24: Una fiesta no muy agradable

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El aliento de Alanna se detuvo en medio de su garganta al ver a su amiga de pie frente a ella.

Quiso saludarla o por lo menos levantar su mano, pero al igual que otras veces, su cuerpo se negaba a cooperar.

—Cierre la puerta de una vez señorita Steel —Alanna casi da un saltó al ver al profesor Snape aparecer por una puerta tan oscura que casi se perdía con el color de las paredes.—Llega tarde.

—Lo siento profesor Snape, usted no dijo una hora especifica— se excusó Alanna, algo sonrojada por la vergüenza.

—Los Gryffindors siempre tienen excusas para todo, por lo que veo.

Alanna agachó la cabeza evitando responder, no quería tener más problemas. Cerró la puerta detrás de si, aun cabizbaja. La sala de pociones estaba tan lúgubre como siempre, pero que fuera casi de noche le daba un tono un poco más aterrador. Un punto más a considerar era la presencia intimidante del profesor Snape, quien los miraba desde una esquina de la habitación.

El cuerpo completo de Alanna comenzó a temblar, las consecuencias de sus actos nunca la habían atemorizado, pero ahora al estar a puertas de su castigo todo el peso del mundo se le había venido encima.

—Señorita Steel, señorita Lestrange y señor Selwyn.

Al escuchar el ultimo apellido Alanna giró rápidamente la cabeza en dirección a su antigua amiga. Al otro lado de la sala, cerca de unos recipientes de vidrio, había dos alumnos de Slytherin. Una era Caroline, con su cabello tan negro y corto como Alanna lo recordaba, y por otra parte un chico que Alanna había visto un par de veces en el grupo de Malfoy.

Alanna se le quedo viendo mientras el profesor Snape los reprendía por sus fechorías cometidas.

—Limpiaran esta sala de suelo a techo, incluyendo todos los utensilios y calderos. Nada de magia—agregó al final antes de salir por la puerta que Alanna previamente había cerrado.

Seguro ira a disfrutar la cena, pensó. Con resignación buscó algo con lo que comenzar a limpiar el suelo. En una de las esquinas había un trapeador tan viejo y sucio que Alanna pensó que debía de tener más años que Filch. Con algo de estoicismo agarró el viejo trapeador y una cubeta oxidada que estaba escondida bajo una de las mesas. Cargando ambas cosas se dirigió hasta el fregadero (se preguntó a sí misma para que lo necesitaban, si nunca había visto a nadie usarlo), llenó la cubeta con agua y comenzó a trapear el piso.

Se concentró en las manchas de agua que ahora inundaban el suelo, así no tendría que pensar en las demás personas en la sala.

Un ruido a sus espaldas la distrajo por un momento, pero no quiso voltear. No se sentía lo suficientemente valiente como para ver la cara de Caroline.

—¿Alanna? —ella dio un respingo y casi dejó caer el trapeador, pero enseguida se recompuso y colocando su mejor sonrisa (que ocultara lo nerviosa que estaba) se giró y enfrentó de frente a su antigua amiga.

—Hola Caroline.

La cara de Caroline se tiño de un rojo salvaje en las mejillas. Parecía tan nerviosa como Alanna, aunque ella hacía un mejor trabajo en ocultarlo. Si no fuera por su sonrojo incluso parecería estar aburrida. Su boca era una linea recta y sus ojos algo cerrados, como si la luz le molestara, a a pesar de lo oscuro que estaba.

—¿Podemos hablar?

El corazón de Alanna dio un vuelvo, pero aún así se obligó a asentir. Caroline hizo una mueca a modo de sonrisa y le señalo con la cabeza una esquina de la sala, alejada de su compañero de Slytherin quien batallaba en el fregadero con un caldero.

Una ninfa en Hogwarts | Harry PotterΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα