—¿Estás segura? —Enseguida me aprisionó contra la pared. Sus manos se adhirieron a mi cintura y su boca merodeó por la mía. Su ataque repentino me encantó—. Yo diría que soy tu kriptonita, pero también tu sanadora, por eso me he vestido así para ti. Guardo los mejores remedios naturales para mi heroína. Espero que no te asusten —dijo y unió sus carnosos labios con los míos como si fuera crema fundiéndose en mí. ¡Qué delicia!

—Necesito esos remedios ahora. ¿No ves que estoy débil? —Más bien, me estaba excitando de tal manera que mis caricias sobre ella se volvían atrevidas.

—Ani, no me toques ahí. Resiste. El antojo para después. Vamos a la fiesta. Vamos...

Y así hemos terminado en la parada del autobús bajo un cielo nublado que amenaza con lluvia. Yo la complazco posando para que me tome fotos. Siento vergüenza, pero reconozco que me divierto con ella y eso es lo importante. No soy una chica amargada y no aspiro a serlo. Laurita también se une a mí y nos fotografiamos juntas, expresando nuestras payasadas, pero juntas y como algo más que unas amigas y cuñadas.

—¿Qué pasa, Supergirl? ¿Se te acabó el combustible para volar y dependes del transporte público? —vocifera un idiota en un coche que pasa por la calle a poca velocidad. Sus tres acompañantes le ríen la gracia. Todos están disfrazados de muertos.

—Pero no para cerrarte la boca, imbécil. —Le muestro el dedo junto a una sonrisa sarcástica.

—No cambias —dice Laurita sonriente y me acaricia la cara.

En ese instante, arriba el autobús. Le cedemos el paso a un par de personas mayores. Para nuestra desagradable sorpresa, el chófer es el mismo de la otra vez. Ese tipo tan mirón y repugnante que no tarda en ensuciarnos con sus ojos. Se saborea los labios.

—¿Se te perdió algo en mis piernas? —digo, lo expongo delante de los pasajeros mientras pago nuestros billetes.

—Solo miro vuestros disfraces, no hace falta que faltes al respeto. Me acuerdo de vosotras. Se nota que sois de esas niñas que vais de fiesta en fiesta y que lo menos que hacéis es estudiar. Una lástima de juventud —dice y me da el cambio.

—¿Qué podremos decir de ti? —digo y Laurita me empuja con suavidad para que pase. Este tipo se merece que le diga desde envidioso, ya que él tiene que trabajar y nosotras no, hasta pervertido por estar mirando a jovencitas como si fuéramos productos cárnicos en un supermercado. Pero me contengo por Laurita y por esos pasajeros que me contemplan estupefactos y que deben estar deseando llegar a su destino.

—Cuidado, hoy es Halloween y puede pasar de todo —le dice Laurita con un tono tan siniestro como sus gestos retorcidos. Desliza el cuchillo de plástico por su cuello. El chófer la observa con cierto grado de espanto. Yo río irremediablemente.

—Anda, vamos. Pasa de este tipo. —Tiro de la mano de mi Laurita y nos sentamos juntas.

***

Laurita y yo arribamos a la parada más cercana a la casa de Estefanía. Son horas avanzadas de la tarde, una tarde que acompaña la temática con ese aspecto tan tétrico de nubes oscuras. La noche se adelanta por lo sombría que están las calles. Eso no impide que los niños disfrazados merodeen de un lado a otro, algunos con sus padres, pronunciando su "¿Truco o trato?" frente a las puertas y abasteciéndose de chucherías. Nosotras nos infiltramos en uno de esos asedios y nos hacemos con nuestro botín: un par de chocolatinas que compartimos gustosas.

Es entretenido recorrer las calles y contemplar las decoraciones fúnebres con su punto de horror en los porches de las casas. Muchas brujitas colgadas, telarañas falsas, murciélagos, calabazas iluminadas. ¡Y qué decir de la música escalofriante! Yo resulto ser un contraste llamativo frente a todo esto y, por eso, varios niños me agobian para tomarse una foto conmigo. "¡Mami, mira! ¡Es Supergirl! ¡Quiero una foto!", dicen esos verdaderos pitufos y los contento como si fuera una atracción de feria. Mi chica ríe. Laurita...

La hermana de mi novio [Disponible en físico en 2 tomos + Extras]Where stories live. Discover now