Capítulo 25: "El olor del bosque"

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   Tras haberse adentrado unos cuantos metros en el bosque, pero sin haber tenido la suerte de cruzarse con Dana, Rebecca no pudo evitar ponerse en la peor situación

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   Tras haberse adentrado unos cuantos metros en el bosque, pero sin haber tenido la suerte de cruzarse con Dana, Rebecca no pudo evitar ponerse en la peor situación. Su instinto le pedía llamarla a voces y guardar silencio al mismo tiempo. Esta controversia interna provocó que, su ya de por sí encrespado humor, la agitara hasta que le crujieron los huesos de los dedos y muñecas en un tic nervioso muy característico en ella.

   —No me puedo creer que haya tenido la estúpida idea de largarse sola —masculló la joven entre dientes.

   Siguió caminando, pero decidió hacerlo en paralelo a la carretera, evitando alejarse demasiado del punto de partida. Sus sentidos analizaban cada ruido o movimiento que perturbara la tranquilidad a su alrededor, ­preparándola para cualquier posible ataque. Un sonido desde lo alto de las copas de los árboles la alertó. Levantó la vista en busca de la amenaza y se posicionó cuchillo en mano en actitud defensiva. «No es más que una ardilla saltando de rama en rama. Ha pasado de largo. No hay de qué preocuparse». Rebecca repitió estas palabras en su mente hasta que el palpitar de su corazón se calmó, permitiéndole volver a llenar de aire sus pulmones. Continuó sigilosa y ojo avizor.

   —Dana —murmuró precavida.

   Esperó recibir una respuesta sigilosa y tranquilizadora por parte de su compañera. Sin embargo, esta no llegó y la poca paciencia que tenía la joven pelirroja amenazaba con empujarla a cometer una tremenda estupidez.

   —¡DA-NA! —exclamó procurando no alzar demasiado su voz, pero sin dejar por ello de marcar cada una de las sílabas con toda la rabia que le daba aquel nombre.

   —¡Joder! ¿Es que una ya no puede ni cagar en paz? —gruñó una voz familiar en respuesta.

   Unas ramas bajas comenzaron a moverse y entre ellas asomó la enmarañada trenza de Dana seguida de su descompuesto rostro. Miró con disgusto a su compañera.

   —¡CINCO MINUTOS! ¿Es mucho pedir? —exclamó irritada Dana.

   —¡Tsssss! ¿Quieres hacer el favor de bajar la voz, cabeza de chorlito? — la regañó Rebecca volteándose alterada, a la espera de un ataque inminente.

   —Creo que si alguien se encuentra en una posición defensiva poco favorecedora en estos instantes soy yo —remarcó la otra chica contrayendo su cara en una mueca de dolor.

   —¿Te encuentras bien? No tienes buena cara. —admitió Rebecca algo preocupada.

   Dana volvió a ocultar su rostro tras los matorrales y un momento después salió de su escondite con la mayor dignidad con la que pudo, pues realmente se sentía enferma.

   —Nunca mejor dicho, me siento en la mierda —gruño la joven retorciéndose—Por si fuera poco tener que sobrevivir a este mundo en descomposición...

   —Ni que tu cuerpo estuviera en mejor estado en estos momentos —musitó la joven agitando una mano frente a su rostro a modo de abanico.

   —Uy, sí. Lo siento por no oler a rosas, pero es que resulta que estoy con el maldito periodo y además con el estómago suelto. —volvió a gruñir Dana.

Títeres De Hilos Invisibles©Where stories live. Discover now