Capítulo 22: "Efluvios del pasado"

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   Era como mirar una película con los ojos muy pegados a la pantalla

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   Era como mirar una película con los ojos muy pegados a la pantalla. La intensidad de los pensamientos y la fugacidad de los mismos le provocaron un persistente dolor de cabeza, haciendo que perdiera la noción de su entorno e incluso el equilibrio. La primera guardia la llevarían Jon y ella. Por fortuna, nadie se había percatado de su estado de vaivén, o eso pensó Dana.

   —¿Te encuentras bien, reina? —Se preocupó Jon al ver la palidez del rostro de su compañera.

    Los ronquidos de Becca, Adam y Glenn ya eran audibles desde el exterior de la tienda en la que estos descansaban. No habían tardado demasiado en caer exhaustos, lo que resultaba compresible después del día al que habían sobrevivido.

   Dana suspiró, el aire pasó por su abdomen entrecortándose, haciéndola temblar en el proceso. Trató de recuperar un ritmo natural de respiración antes de responder. En ocasiones, cuando la ansiedad invadía la mente de la joven, era como si su cuerpo cayera al mar y sus aguas la arrastraran sin piedad hacia el fondo. La presión que sentía sobre su cuerpo era tan realista que su ansiedad creciera más y más, retroalimentándose, hasta el punto en el que se le olvidaba incluso respirar.

   «Respirar. Tengo que respirar.» Se repetía ella mentalmente. «Aire, necesito aire». Pero este cántico desesperado se veía constantemente interrumpido por imágenes borrosas, chillidos y golpes que rompían las cadenas de su concentración.

   —¿Dana? —Jon agitó la mano delante de los ojos de la joven—. ¿Qué estás mirando? ¿Has visto algo?

   La voz de Jon sonaba embotada y distante, surrealista. Sin embargo otra voz masculina sonaba rasposa y potente contra la nuca de la chica.

   «¿Me echabas de menos, peque? ¿Verdad que extrañabas jugar con el tío Matt?»

   Dana sintió el cálido aliento contra su piel e incluso percibió el efluvio de alcohol que provenía de la boca que había pronunciado aquellas palabras.

   Las pupilas de la joven se dilataron hasta el punto de tragar la miel de su iris casi en su totalidad. Un sudor frío comenzó a recorrer cada rincón de su cuerpo, induciendo a que la ropa se volviera a humedecer, pegándose contra la piel de la joven. Su pecho se contraía y retraía arrítmicamente. Dana se acariciaba las sienes, creando círculos con las yemas de sus dedos, presionando quizás demasiado.

   —¡Danaaaa! —Jon la zarandeó sujetándola de los hombros.

   «¿Peque?, ¿estás ignorando al tío Matt?»

   El presente y el pasado comenzaban a mezclarse y Dana ya no podía distinguir de manera consciente ni tan siquiera su verdadera identidad. ¿Acaso volvía a ser aquella niña indefensa de seis años? El aire volvía a sus pulmones de cuando en cuando.

   «Ya conoces las reglas del juego, preciosa. Si no te portas bien, tendré que decirles a tus papis lo que has hecho y ¿qué crees que pensarán? Te echarán de casa y tendrás que venir a vivir con el tío Matt.»

Títeres De Hilos Invisibles©Where stories live. Discover now