Capítulo 3.

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Ya eran las siete de la noche y ya estaba lista para la fiesta de Jenna. Dejé mi cabello oscuro  suelto; me puse el vestido casual color azul y unas gruesas medias negras —que conseguí en el centro comercial— y zapatillas negras de charol; me puse un poco de rímel y brillo labial.

De pronto, alguien tocó a mi puerta y en seguida entró mi mamá a la habitación.

—¡Qué bella te ves, July! —comentó ella con una sonrisa en el rostro.

—Gracias, mamá. También tú —dije un cumplido de vuelta, al notar que mi mamá también estaba arreglada: ella usaba un vestido formal color dorado, usaba su cabello marrón a los hombros en caireles más pronunciados y usaba un delineado que acentuaba sus lindos ojos—. ¿Vas a salir?

—Gracias, cielo. Sí, a George le obsequiaron dos boletos para la ópera hoy en el trabajo. Saldremos en media hora —explicó—. Sé que Shane llegará a casa después de su concierto y que la madre de Marilyn te traerá de vuelta a la media noche. Por eso, la abuela se quedará a cuidar de Max.

—De acuerdo.

—¿Y a qué hora pasan por ti?

—En una hora; a las ocho.

—Está bien —mencionó mi mamá—. Supongo que estaremos llegando a la misma hora.

—Está muy bien —acepté.

Le prometí a mi mamá que le avisaría cuando pasaran por mí, y después de eso, salió del cuarto. Más tarde, ella y George se retiraron.

Pasó el tiempo, y dieron las ocho de la noche y ninguna noticia de Marilyn. Diez minutos después, recibí un mensaje de texto de su parte que decía:

"July, la fiesta de Jenna se canceló a último minuto. Sus papás encontraron en la basura su examen reprobado de matemáticas."

—¡No puede ser! —exclamé algo molesta y desilusionada.

Le respondí a mi amiga, agradeciéndole el aviso. Entonces, le mandé un mensaje a mi mamá explicándole que mi plan se había frustrado y proseguí a encaminarme hacia el cuarto de mi abuela para avisarle que me quedaría en casa con ella.

—¿Abuelita? —llamé antes de tocar la puerta y abrirla.

Mi abuela, con todo y su camisón azul cielo, estaba acostada en su cama leyendo una novela de Óscar Wilde, y cuando se percató de mi presencia, dejó su libro a un lado y centró su atención en mí.

—¡Oh, July! Te ves muy linda, ¿ya te vas? —preguntó al verme, con ojos iluminados.

—Gracias, abuelita, pero no voy a ir. Se canceló la fiesta de Jenna porque sus papás descubrieron que reprobó —expliqué.

—Ay, cariño. Lo siento —acarició mi mano.

—No pasa nada. Después de todo, podré ayudarte a cuidar a Max.

Mi abuela rio y sonrió.

—Bueno, entonces será nuestro deber cuidar del pequeño.

Sonreí.

—¿Quieres cenar algo? —preguntó.

—Al rato bajaré por algo —dije.

—Está bien, cariño. Yo me quedaré a leer un rato más, esperando no dormir en seguida, pero lo que necesites sabes que puedes llamarme.

—Sí, gracias, abuelita —comenté y salí de su habitación.

El aire nocturno comenzó a circular y, como mi vestido era de mangas cortas, sentí frío y fui a mi cuarto a buscar un suéter. Después de seleccionar un cárdigan gris, revisé mi teléfono; aún no habían noticias de mi mamá, tal vez ya había apagado su teléfono y no había recibido mi mensaje.

De pronto sentí un poco de hambre y recordé que la señora Maslow nos había obsequiado una barra de chocolate a cada una. Así que tomé mi mochila y saqué el chocolate. Pero antes de que pudiera abrirlo, recordé que Max estaba solo. Por eso, guardé el dulce en uno de los bolsillos de mi suéter y me dirigí hacia el cuarto de Max para ver cómo estaba. 

Encendí las luces, me acerqué a su cuna, y noté que estaba dormido.

—Bueno, Max —susurré—. No voy a ir a la fiesta. Así que estamos solos Midnight, la abuela, tú y yo.

Me acerqué cuidadosamente hacia él, le di un beso en la mejilla y me dispuse a salir de su habitación.

De pronto, algo cayó al suelo y provocó que me sobresaltara. Ya estaba cerca de la puerta, pero volteé a ver que había provocado tal estruendo. Entonces, sentí que mi estómago se encogió.

Esperaba haber visto mal. Me acerqué rápidamente y todo se confirmó. Lo que había caído de la cuna de Max era mi copia de "La princesita" y dentro de ésta habían más de 20 hojas arrancadas, arrugadas y cubiertas de baba.

—¡¿Cómo demonios llegó esto aquí?! —pregunté molesta en voz alta, mientras me agachaba a recoger lo que quedaba de mi libro—. ¡Mamá, seguro fuiste tú! ¡¿Por qué agarran mis cosas sin permiso?! —Ahora, dirigí mi atención al bebé que, a pesar de mis gritos, seguía durmiendo—: Y tú, Max... ¡¿cómo pudiste?! ¡Destruiste uno de mis más grandes tesoros!

La tristeza, el enojo y la impotencia me invadieron, y en cuestión de segundos comencé a llorar.

Tomé el resto del libro y las hojas que habían en la cuna, y me encaminé hacia la puerta. Volví a apagar la luz, y antes de salir, giré y vi hacia la silueta de mi hermano menor.

—¿Sabes? Lo que hiciste estuvo muy mal —comenté enojada y entre lágrimas —. Me gustaría que los goblins te llevaran muy lejos de aquí, en este momento.

Salí y cerré la puerta. Bajé las escaleras y me dirigí hacia la cocina. Mi libro ya no tenía remedio, y por eso, decidí tirarlo a la basura.

Abrí el bote y estuve a punto de dejar caer el libro y las hojas. Sin embargo, no pude hacerlo. Ese libro era una de las pocas cosas que me recordaba a mi papá, y en verdad tenía un gran valor sentimental para mí.

Sollocé fuertemente. Cerré el bote de basura violentamente, salí de la cocina, y al llegar a la sala dejé el libro hecho pedazos sobre la chimenea.

Limpié mi rostro y debajo de mis párpados con las mangas de mi cárdigan. Después, regresé a la cocina y tomé una de las manzanas del frutero.

Volví a la sala, tomé asiento en uno de los sillones y comencé a comer mi manzana.

Midnight llegó frente a mí y me dedicó una mirada tierna y confundida, y con mi mano libre, lo acaricié.

De pronto, Max comenzó a llorar; seguro ahora sí se había despertado. Tal vez tenía hambre.

Por muy enojada que estuviera, Max era mi hermanito; lo amaba y él tan sólo era un indefenso bebé.

Me puse de pie, dejé mi manzana sobre una de las repisas y noté como Midnight alzaba sus orejas a modo de alerta.

Entonces, de la nada, el llanto de Max cesó y el silencio se hizo presente.


My Labyrinth | LabyrinthWhere stories live. Discover now