4: La selección

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Antes lo que Alanna más deseaba en el mundo era entrar a Hogwarts; en el momento en el que bajo del tren ese deseo se esfumó. Todo su cuerpo estaba inundado de nervios, los más puros nervios. Trató de distraerse jugando con sus dedos, pero eso en verdad no le sirvió de mucho. En su defensa, ¿cómo no iba a estar ella nerviosa? Todos a su alrededor parecían estar igual, menos claro, los alumnos de curso mayores.

Ron, Harry y ella llenaron sus bolsillos con las golosinas sobrantes, y enseguida prosiguieron a  reunirse con el resto de estudiantes que llenaban los pasillos del tren. Poco a poco el tren fue aminorando su marcha, hasta finalmente detenerse. Todos los jóvenes se empujaron para salir al oscuro andén. Afuera el aire estaba congelado, pero, para la suerte de Alanna, su capa le proporcionaba algo de calor.

Entre medio de la oscuridad apareció una lampara, que se movió sobre las cabezas de los alumnos.


—¡Los de primer año por aquí! ¿Todo bien por ahí, Harry?


La lampara era sujetada por un gran hombre barbón, con un cabello aun más enmarañado que el de Hermione. Alanna lo miró boquiabierta. 


—¿Él es Hagrid? —le preguntó a Harry en un susurró. Este asintió en respuesta. 


—Por aquí, siganme...¿Hay más de primer año? Miren bien donde pisan. ¡Los de primer año, siganme! — volvió a gritar.


Sin separarse de Ron -quien seguía a Harry-, Alanna avanzó a tientas. El camino seguía siendo muy oscuro, y la única luz era de la lampara que portaba Hagrid. Siguieron a Hagrid por un estrecho sendero, o eso parecía, porque cada vez se apretujaban más entre ellos. Nadie hablaba mucho, aunque si se podía escuchar uno que otro lloriqueo, proveniente de Neville.


— En un segundo tendrán la primera visión de Hogwarts — exclamo Hagrid por encima de hombro—, justo al doblar esta curva.


Se produjo un fuerte ¡ooooh! del que por supuesto Alanna fue parte. El sendero se abría sobre el borde de un gran lago negro. Alanna se imaginó nadando en el, conviviendo con las criaturas acuáticas que de seguro en este debían habitar. En la punta de una alta montaña, al otro lado, con sus ventanas brillando bajo el cielo estrellado, había un impresionante castillo con muchas torres y torrecillas.


—¡No más de cinco por bote! — gritó Hagrid, señalando a una flota de botecitos alineados en el agua, al lado de la orilla.

Una ninfa en Hogwarts | Harry PotterWhere stories live. Discover now