Capítulo 22.

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–¡Juliet! –me llamó Hoggle.

¡Juliet...! –exclamó la grave voz de Ludo.

–¡Lady Juliet! –se unió la voz de Sir Didymus.

Los tres me estaban hablando, pero no los veía por ningún lugar. Lo único que percibía a mi alrededor era la oscuridad.

–¡Juliet! –Mis nuevos amigos volvieron a llamarme, pero yo todavía no conseguía ver nada más que el color negro.

De pronto, se escuchó un ladrido que hizo que mis oídos zumbaran. ¿Ambrocius? No. No podía ser Ambrocius, ya que su ladrido era diferente a aquel familiar que se había hecho presente.

–Cariño, abre los ojos –Una voz suave y tierna habló: mi mamá.

–¡Ay, por todos los cielos! Mi July, despierta –Una segunda voz melodiosa y maternal se unió: mi abuela.

–¡Maldición! ¿Creen que se haya golpeado la cabeza? –Definitivamente aquella voz tan expresiva era Shane, mi hermano mayor.

–Esperemos que no –Esa voz profunda era la de George.

–Juliet –habló Hoggle.

¡Juliet...! –reforzó Ludo.

–Milady, es hora de despertar –anunció Sir Didymus.

Inesperadamente, sentí algo mojado y cálido en mi mejilla y, con eso, abrí los ojos rápidamente. 

–¡Amigos! –exclamé alterada, pero no encontré al enano, ni al monstruo, ni al pequeño caballero.

Mi mamá, mi abuela, Shane y George se encontraban alrededor de mí, preocupados.

–Confirmado. Se golpeó la cabeza –comentó mi hermano.

Todos me analizaban detenidamente. Incluso, Midnight estaba allí, y cuando notó que estaba despierta, lanzó un par de estruendosos ladridos de emoción.

–¡Ey! ¡Cálmate, loquillo! –reprendió Shane, riendo.

–Cariño, ¿qué haces aquí en la sala? –preguntó mi mamá consternada, acariciando mi mejilla.

En lugar de responder, miré a mi alrededor. En efecto, me encontraba en la sala de la casa. Para ser exactos, me hallaba acostada sobre el sillón más grande. 

Antes de que pudiera contestar –y admitir que no tenía idea de qué estaba pasando–, mi abuela se adelantó a hablar:

–Dios mío, July –se llevó una mano al pecho, antes de cubrirse el cuello con su blanca bata para dormir–. ¡Asustaste a tu pobre abuela, mi niña! Antes de dormir, pasé a tu cuarto a desearte buenas noches y no estabas allí. Claramente no podías haber salido de la casa porque la fiesta de tu amiga se canceló. Entonces, bajé y te encontré hecha un ovillo y durmiendo aquí en el suelo. ¡Pero no reaccionabas, mi niña!

–¿En... En el suelo? –dudé.

–Es verdad –confirmó Shane–. Cuando llegué la abuela estaba demasiado preocupada porque decía que habías aparecido en la sala. Estabas dormida tan profundamente que tuve que cargarte y subirte al sillón. Y déjame decirte, July, ya estás pesadita.

La abuela frunció el ceño y le soltó un puñetazo en el brazo a mi hermano.

–¡Abue! –chilló, mientras se sobaba por encima de la chamarra de cuero–. ¡¿Pero qué rayos?!

–Eso no se le dice a ninguna jovencita –explicó la abuela–. ¡Qué digo a una jovencita! ¡Eso no se le dice a ninguna mujer!

Mi hermano y yo reímos. Midnight se acercó para olisquear mi cara, y yo acaricié sus orejas.

My Labyrinth | LabyrinthWhere stories live. Discover now