LXXI. Perdiendo al borde

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Todo el lugar apestaba a alcohol y cigarros de procedencia dudosa, Ginny apenas podía ver por dónde caminaba, jamás habría llegado a la cocina si no hubiera pasado un sinfín de veces por esa casa. Y ahí estaba. Harry susurrando algo a Hermione en el oído mientras Ron la mantenía con fuerza entre su brazo. Detrás de Harry había una chica castaña, tomando de su vaso y boqueando como pez a la espalda del azabache. Ginny rodó los ojos antes de acercarse a Harry.

—Ey —sonrió. Ginny le arrebató el vaso que sostenía entre sus manos y fue directo a sus labios. Sin dejarlo pensar o algo más.

No escuchó a su hermano o Hermione. Tomó a Harry de la mano y subió las escaleras sin pedir permiso, abriéndose paso a empujones, se internó en el cuarto de invitados vacío donde su hermano la dejaba quedarse. 

—¿Qué haces? —rió entre besos. Ginny bufó y le quitó la playera caminando hacia la cama.

—Me prometiste que no vendrías —se aleja y puede ver sus pupilas, lo siente, lo huele, lo conoce y lo prueba—. Me mentiste.

—Dije que saldría tarde —intentó corregir, Ginny alza una ceja y se aparta de él con una sonrisa indescifrable—. No sabía si alcanzaría a venir.

—Y no me avisaste —lo empuja por los hombros y no aparta su mirada—. Tienes los ojos rojos —acusó molesta, inclinándose sobre él, apoyando sus manos en sus piernas y un poco más arriba. 

—Estuve haciendo cuentas —dice con facilidad. Ginny vuelve a alzar su ceja, baja el cierre de su pantalón y acerca sus labios a los ajenos mientras su mano se pierde. 

—Sinvergüenza. ¿Desde cuándo me mientes tan fácil? —preguntó rozando sus labios, apenas los besa antes de inclinarse y perder las manos, los labios, la lengua y la cordura en otra cosa. 

Se pierden sin complicaciones en labios, saliva, mordiscos y piel, toques y besos, caricias y jadeos. Se pierden en ellos hasta que tarde, tan tarde que se vuelve temprano. 

Harry observa la silueta de Ginny desde la cama, soñoliento y curioso. Ginny observa el amanecer con tranquilidad frente a la ventana, se sabe observada pero no le importa demasiado hasta que Harry está detrás de ella, besando su cuello y acariciando sus brazos. 

—Nos están buscando —murmuró, aún sin apartar la vista de los primeros rayos de sol. 

—¿Quiénes? —preguntó entre molesto e irritado— ¿Y cómo es que lo sabes? 

Ginny se encoge de hombros y gira su cuello para devolverle la mirada. 

—Aurores, lo leí en El Profeta —Harry aprieta los dientes y se aparta de ella con los hombros tensos—. Lo robé del Callejón Diagon —le sorprende decirlo con tanta facilidad, hace un par de meses le habría parecido repulsivo la simple idea de robar, no le remordía sin embargo, hace un par de meses tampoco planeaba estar así, ni siquiera lo imaginó.

—¿Fuiste al Callejón Diagon? —preguntó Harry, Ginny rodó los ojos en respuesta—. Pudieron atraparte —masculló molesto—, pudieron meterte en una celda y yo jamás podría sacarte de ahí. 

Ginny se incorpora de inmediato y se acerca a él sin miedo, más bien cansada. 

—¿Me crees tan idiota? —preguntó en un susurro, Harry frunce el entrecejo como única respuesta— No podrías siquiera encontrarme si me largo, Harry, nunca lograrías sacarme del Ministerio. 

Harry le sonríe y niega, poniéndose una camiseta para salir de la habitación. Ginny recupera su vestido del suelo y se lo pone con rapidez, dispuesta a seguir a Harry y lograr algo. Lo que sea, pero algo. 

¡Ey! Ginevra (One-Shots) © [Harry&Ginny]Where stories live. Discover now