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No sé cómo había llegado a casa, ni como ahora estaba en pijama, entre los brazos de mamá mientras ella acariciaba mi cabello. Mi mente no procesaba nada y solo me había dejado llevar por su voz.

Tenía la vista concentrada en algún punto muerto de la habitación, no parpadeaba, aunque mis ojos ya rogaran por aquello. Me dolían, los sentía picosos... Pero es si parpadeaba o sencillamente los cerraba para dormir, los recuerdos llegarían de manera brusca.

Las caricias de mamá pararon, seguramente se había quedado dormida, debió ser un día pesado para ella. Yo no podía dormir, solo agradecía tener la luz encendida para no temer de las horribles sombras que se llegaban a formar en la oscuridad. Pasé un poco de saliva y chupé un poco mis labios antes de dejar salir un pequeño suspiro y ser poco a poco vencido por el sueño hasta tener que cerrar los ojos de manera lenta.

Estaba agotado tanto física como psicológicamente. Lo último que llegué a ver fue a la pequeña petunia dormida a los pies de la cama, ella era una memoria realmente dolorosa pero hermosa. Los demonios me atraparon y no tuve oportunidad de espantarlos cuando invadieron mis sueños de los cuales no pude despertar al momento.

...

Cuando fue de mañana, me levanté sin ánimos. Abajo se escuchaba movimiento en la cocina y llegaba olor a desayuno, uno que no tenía ganar de probar ni tocar, ni siquiera tenía ganas de levantarme, pero tenía que hacerlo. Hoy velarían a Michael, hoy le tenía que decir adiós, aunque no lo podría hacer. Apenas cerraba sus ojos anoche y yo, solo sentía que mi cabeza quería frenar aquellos pensamientos haciéndome creer que solo iría a verlo antes de ir a la graduación, que pasaríamos una feliz mañana, lo besaría.... Pero no cooperaba mi mente con hacerme sonreír también; pensaba lo que quería que fuera mi realidad, pero me sentía triste.

— Veo que ya te levantaste. -

Subí la mirada encontrándome a mamá con su vestimenta de un color oscuro para la ocasión. Hice una pequeña mueca mientras acomodaba débilmente mis rizos.

— Si, desgraciadamente nunca he podido dormir de corrido. -

Murmuré bajo antes de levantarme de la cama sintiendo un pequeño escalofrió subir por mi espalda cuando mis pies desnudos tocaron el frío suelo. Caminé hasta ella y besé la su sien de manera suave.

— Cariño, si no estás listo... Puedes ir hasta la tarde... -

Le di una mirada pensándomelo. ¿Cuándo podría estar listo para algo así? Nunca. Pero iría, porque sé que él lo querría.

— No, no... Yo iré. Solo debo bañarme y... Que luego que baje a desayunar me cuentes como está papá. -

Le di una suave palmada sobre el hombro antes de alejarme e ir a mi habitación dejándola atrás.

Al llegar a mi habitación, me quite el pijama que traía moviéndome como alma en pena por la habitación sin tener animo alguno. Me metí al baño quitando mi ropa interior antes de abrir la llave de agua tibia para meterme debajo.

Y allí estaba, solo, dónde nadie lograría oírme. Apoyé mi mano en la fría pared mientras sentía el agua rebotar en mi cabeza a la par que a mis pies sentía que el agua subía y subía hasta sentirlo un poco más abajo de mis rodillas. Flexioné mis rodillas y puse mis manos a cada lado de la tina antes de dejarme caer lentamente y luego solo cerrar los ojos tomando un poco de aire antes de cubrir mi rostro con el agua.

Grité.

Bajo el agua solo se verían burbujas. Grité liberando todo el aire cerrando mis ojos con fuerza mientras me descargaba hasta el momento en que mi instinto me hice impulsarme de mis manos para salir más a la superficie. Tomé una bocanada de aire antes de pasar mis manos por mis mejillas sin querer diferenciar entre las lágrimas y las gotas del agua cristalina que había atesorado todos mis secretos.

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