto, porque jamás me había sentido tan bonita en mi vida. 

Sí, tal vez el estilo de mi vestido no iba acorde al vestuario de las personas que me rodeaban, pero no tenía idea de por qué lo estaba usando en lugar de usar el vestido plateado de Sarah. Simplemente había sucedido así.

De pronto, la música de fondo se detuvo para dar pie a la maravillosa canción de "As the world falls down". En el momento en el que la introducción de la melodía empezó a sonar, comencé a buscar desesperadamente al Rey de los goblins. Esta era mi oportunidad, y no desaprovecharía el hecho de poder bailar con él.

Mágicamente, las personas que se encontraban delante de mí abrieron el paso para mostrar al mismísimo Jareth. Y allí estaba él, en el centro de la pista, portando ese majestuoso traje color azul y aquel antifaz con cuernos, el cual retiró para que pudiera ver con toda claridad su rostro.

Mi corazón se detuvo en el segundo en el que nuestras miradas se cruzaron, pero antes de que pudiera tomar el valor para acercarme a él, desapareció.

Yo no me rendiría tan fácil, por lo que continué buscándolo por todo el salón de baile. Pero claro, tal como en la película, el Rey de los goblins se la pasaba huyendo y escondiéndose por el lugar, y aquello me irritaba. Si no estaba oculto en algún rincón, bailaba con alguna mujer del salón.

–¿En dónde estás? –murmuré, mientras caminaba–. Ya sal, por favor.

Y yo seguía desesperada. ¿Acaso no sabía lo mucho que deseaba poder bailar con él? ¿Acaso no estaba consciente de lo enamorada que estaba? Tal vez sí lo sabía y por eso estaba jugando: para divertirse con mi sufrimiento.

Finalmente, lo encontré. Jareth se hallaba delante de mí, acompañado de una mujer a su lado derecho y otra a su lado izquierdo. Mentiría si dijera que no estaba celosa, por supuesto que lo estaba. Tal vez en mis ojos se vio reflejada una mezcla de furia y de súplica, porque en ese momento el Rey de los goblins abandonó a las mujeres para acercarse a mí.

Cuando Jareth ya estaba a una distancia mucho más cercana, no dude ni un instante en colocar mi mano sobre su hombro. Y cuando él puso su mano sobre mi cintura y entrelazó su otra mano con la mía, un millón de mariposas revolotearon en mi estómago y sentí como el calor se apoderó de mi rostro.

Y así, el Rey de los goblins me guió hacia el centro de la pista y dirigió nuestro baile, mientras cantaba mi balada favorita. No podía ponerme a gritar ni a fangirlear, por mucho que quisiera, por dos sencillas razones:

1. Estaba totalmente hechizada y ensimismada en Jareth y en el precioso momento que estaba viviendo.

2. Si me ponía loca, lo más probable es que el Rey pensaría que era una chica inmadura y extraña y se alejaría de mí.

Por eso, me limité a mirar sus bellos ojos de colores disparejos, y continué escuchando su hermosa voz en vivo, mientras yo misma recitaba la letra de la canción en mi mente.

No había otro lugar en el que quisiera estar más que en ese mágico salón de baile, y no quisiera estar haciendo otra cosa más que compartir un baile con la persona de mis sueños: Jareth, el Rey de los goblins.

De pronto, Jareth dejó de cantar. Sin embargo, la melodía continuó y el rey no paró de bailar conmigo.

–Luces hermosa, Juliet –dijo Jareth, sin apartar la vista de mis ojos.

Cuando mencionó aquellas palabras quise soltar un grito de emoción y estuve a punto de derretirme en sus brazos, pero me contuve.

–Ehm... Yo... G-gracias... –expresé con dificultad, mirando hacia sus botas oscuras y mis zapatillas doradas–. Yo... Ni siquiera sé que pasa... Es... Es impresionante que yo esté aquí... En... En este baile...

–Debes estar en uno de esos sueños que tanto anhelas –comentó el rey, y entonces alcé la mirada nuevamente y lo vi a los ojos.

–Seguramente. Si no...

–¿"Si no" qué? –indagó Jareth.

–Si no, no podría bailar contig... con usted...

El rey de los goblins mostró una sonrisa de satisfacción, y agregó:

–Entonces disfruta este sueño, y olvídate de todo lo demás.

Asentí, sin despegar mis ojos de los suyos y continué bailando por un rato.

De pronto, un reloj repicó. ¿Qué estaba haciendo aquí? El reloj repicó por segunda vez. Jareth estaba delante de mí. El reloj repicó por tercera vez. Había comido el durazno y por eso llegué al salón de baile. El reloj repicó por cuarta vez. Estaba viviendo mi película favorita. El reloj repicó por quinta vez. Había deseado que los goblins se llevaran a Max, a mi propio hermano. El reloj repicó por sexta vez. El tiempo se estaba acabando y tenía que ir a rescatarlo.

Solté la mano de Jareth y retiré mi otra mano de su hombro. Lo miré embobada durante un par de segundos y hablé:

–Lo... siento. Todo... Todo ha sido maravilloso.

Volví a mirarlo preocupada y decepcionada, y me alejé corriendo de la pista de baile. Las personas a mi alrededor intentaron detenerme y cerrarme el paso, pero no me dejé y seguí corriendo.

De pronto, me topé con uno de los muros de cristal. No había salida, y no me arriesgaría a romper el cristal con una silla, como lo hace Sarah en la película.

No tenía muchas opciones, así que me senté en el suelo, puse mis manos alrededor de mi cabeza, cerré los párpados con fuerza y comenté en voz alta:

–Despierta, Juliet. Despierta. Despierta, Juliet.

Repetí lo anterior un par de veces y, sin abrir los ojos, comencé a escuchar a las personas del salón gritar y sentí una fuerte ventisca a mi alrededor.

My Labyrinth | LabyrinthWhere stories live. Discover now