Capítulo 8

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Los nervios me corroen el cuerpo, los controlo gracias a mi ensayado monologo que estuve haciendo hasta las 3 de la mañana, frente de mi están "mis chicos" siento un nudo en mi estómago a sus miradas expectantes. Se comienza a formar una sonrisa en mi cara, verlos a los dos de nuevo me llena de recuerdos, recuerdos que anhelo que regresen al presente, momentos que quiero volver a vivir con ellos, noto que superarlos me costara mucho esfuerzo, volver a empezar una relación con otra persona mientras tenga que ver a alguno de los dos o ambos dificultara mi lento avance, me permito viajar al día en que los conocí, también cuando Nathan me besaba o cuando Liam me tocaba, situaciones que en algún momento las dejare ir. Me consuela el hecho que se ven muy bien, no esperaba que estuvieran sufriendo, claro que mi parte egoísta esperaba un poco de ruego hacia a mí, me alegra y me pone feliz que la parte sensata, que es la mayoría, piense que yo no fui alguien tan importante para que se estanquen, si ellos están felices también lo estaré yo.

Nathan es de los primeros en sentarse, se ve tan empoderado, su rostro luce igual a la última vez que lo vi, aunque siento que algo ha cambiado, no logro adivinarlo, su cabello es más largo, le da un look más sexi que de costumbre, lleva una chaqueta de cuero, tan varonil, mi mente comienza a maquinar situación donde yo recorro ese rostro que me mira con seriedad. Dejo de observarlo para concentrarme en Liam, mi pulso se acelera, cuando conectamos miradas me sonrojo sin sentido y agacho la cabeza, el corto vistazo que les pude dar, me deja sin aliento.

No existe comparación alguna de los dos hombres frente de mí, cada uno hace que mi cuerpo se descoloque por completo de formas diferentes, pero a la vez muy semejantes, es algo confuso que me obligo a dejarlo de lado. El silencio incomodo que se entablo, luego de que ambos dijeran solo una palabra se ha mantenido igual, levanto la cabeza y señalo el asiento libre para que Liam lo ocupe, ya que aún está parado mirando a Nathan. La heladería es grande y las mesas se encuentran bien separadas, elegí una del medio, puesto que al llegar la parte de las orillas estaban ocupadas, al ser día sábado aumenta la cantidad de personas en un centro comercial y justo a esta hora, un helado es la primera opción de muchos, sobre todo de los niños. El ruido de murmullos alrededor nuestro me favorece, dado que mi conversación privada se mantendrá en las personas involucradas y no en gente chismosa que estará pendiente a lo saldrá de mis labios en unos minutos.

Busco alrededor a la señora que me atendió hace poco, los nervios me hicieron comprar un helado, pedí solo para mí, mentas con chip de chocolate, una delicia, un postre que haría que mi madre pegara el grito en el cielo, no me excedí pensando en mi estado, pero cuando me lo traen veo que el tamaño es bastante grande, agradezco a la mesera , la impaciencia que muestran mis acompañantes es evidente, me apresura a darle una probada a mi helado para poder hablar y que comience la hora de la verdad.

- Bueno ha pasado unos minutos desde que llegamos, que te parece comenzar a hablar- me quedo viendo a Nathan sin poder formular palabras, abro mi boca para contestar, pero nada sale, pensé que iba a ser más fácil- no estoy cómodo y si no dices lo "importante" que tenías para decir... me iré- advierte Nathan. Aparto mi helado y me acomodo en la silla.

- Quieres no ser tan hosco- reprocha Liam, su voz suena ronca, muy diferente a la de Nathan.

Nathan rezonga, mira desafiante a Liam, si no soy capaz de detener esto ahora llegaremos a más que un intercambio de palabras groseras, los puños de Nathan tiemblan de ira, su contrincante comienza a lanzarle miradas molestas que llevan a que los dos se paren de la mesa, ¡madre mía! o controlo ahora o no habrá padre de la criatura.

Respiro y boto las palabras para controlar la situación, pensar en una situación de vida o muerte debe ser algo que está dejando de funcionar en mi cerebro.

-¡Estoy embarazada! – exclamo con un volumen de voz que no permite que nadie más que los dos hombres frente a mí lo escuchen, me miren sorprendidos y se sientan en silencio. Nathan ríe sin humor, pasan unos segundos hasta que para, no sé qué más decir, aunque tenga mucho por explicar.

El karma de Sofía  (Segunda parte de "Mis chicos")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora