Prólogo

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Era pasada la media noche y por fin se respiraba algo de tranquilidad en la pequeña sala que tenía para ella sola. Se había visto confinada a un cuchitril después de que mataran a su última aprendiz hacia un año.

Sabía que había sido ella misma la que le había condenado a ese destino, primero eligiéndola portadora del gen mágico, y después entrenándola para sustituirla. nunca fue lo suficientemente fuerte, tenía la magia, el poder, pero no la energía divina que caracterizaba a los dioses y que era imprescindible para derrotar a los que una vez fueron su familia.

La decisión de volver a intentarlo le había costado un gran sacrificio de sangre, y aunque sabía que ellos lo valdrían, se había condenado a una muerte lenta y dolorosa. Se miró las líneas negras que subían desde su muñeca hasta su antebrazo.

Conocía muy bien el precio de quitarle la vida a otro ser vivo, lo aprendió hacía mucho tiempo atrás, sin embargo, la ayuda que tuvo entonces, que la ayudó a sanarse ya no estaba en su plano de posibilidades.

Se acercó hasta la mesa, donde reposaba el cuerpo del hombre que había matado tan solo hacía unos instantes. La sangre aún rezumaba de su cuerpo, llenando la sala de olor a hierro y acidez. Los cubos que había puesto debajo estaban a punto de llenarse. Pronto sería la hora de hacerlo, ya no había vuelta atrás.

Colocó los cuatro tarros rodeándola. Uno de tierra, otro de agua y los dos restantes de aire y fuego. Los cubrió con sal e hizo un círculo rodeándola también a ella. Cogió el cubo y lo colocó en medio. El espesor de la sangre le dio arcadas y por poco tuvo que salir del circulo para no ensuciarlo de vómito. Era lo más repugnante que había hecho en su vida, y, aun así, lo mejor.

Los llamó a todos, a todas las entidades conocidas y ellas estuvieron de acuerdo. Se doblegaron ante su poder igual que un perro a su amo. Su boca se movía repetitivamente, invocando. Rezando por que la elegida, su sucesora, la escuchara. Necesitaba que ella lo quisiera también para poder completarlo.

El tiempo dejó de tener significado y se vio arrastrado por el aire que llevaba en su interior. Ella sabía que el viento, la ira, era la mejor forma de tenerles aquí lo antes posible.

Un par de lágrimas resbalaron por sus mejillas, impotentes. No parecía que nadie la escuchara y estaba a punto de perder la esperanza. El pensamiento de poder, de ser principio y fin de la tierra había quedado enterrado por la vejez, ya solo quedaban dudas y cansancio. Por eso este era el mejor momento.

Un pequeño temblor la sacudió y la sonrisa amenazó con salir de su boca. Se dedicó aún más en la tarea. La visualizó en su mente. En medio de toda esa gente, con la cabeza gacha y las gotas de lluvia resbalando por sus pestañas. Sintió un gran poder intentando expulsarla de su mente, la figura de la chica se difuminaba con cada segundo de oposición.

Pegó un último empujón con todas las fuerzas que le quedaban. Esta vez la imagen fue la más nítida que había visto hasta entonces. La chica gritando, queriendo huir de un conflicto. Bien, ahora era el momento.

Dejó abierta la puerta hasta ella, invitándola, solo tendría que responder, desearlo y se haría realidad. No tardó mucho en ver como el poder de la muchacha se desbordaba, siendo absorbida por ella misma, por el aire y la furia, hasta su mundo. 

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Hielo o fuego [Saga Centenarios I.] ✅Where stories live. Discover now