Capítulo 29

449 48 2
                                    

Ian

 Recorríamos la costa. Más de semana y media andando sin descanso. Tenía los pies llenos de ampollas y me dolían las piernas a rabiar. No había hecho nunca tanto ejercicio como en esos días y me estaba pasando factura. Erick estaba ausente la mayo parte del tiempo y era bastante incómodo. Tanto que no hacía nada más que quejarme para sacer algo de conversación. Eso tampoco le gustaba. Cada vez que lo hacía me nombraba de alguna forma a Cassandra para que me callara.

Eso era lo que menos necesitaba. No quería pensar en ella más de lo necesario ni en lo que podrían estar haciéndola ahora mismo, o en lo que nos hizo ella a Rubí y a mí. Rubí lo superaría más pronto que tarde. Jude solo había sido una atracción adolescente, con Erick todo era distinto. Cada vez que hablaba de él, podía ver su futuro juntos reflejado en sus ojos.

Para mí era más complicado. Cassandra seguía siéndolo todo para mí y había sido lo bastante estúpido durante mucho tiempo por pensar que yo también lo era para ella. Llegué a pensar que me tenía algo de cariño a pesar de toda esa creciente frialdad. Me había costado derribar sus muros, pero al final pude conseguirlo. Se abrió, dejando que entrara dentro de su mente. Vi todo aquello lo que la preocupaba y la asustaba. No era un alma oscura como todos pensaban, simplemente era un poco más difícil de ver después de todo lo que había pasado. No era resplandeciente como la de Emma, ni intensa como la de Rubí, pero para mi no había nada igual. Encajaba perfectamente conmigo, aunque fuéramos radicalmente diferentes.

En este mundo ya no pude alcanzarla. Se volvió a cerrar en banda. Ya no eran solo muros lo que debía sortear, sino una gran muralla de brillante y liso diamante. Preciosa, pero imperturbable. Ya no quería pasar tiempo con nosotros, solo con Jude. No había dejado de quererla a pesar de todo y estaba seguro de que seguiría haciéndolo el resto de mi vida.

No iba a obligarla a estar conmigo y seguía enfadado por lo que había pasado, sin embargo, no podía dejarla sola y menos de esa forma. Llegaríamos, las rescataríamos y después, bueno, ya veríamos lo que pasaría.

—Mira.

Erick señalaba un punto distante con una sonrisa de oreja a oreja. Seguí su dedo y pude ver aquello que le había puesto de tan buen humor. Tan solo una pequeña mota en el horizonte cubierta por una nube gris como si viviera en una tormenta perpetua. Le miré, haciéndole una pregunta silenciosa. Él asintió, habíamos llegado.

—¿Cómo llegaremos hasta allí?

—Ahora tendremos que adentrarnos en el bosque, dirigirnos un par de kilómetros hacia el sur e ir a puerto Gorrión—explicó, aún con emoción en su voz.

Por ahora conocía alguno de los nombres que integraban el mundo de Erick. El regente del territorio era Zenón, uno de los cinco y esclavo de Morriguen. Tuvimos que ir con más cuidado según cruzamos la frontera.

Decidimos esperar en la playa y recorrer al día siguiente lo poco que nos quedaba de camino. Era lo mejor si teníamos que escondernos. Dejamos las mochilas medio vacías en la arena y me quité los zapatos mientras Erick se ofrecía a buscar algo que comer. Yo no sabía hacer nada de eso, así que era más bien un peso muerto para el príncipe. No le servía de mucha ayuda, ni si quiera para encender un fuego.

Me quedé pensativo, mirando el punto que me había señalado, esa pequeña isla en medio del mar. Habría solo unos cuantos kilómetros, pero lo sentía como el infinito. Necesitaba verlas y comprobar que estaban bien.

No me sacaba de la cabeza la sensación de estar abrazado a Cassandra, con su pelo haciéndome cosquillas y su pecho moviéndose al compás del mío. Pensar en no volverla a ver, en no poder probar sus labios ni si quiera una vez, hacia que me ardiera la sangre. Me sequé un par de lágrimas de las mejillas cuando vi a Erick acercarse con un poco de comida.

Hielo o fuego [Saga Centenarios I.] ✅Where stories live. Discover now