Capítulo 12: "¿Y ahora qué?"

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   Había pasado más de una semana desde el funeral de Sam

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   Había pasado más de una semana desde el funeral de Sam. El ánimo de los habitantes de aquella destartalada casa seguía por los suelos, como cabría esperar. Sin embargo, y por mucho que doliera, aquella era la más habitual de las circunstancias en aquella oscura y retorcida realidad.

   Todos ellos habían perdido a sus seres queridos en algún momento de su carrera por la supervivencia, pero la clave para no ser los siguientes en abandonar aquel mundo –o peor aún, quedar allí atrapados incluso después de la muerte–, era seguir corriendo aquella maratón de meta inexistente. Sin importar los obstáculos con los que pudieran tropezar en el camino.

   Precisamente eso era lo que trataban hacer en aquellos momentos, reunir la fuerza y templanza necesarias para calmar el alma y aclarar la mente antes de salir de nuevo a la carrera.

   Se encontraban los cinco reunidos alrededor de la coja mesa del comedor. Guardaban distancia entre sí, estaban incómodos y esto no afectaba positivamente al, ya de por sí, extraño ambiente que se generaba siempre que Becca y Dana estaban en la misma habitación.

   —¿Y a... ahora qué? —pronunció Adam sin poder evitar que se le quebrara la voz.

   Al escucharlo, Becca no pudo evitar que se le cayera el alma a los pies. 

  Adam era el más joven de ellos, tendría unos trece o catorce años cuando Sam y ella, lo encontraron escondido detrás de la barra de un bar, que había sido previamente saqueado por una banda de bárbaros, quienes no dudaron en maltratar al pobre c...

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  Adam era el más joven de ellos, tendría unos trece o catorce años cuando Sam y ella, lo encontraron escondido detrás de la barra de un bar, que había sido previamente saqueado por una banda de bárbaros, quienes no dudaron en maltratar al pobre crío por la mera diversión que eso les proporcionaba. El niño se hallaba en posición fetal, tirado en medio de un charco de sangre y miles de cristales rotos empapados por el aún fresco líquido. Entre gemidos el joven susurraba palabras inconexas que se ahogaban en su desconsolado llanto.

   —Me... me llamo Adam, me... me llamo, vi...vivo en casa, en... en mi casa. ¿Do...dónde?, perdido, en casa...—gimió con un sonido tan agudo que le taladraba los oídos a quien lo percibiera—. Duele, a...ay, duele. Qui... quiero ir a casa.

   Sam fue el primero en acercarse al desconsolado niño. Con tremendo cuidado, se acuclilló a su lado y lentamente, para no asustar al herido, abrió su mochila de tela para sacar gasas y una botella de agua. Al principio el niño se escondió más en sí mismo, no facilitándole a Sam la tarea de limpiarle los cortes que le cubrían el rostro y la mayor parte del cuerpo y que el otro joven supuso, se había hecho con los punzantes fragmentos de cristal que se encontraban esparcidos por el suelo.

Títeres De Hilos Invisibles©Where stories live. Discover now