LXI. Jodido

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En cuanto abre la puerta tiene una varita frente a su nariz, no se mueve, ni siquiera respira. Levanta la mirada a los ojos verdes y muestra sus manos en busca de paz.

—¿En dónde te pedí que te casaras conmigo? —preguntó en un gruñido, sin apartar la varita de su rostro.

—¿Realmente…?

—¿¡Dónde!? —da un brinco en su lugar ante el grito y la furia en los ojos verdes, suspira y eleva el mentón porque ella nunca le ha tenido miedo.

—En Grimmauld Place, después de ganar las Nacionales de Quidditch —dice son seguridad y serenidad. Los ojos verdes la mantiene bajo un cuidadoso escrutinio antes de asentir.

La varita deja de apuntarla y ve al hombre caminar hasta la cocina, ella lo sigue.

—¿Esperabas a alguien más? —pregunta con curiosidad, observando la casa.

—¿Cómo me encontraste? —pregunta de vuelta, sin girarse a verla.

—Albus.

Los movimientos de Harry se detienen por unos segundos antes de asentir.

—¿Té o café? —vuelve a preguntar. Ginny se sienta en un banquillo frente a la isla de la cocina y observa a Harry.

—Té está bien, gracias —Harry asiente y sirve dos tazas en silencio. Le extiende una y se sienta frente a ella.

—¿Qué quieres? —pregunta con brusquedad. Ginny prueba el té sin decir nada durante unos segundos.

—No sabía si estabas vivo —susurra, limpiando el borde de su taza, Harry eleva una ceja y niega.

—Bien, ahora dime ¿realmente a qué has venido? —Ginny bufa y niega— O por lo menos dime cómo me encontraste.

Se encoge de hombros y observa las manos de Harry, tomando la taza sin más fuerza de la necesaria, están llenas de cicatrices nuevas, algunas runas tatuadas y un anillo plateado sin inscripción o piedra alguna. Quiere tomarla y verla con más detalle, alcanzar a ver sus pequeñas arrugas, la tinta de las runas tatuadas esparcida entre sus poros, y sobre todo quiere buscar una inscripción en ese anillo, tiene que haberla.

—Albus nunca ha sido bueno devolviendo las cosas a su lugar —dice la pelirroja, Harry eleva una ceja, llevando la taza a sus labios y bebiendo imperceptiblemente, esperando—. Encontré algunas cosas que no tenían sentido, ya sabes, mapas incompletos, papel albanene trazado, libros alterados, rastros de magia y algunas cartas sin firma y destinatario. Solo supuse el resto, después de algunas noches descubrí la existencia de este lugar.

Harry baja la taza y sonríe a medias, con los ojos entrecerrados.

—¿Y en qué noche intentaste seguir a Albus, eh? —Ginny lo observa inexpresiva antes de negar.

—Basta.

—¿De qué?

—Si yo intentara leer tu mente o sentir tus emociones ésta conversación sería muy diferente —dice con enfado, en la garganta de Harry resuena una risa al ritmo de su manzana de Adán, niega con la cabeza y sonríe.

—Pero no lo harás —eleva ambas cejas, como retando a que lo haga—. Y aunque lo hicieras no podrías penetrar mi mente, nadie en realidad.

—No te tengo miedo —Harry podría sentir el orgullo y la seguridad emanar de ella, si realmente lo sintiera.

—¿Por eso le dijiste a tu hermano que si no volvías está noche buscara a Albus? —frunce el entrecejo y bebe de su taza—. Aún eres incongruente con tus acciones y palabras.

¡Ey! Ginevra (One-Shots) © [Harry&Ginny]Where stories live. Discover now