Epílogo

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Morriguen

La isla recuperó algo de calma en los días siguientes a la tormenta provocada por esa niñata. Ahora tendría que encontrar una solución que yo solita me había creado. Cuanto más tardara en resolverlo, más poderosos se harían y más difícil sería acabar con ellos.

Se suponía que Rubí no saldría con vida de la isla y, sin embargo, lo había hecho. Katerina fue demasiado estúpida al desafiarme. La gente que ya lo ha perdido todo, que no le queda nada, es más difícil de controlar y manipular.

El plan era sencillo, traíamos a Reny y a las otras dos. Nos quitábamos de en medio a nuestra querida amiga y antes de que la otra ocupara su lugar la matábamos. El plan era demasiado sencillo y pensé que podríamos aprovecharnos aún más de la situación si la quitaba la oscuridad y la dejaba indefensa, volviendo así más poderosa a Cassandra. Pero Reny nos había vuelto a engañar.

Sabíamos muy poco de los poderes de los otros, solo conocíamos lo que no éramos capaces de ocultar. Pero ella, bueno, a Reny se le daba particularmente bien esconder cosas. Había sido así desde niños. Ahora que su sucesora se había alzado, prácticamente luchábamos a ciegas contra un poder que no entendíamos.

Me tiré al sillón, exasperada. Nos habíamos relajado durante siglos. Una de mis tropas estaba destruida por una niña que no pasaba de los veinticinco. ¿Y hacíamos nosotros? Solo buscarlos para que no causaran más estragos. Tire de mi pelo. Patéticos.

Por lo menos la parte de Cassandra había salido tal y como esperaba. Puede que incluso mejor después de la intervención de Zenón. No podía controlar a los sucesores de los demás, pero si a la mía. Ella ya poseía parte de mi poder, además de las sombras transmitidas en la pelea. Cassandra me había mirado sin miedo, sin el disgusto con el que seguramente me hubiera observado sin aún recordara quien era yo. Solo la habíamos permitido acordase de su nombre y del odio.

Ella no dudo en que yo fuera su madre. Necesitaba cariño urgente y yo me había aprovechado de ello. Engañarla fue fácil. No somos nadie sin nuestros recuerdos. Como si hubiera muerto y renacido el mismo día, siendo una persona distinta.

—Señora—me molestó una de las sirvientas, completamente blanca del miedo—. Nikolái está en la puerta.

Antes de que me diera tiempo a enderezarme una de las maderas se desencajó de sus enganches estrellándose contra el lado contrario de la sala.

—Querida—interrumpió con voz ronca y melosa—¿Puedes decirme que está pasando en nuestro mundo? ¿Por qué esa pequeña puta sigue viva?

El rubio se contoneaba con aires de grandeza aun sabiendo que aquel no era su territorio. Su egoísmo y narcisismo empeoraba con los años, tanto que a veces me preguntaba si valía la pena aguantarlo por un par de polvos al mes.

—Tranquilízate, lo tengo todo bajo control.

—Ya, eso me dijiste cuando entraron en Maternas por la puerta grande—alzó la voz—, y míralos ahora. Una de las sucesoras ya ha tomado su puesto.

—Lo de la chica ha sido un error—confesé—, pero siempre guardo un AS bajo la manga, ya lo sabes.

—¿Y cuál es ese maravilloso plan?

—Puede que nos cueste un poco más acabar con la sucesora de Reny—admití—. Los demás no conocen el alcance de sus habilidades. Uno de ellos ya ha muerto.

—¿Quién? —preguntó esbozando una sonrisa por primera vez—¿Han sido tus hombres?

—El de Zenón. Y si, antes de que esa zorra los aniquilara, ¿Sabes cuánto me va a costar recomponerlos?

—No me interesa—me cortó, haciendo un gesto con la mano. Me clavé las uñas en la palma para evitar enfrentarme a él—. Dime lo que planeas.

—Te lo cuento esta noche—hice el esfuerzo de guiñarle el ojo. Atrapé su labio inferior entre mis dientes.

—Espero que sea algo dramático y sangriento, ya sabes cómo me pone eso—copió mi gesto, empujándome con sus caderas.

Le rodeé la cintura con las piernas. Le mordí el cuello queriendo que pusiera toda su atención en mí.

—Te prometo que vas a poder hacerles sufrir todo lo que quieras.

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Hielo o fuego [Saga Centenarios I.] ✅Where stories live. Discover now