Capítulo 3

1.3K 136 43
                                    

Rubí

Las luces de mi alrededor me envolvían en un juego luminoso, como si estuviera en una feria. Eran brillantes, y solo hacían que el dolor punzante que sentía en mi cabeza se hiciera más intenso. Las voces del exterior chocaban unas contra otras, retumbando en mi cerebro.

¿Dónde estamos?

Ha perdido mucha sangre.

Se pondrá bien, ya lo veras.

¡No!¡Lo siento, Rubí!

[...]

Calor. Una reconfortante calidez recorría mis extremidades. Tenía el pelo pegado a la nuca por el sudor y sentía la boca un tanto seca. Parpadeé varias veces haciendo que me lloraran los ojos. Los abrí despacio, pero tuve que volverlos a cerrar al instante. La iluminación trasmitía pinchazos detrás de las cuencas de mis ojos y mis sienes. Palpé lo que había a mi alrededor. 

El tacto de las sabanas era suave, parecían estar echas de un material como la seda, que se escurría entre mis dedos. La almohada desprendía un característico olor a bosque, más concretamente uno similar al pino. Apreté la nariz contra ella. Adoraba ese aroma. Me recordaba a mi infancia, cuando mis padres nos llevaban a hacer senderismo, que era prácticamente cada fin de semana. Salíamos casi al amanecer, con los almuerzos preparados, y no volvíamos hasta que había anochecido.

Me arriesgué a abrir los ojos de nuevo. Esta vez ya no dolía tanto como antes. Poco a poco las figuras fueron volviéndose cada vez más nítidas. Me desorienté por un momento, al ver en la habitación que me encontraba. Me incorporé todo lo que pude para observarla mejor. Había dos ventanas, con arcos ojivales, una a mi izquierda y otra, algo apartada, a mí derecha. La pared estaba pintada de un color parecido al de la arcilla. Enfrente tenía una cómoda de color marrón, con pinta de ser bastante pesada, a su lado, un tocador con un espejo encima, acompañado de una butaca de terciopelo color verde oscuro.

Me levanté, apoyándome en los pilares de madera que había en cada esquina de la cama. Ahora, con la mente algo más despejada, mi primer pensamiento fue que el golpe había sido demasiado fuerte y estaba en el hospital. Sin embargo, no conocía ningún centro médico con esas características, ni si quiera las clínicas privadas. Esto era más de otra época. Me sanaban algunas cosas de haberlas visto en historia del arte. 

Reparé en que tampoco llevaba la misma ropa que anoche. En lugar de mis habituales vaqueros había un camisón blanco que me cubría desde el cuello hasta los tobillos. Me tiré del dobladillo para intentar respirar algo mejor. Era agobiante.

Noté el frescor del suelo al plantar los pies en él. La cabeza empezó a darme vueltas y por un momento perdí el sentido del equilibrio. Caí de bruces contra el suelo, raspándome las palmas de las manos.

Me enderecé de nuevo, con la ayuda de una de las paredes. Fui apoyándome en ella hasta llegar a la puerta de madera. Estaba entreabierta y mi espíritu curioso me llevó a echar un vistazo. Contuve la respiración, ya que ahora la tenía entrecortada y no quería que nadie me oyera. Lo que vi solo reforzó mi teoría que algo no había ido tal y como debería.

Unos hombres vigilaban la puerta, con un conjunto aún más raro del que yo llevaba puesto. Estaban cada uno a cada lado, como si me vigilaran, como si temieran que fuera a escaparme. Aquello debía de ser un sueño, uno de esos en los que piensas que te has despertado, pero aún sigues soñando. Me di a mi misma la explicación de que el final de juego de tronos me había dejado trastocada y por eso intentaba recrearlo en mis sueños.

Hielo o fuego [Saga Centenarios I.] ✅Where stories live. Discover now